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La última carta

Julio César Londoño
25 de mayo de 2024 - 05:05 a. m.
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La semana anterior había terminado de pintar la casa de mamá. Cambié los viejos tonos pastel por notas fuertes, rojas, amarillas, verdes. Fue una operación rara, Édgar, como si presintiera la urgencia de oponerle a la muerte la vivacidad del color.

Ya tenía programada la fiesta de remodelación con una reunión familiar en ese patio que está en el fondo de la casa, en el centro de nuestra infancia. Nos seguiremos reuniendo allí, pero ya no será lo mismo, habrá siempre un hueco frío en el patio y en el corazón.

Qué solos se quedan los muertos, decía Juan Rulfo. Qué solos nos quedamos nosotros ahora sin vos, hermano, digo yo.

Cientos de personas vinieron a despedirte al Consejo Municipal. La mayoría venían a decirle adiós al maestro, agradecer tus clases precisas, tus tableros impecables, como páginas de libros, pero solo algunos saben que tus clases de Química eran en realidad una alquimia secreta, un pretexto para forjar el carácter de tus alumnos y sembrar en ellos “valores”. Sí, es una palabra rancia, por desgracia, “pero algún día”, dijiste, “la ética será una virtud elemental… o no seremos nada, apenas lo de siempre, hordas”.

Una vez te pregunté como hacías para captar la atención de tus estudiantes. “Tengo dos secretos”, me dijiste: “el primero es que aprendo cosas con ellos. La clase es una construcción viva y colectiva, o apenas una cátedra magistral, es decir, hueca, muerta, unidireccional, como una misa. Lo segundo es que todos los días les demuestro que la ciencia no es asunto solo del laboratorio y de los genios; que hay química en la cocina y en el lavaplatos, física y cálculo en el juego, sicología en el amor, arte en el recreo. Que el conocimiento es la vieja tarea de sabios y artesanos, de brujos y cantantes”.

Algunos sabemos que fuiste poeta, que escribiste unas líneas nítidas –tu vida– y te quedó tiempo para labrar una obra más difícil aún, tu familia, esa tribu que me llena de envidia.

Pero también fuiste poeta en el sentido profesional (¡no te burlés de mis adjetivos!), en el arte de mantener un equilibrio delicado entre el sonido y el sentido, entre la música y las palabras.

El día tremendo que murió mamá, me dijiste, “Julio, tenés que escribir algo muy lindo, la mejor página de tu vida”.

–¿Y qué digo?

–Contá que Graciela era una modista muy bella, una viuda pobre que solo pudo darnos dos regalos, los números y las letras.

Pero no pude escribir nada, Édgar. El palo no estaba para cucharas ese día. Entonces vos pediste una hoja y dibujaste de un tirón ese poema que puso una sonrisa en los labios yertos de mamá:

“Hoy, solo te quedaste dormida. Seguirás sembrando rosas y geranios en otros jardines, en otros patios de extrañas dimensiones. Y caminarás muy suave para no despertar los tiempos de la noche. Y hablarás bajito para que puedan jubilarse los lamentos. Y habrá en los cielos una sonrisa blanca, la de los justos y los buenos. Y no habrá olvido, porque en las horas se enredaron los recuerdos. Se quedaron sin huellas los caminos y sin faros las naves en altamar.

Hoy la canción huyó de la guitarra y se fugó la voz de una campana. Hoy escapó el perfume de una flor y se quedó sin rocío la mañana. Hoy se fue el color de las cartillas de primaria y sin sentido se quedaron las plegarias.

Hoy un gorrión abandonó su nido y nos quedamos sin su canto y sin sus alas. Adiós, mamá”.

Édgar, perdoname que te copie en un momento tan grave. Uno no debe hacer chancuco en una catedral, y menos hoy, cuando debería escribir la página que no hice el día negro, el último día de mamá, pero es que tampoco estoy para cucharas ahora.

Siempre quise ser como vos. Por eso hoy te copio otra vez. Adiós, hermano.

 

Carlos(14701)18 de junio de 2024 - 10:02 a. m.
Sincero pésame maestro…
karl(g3os1)13 de junio de 2024 - 12:12 a. m.
Mi juLio HERMOSO , mis sinceras condolencias .
MRLL(hwcm7)29 de mayo de 2024 - 09:49 p. m.
Poética columna y poético el poema. ¡condolencias!
Diego(q92vz)27 de mayo de 2024 - 04:11 a. m.
Mi profe Londoño de química del cárdenas Mirriñao, buen amigo de mi padre quien fuera tu profe de dibujo, Gonzalo Tobar, ambos maestros en quienes se dignificaba esa bella vocación de serlo.
Yimmy(68264)26 de mayo de 2024 - 08:04 p. m.
Mis sinceras condolencias!
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