Se discute en Cali si debemos reponer la estatua de Sebastián de Belalcázar en su pedestal o fundirla para hacer cachivaches de bronce, como hicieron los conquistadores con las piezas de orfebrería precolombina. Una simetría poética, piensa uno. Se discute si la nueva placa del monumento debe decir “Asesino”, como le dijo en su momento la Corona a Belalcázar, o “Genocida”, como les dicen en todo el mundo a los conquistadores y colonizadores, o “Apóstol de los indígenas”, como querrían los hijosdalgo criollos que estudiaron ternuras en la historia de Henao y Arrubla.
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Se discute en Cali si debemos reponer la estatua de Sebastián de Belalcázar en su pedestal o fundirla para hacer cachivaches de bronce, como hicieron los conquistadores con las piezas de orfebrería precolombina. Una simetría poética, piensa uno. Se discute si la nueva placa del monumento debe decir “Asesino”, como le dijo en su momento la Corona a Belalcázar, o “Genocida”, como les dicen en todo el mundo a los conquistadores y colonizadores, o “Apóstol de los indígenas”, como querrían los hijosdalgo criollos que estudiaron ternuras en la historia de Henao y Arrubla.
El Belalcázar de Cali cayó en abril de 2021, el de Popayán había caído en septiembre de 2020 y Jiménez de Quesada caería en mayo de 2021. Los tres fueron derribados por la furia misak, hija de la indignación mundial desatada por el asesinato de George Floyd en mayo de 2020.
El dolor por la muerte de Floyd provocó la vandalización de las estatuas de Colón en Miami, Boston y Richmond. Nancy Pelosi propuso que fueran reubicadas las esculturas de los esclavistas que infaman el hall del Capitolio. La estatua del negrero Edward Colston en Bristol, Inglaterra, fue arrojada a un lago. En Bruselas fue vandalizada la estatua del rey de Bélgica Leopoldo II, responsable de la muerte de más de 10 millones de mujeres y hombres africanos esclavizados.
En junio de 2021 ardieron ocho iglesias en Canadá en protesta por el hallazgo de más de 1.000 tumbas sin nombre de niños indígenas en terrenos de iglesias católicas.
La línea que separa al vándalo del héroe es una línea de sombra; difusa, como todos los límites morales. El primer vándalo de la historia fue Jehová, que le ordenó a Moisés destruir el ídolo de oro de Baal.
En 1789 la vándala burguesía parisina le metió candela a París, cortó las cabezas de los reyes y nació la bendita democracia.
En 1914 los vándalos bolcheviques ejecutaron al zar y a su familia y nació la Unión Soviética de Lenin. En 2001 se produjo el derribo de las Torres del WTC, obra maestra del vandalismo islámico contra los campeones del vandalismo protestante. En 2013 los vándalos ucranianos derribaron la estatua de Lenin en Kiev. En 2003 los marines derribaron la estatua de Huseín en Bagdad. En 2017 los venezolanos hambrientos que protestaban contra los ahítos vándalos del Cartel de los Soles derribaron una estatua de Hugo Chávez en Villa del Rosario, estado del Zulia.
Pero volvamos a los conquistadores españoles. Es pueril satanizar todo “lo español”. Los mestizos americanos somos tan españoles como indígenas. Estamos imbricados con la cultura española por la lengua, la religión, la cocina... ¿pero estatuas a los conquistadores? Sería mucho mejor honrar la memoria de españoles que jugaron papeles nobles en América, como Juan de Castellanos, autor de Elegías de varones ilustres de Indias, el cronista español que miró los indígenas y la naturaleza americana con ojos atentos y amorosos y escribió por primera vez en caracteres latinos palabras como bohío, hamaca, piña, chirimoya, caimán; o Bartolomé de las Casas y Pedro Claver, que denunciaron ante el rey Carlos I las crueldades de los conquistadores; o José Celestino Mutis, que enfrentó la imposible tarea de registrar la flora, la fauna, la geografía y la geología americanas; o el mismo Cristóbal Colón, cuya audacia cambió para siempre la forma del planeta.
P. S. 1. La historia la escriben los vencedores, dicen, y sus letras capitales son los monumentos, pero también es cierto que los revolucionarios reescriben la historia. Si la tarea exige insultar un bronce o resignificarlo, bienvenida sea la reescritura.
P. S. 2. Baal sigue campante. Ni héroes ni vándalos mellan el oro, el único mito que resiste el paso del tiempo.