El paro nos desbordó a todos: el Comité del Paro organizó una marcha de un día y ya vamos para un mes. Esperaban movilizar 500.000 personas y ahora hay millones en «pie de lucha»: ollas comunitarias, mamás de primera línea, carnavales públicos todos los días, mil performances, la Filarmónica «arregla» el himno indígena, a Carlos Vives le corre la gota fría, hay debates a lo largo y ancho del país, Zapateiro amenaza con poner orden en 24 horas o renunciar (48 horas después renunció a renunciar y al orden), los vándalos incendian las ciudades, un helicóptero abre fuego sobre Buga, los alcaldes, los gobernadores y la Policía hacen un frente común con la gente bien, que se porta muy mal y organiza safaris contra la minga indígena. El presidente toma decisiones dignas de un sargento con carácter y ordena «desplegar toda la capacidad operacional de la Policía. ¡Ajúa!».
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El paro nos desbordó a todos: el Comité del Paro organizó una marcha de un día y ya vamos para un mes. Esperaban movilizar 500.000 personas y ahora hay millones en «pie de lucha»: ollas comunitarias, mamás de primera línea, carnavales públicos todos los días, mil performances, la Filarmónica «arregla» el himno indígena, a Carlos Vives le corre la gota fría, hay debates a lo largo y ancho del país, Zapateiro amenaza con poner orden en 24 horas o renunciar (48 horas después renunció a renunciar y al orden), los vándalos incendian las ciudades, un helicóptero abre fuego sobre Buga, los alcaldes, los gobernadores y la Policía hacen un frente común con la gente bien, que se porta muy mal y organiza safaris contra la minga indígena. El presidente toma decisiones dignas de un sargento con carácter y ordena «desplegar toda la capacidad operacional de la Policía. ¡Ajúa!».
En cambio Felipe, «primera línea» de la Loma de la Dignidad en Cali, lee el momento con agudeza y sensibilidad: «No es un paro, es un estallido. Por eso encuentra resonancia en el país y en el mundo, por eso ilumina. Y suena confuso porque es polifónico, todos tenemos algo que gritar. Y duele, claro. Crecer duele».
Lo tragicómico: se cayeron dos reformas que no reformaban nada, un ministro que parecía empeñado en tumbar al Gobierno y una canciller ornamental que fue reemplazada por la ornamental vicepresidenta.
Lo bello: decenas de miles de jóvenes enfrentan con piedras y escudos de lata a un régimen cuyos métodos tienen escandalizado al mundo, ponen sobre la mesa los grandes temas de las políticas públicas y saltan, en cuestión de horas, de la marginalidad social a la primera línea de la historia del país.
Lo miserable: no hay lugar para ellos en la mesa de diálogo. Han puesto los muertos, los han violado, tienen reclamos justos y despiertan un gran fervor popular pero no tienen un lugar en la mesa. En realidad la mesa misma es una ofensa para un régimen policial.
La gran línea roja pasa por los bloqueos: el Gobierno exige su levantamiento como condición cero de cualquier negociación. Pero los «primera línea» alegan que un desbloqueo total los dejará muy expuestos. En los bloqueos hay cámaras y acompañamiento ciudadano y un manifestante muerto en esas zonas genera mucho ruido. Pero si la «mano negra» lo alcanza luego en la soledad de su barrio, la Policía dirá que fue un ajuste de cuentas del microtráfico. Fin del comunicado.
La solución es levantar los bloqueos, continuar la protesta por otros canales y determinar puntos de concentración con veeduría internacional. Con excepción de la Arquidiócesis de Cali y la Gobernación del Cauca, los manifestantes desconfían de las autoridades nacionales (y les sobra razón).
Una hoja de ruta básica: 1) Garantías de no agresión policial a los puntos de resistencia y de no judicialización a los manifestantes. 2) Levantamiento de los bloqueos. 3) Veeduría internacional en los puntos de concentración de los manifestantes. 4) Mesas de diálogo entre los manifestantes para determinar: a) problemas de resolución local, b) propuestas de trámite nacional, c) representantes de los jóvenes ante un comité ampliado del paro.
El otro camino, el de provocar a los manifestantes, responsabilizarlos del vandalismo, insistir en la teoría de la conspiración, atizar el racismo y los odios de clase, escalar la masacre, llenar de sangre las calles y abortar por enésima vez la protesta y los reclamos de la gente, solo servirá para abonar el próximo estallido social, que será, no lo duden, mucho más violento que este.