Se discute en Cali si debemos reponer la estatua de Sebastián de Belalcázar en su pedestal o fundirla para hacer cachivaches de bronce, como hicieron los conquistadores con las piezas de orfebrería precolombina. Una simetría poética, piensa uno. Se discute si la nueva placa del monumento debe decir “Asesino”, como le dijo en su momento la Corona a Belalcázar, o “Genocida”, como les dicen en todo el mundo a los conquistadores y colonizadores, o “Apóstol de los indígenas”, como querrían los hijosdalgo criollos que estudiaron ternuras en la historia de Henao y Arrubla.
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