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Si su misión era ser un mortal, Jesús debió tener una infancia corriente. Seguramente rio, saltó y cayó como todos los niños. En las tardes, en las reuniones de los hombres en la carpintería de su padre, conoció Las Escrituras entre escuadras y formones, las fragancias secas de las maderas y los efluvios ácidos de los barnices, y oyó esperanzado, como todos, la profecía que anunciaba la llegada del salvador de Israel.
Se cree que a los 20 años volvió a Egipto y estudió medicina en Alejandría. Luego anduvo entre los magos mesopotámicos. En la época, la magia comprendía cinco disciplinas: botánica, astrología, música, geomancia y alkabalaj, arte adivinatorio del que derivaría la cábala. Viajó por Fenicia, estuvo en Tiro, Sidón y Samos. En estos viajes, quizá en los muelles que tocaban barcos griegos, aprendió las argucias retóricas con los que confundirá a los fariseos. Soy el que soy... Da al César lo que es del César… Deja que los muertos entierren a los muertos.
Algunos autores imaginan el estupor de los niños que jugaban con Él cuando los pájaros de arcilla modelados por el pequeño Dios echaron a volar; el día que petrificó al muchacho que se atrevió a injuriarlo con una mirada furiosa; la vez que la correa de su padre se escamó, cobró vida como una serpiente y le hizo un lance; o la vez que los techos de las casas de los recaudadores romanos en Nazaret amanecieron cubiertos de ratas.
Se dice que formó parte de una secta cuyas operaciones iban desde la resistencia política hasta la delincuencia común. Sus miembros solo comían cactus, agua y dátiles, podían velar durante una semana y recitar de memoria el Pentateuco. La ira y el amor eran faltas graves en la organización. El carácter secreto de la secta explicaría la desaparición de Jesús de la vida pública durante su juventud. Aunque escandalosa, la leyenda no es descabellada. Recordemos que Jesús era un héroe y que los héroes no pueden ser juzgados con las leyes de los hombres.
La versión ortodoxa es económica. Jesús sale a la vida pública a los treinta años porque esa era la edad establecida para ser sacerdote de la Ley, o rabí. En el intervalo nada raro acontece. Lejos de aprender artes extraordinarias, superfluas para un Dios, aprende a ser hombre: a trabajar, amar y sufrir.
La conjetura de Camus es dura y bella. Jesús sufrió siempre el acoso de los fantasmas de los miles de niños degollados por su culpa. Con los años, el mal se agravó. Ni los viajes ni el amor pudieron acallar los gritos truncos de los niños, el desgarrado clamor de las madres belemitas. Entonces, desafió a los sacerdotes y provocó el recelo de un imperio hasta encontrar al fin reposo en la cruz.
Pilato hace un gesto y Jesús desaparece. Jesús desaparece y Roma es el Vaticano.
Nota. Exceptuados los evangelistas, la primera mención histórica de Jesús la hizo Tácito alrededor del año 100 d. C. Es una referencia a la persecución ordenada por Nerón contra los cristianos (64-65 d. C.): «Ningún medio humano, ni los regios regalos al pueblo ni las ceremonias expiatorias lograban acallar el rumor infame de que el incendio de Roma había sido ordenado por el emperador. Entonces Nerón inventó culpables y castigó con duros tormentos a los cristianos, una secta abominable. El nombre les venía de Chrestus, un judío disidente entregado al suplicio por el procurador Poncio Pilato durante el reinado de Tiberio. Aunque prontamente reprimida, esta vil superstición creció después, no sólo en Judea, donde se originó el mal, sino también en Roma, adonde fluye todo lo detestable y vergonzoso del mundo y se acrecienta con numerosa clientela». (Anales, Libro IV).