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                                                                                                                                Contenido Patrocinado
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                                                                                                                                El arte de la argumentación

                                                                                                                                De las tres artes liberales que constituían el antiguo trívium, la dialéctica debería ser hoy materia obligatoria en la secundaria, no solo en lo que concierne a la enseñanza de la lógica, sino también a su praxis: el arte de la argumentación.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Un sofisma bastante común es el llamado “principio de indiferencia”: cuando no hay buenas razones para apoyar una proposición tendemos a darle el mismo valor a su negación. En su forma más burda, el sofisma se utiliza para demostrar la validez de una hipótesis argumentando la imposibilidad de refutarla. La falacia surge con frecuencia en discusiones de carácter religioso, en que se pretende probar la existencia de un Ser superior objetando que es imposible demostrar su inexistencia. La debilidad del razonamiento se muestra con este ejemplo: como tampoco podemos probar que Santa Claus no es una ficción; ergo, debe existir.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La política es campo abonado para los sofismas. En la falacia “ad hominem” (contra la persona) no se rebate la idea, sino a quien la defiende. Su forma más común consiste en desacreditar al oponente con epítetos denigrantes, tildándolo, por ejemplo, de miserable, inmoral, terrorista…, o centrándose en algún aspecto irrelevante del debate, o desviando la atención hacia algún asunto intrascendente y menor. Entre los más avezados practicantes del vulgar artificio se cuenta un colérico exmandatario de Colombia.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Una variante del sofisma anterior es la argumentación “tu quoque”, locución latina que significa “tú también”: ante la imputación de una falta se objeta que el acusado no es el único que la comete. El sofisma se ha convertido en el preferido de los más fervientes defensores del pasado gobierno quienes, ante los incontables casos de corrupción, alegan que ésta también se ha dado en otros gobiernos anteriores. La falacia igualmente ha sido utilizada para proteger al clero de las muchas denuncias de pederastia. Más de un sofista argumentó que la Iglesia católica no era la única institución donde se da este tipo de abusos, como si ello deslegitimara la acusación.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Aun en las discusiones académicas se suelen filtrar multitud de falacias. La llamada “post hoc, ergo propter hoc” (si después de esto, entonces debido a esto), se supone que si Y sigue a X, entonces X es causa de Y. La falacia aparece con frecuencia cuando se pretende investigar si existe alguna correlación entre ciertos aspectos sicológicos de un individuo y otras variables objetivas. Un buen ejemplo quizá sea el estudio estadístico que muestra que a mayor tamaño del pie, mejor es la ortografía del sujeto. La estadística, aunque correcta, no demuestra que haya relación causal alguna, pues los niños tienen pie pequeño y por lo general mala ortografía.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Pero quizá el número uno de los sofismas sea aquel que consiste en decir una verdad a medias. “Un vaso medio vacío también es un vaso medio lleno; pero una mentira a medias de ningún modo es una media verdad”, dijo alguna vez Jean Cocteau. En realidad, con una verdad se pueden forjar una gran mentira. Un buen ejemplo puede ser el del marido infiel, que ante las sospechas y recelos de su esposa, finge confesarle la verdad, cuando en realidad lo que hace es confesar un pecadillo menor, con lo cual recupera la confianza de su cónyuge, desvía su atención hacia otro lado, y logra así encubrir el pecado mayor. Con razón el gran Bertrand Russell insistía en que una parte de la verdad suele ser una completa mentira.
                                                                                                                                 

                                                                                                                                De las tres artes liberales que constituían el antiguo trívium, la dialéctica debería ser hoy materia obligatoria en la secundaria, no solo en lo que concierne a la enseñanza de la lógica, sino también a su praxis: el arte de la argumentación.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Un sofisma bastante común es el llamado “principio de indiferencia”: cuando no hay buenas razones para apoyar una proposición tendemos a darle el mismo valor a su negación. En su forma más burda, el sofisma se utiliza para demostrar la validez de una hipótesis argumentando la imposibilidad de refutarla. La falacia surge con frecuencia en discusiones de carácter religioso, en que se pretende probar la existencia de un Ser superior objetando que es imposible demostrar su inexistencia. La debilidad del razonamiento se muestra con este ejemplo: como tampoco podemos probar que Santa Claus no es una ficción; ergo, debe existir.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ese artificio también ha sido utilizado por algunos creacionistas que pretenden desacreditar la teoría de la evolución alegando que existen un sinnúmero de lagunas en el registro fósil, como si estos vacíos fueran “evidencia de la ausencia en lugar de la simple ausencia de evidencia”, como alguna vez señaló Stephen Jay Gould.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La política es campo abonado para los sofismas. En la falacia “ad hominem” (contra la persona) no se rebate la idea, sino a quien la defiende. Su forma más común consiste en desacreditar al oponente con epítetos denigrantes, tildándolo, por ejemplo, de miserable, inmoral, terrorista…, o centrándose en algún aspecto irrelevante del debate, o desviando la atención hacia algún asunto intrascendente y menor. Entre los más avezados practicantes del vulgar artificio se cuenta un colérico exmandatario de Colombia.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Una variante del sofisma anterior es la argumentación “tu quoque”, locución latina que significa “tú también”: ante la imputación de una falta se objeta que el acusado no es el único que la comete. El sofisma se ha convertido en el preferido de los más fervientes defensores del pasado gobierno quienes, ante los incontables casos de corrupción, alegan que ésta también se ha dado en otros gobiernos anteriores. La falacia igualmente ha sido utilizada para proteger al clero de las muchas denuncias de pederastia. Más de un sofista argumentó que la Iglesia católica no era la única institución donde se da este tipo de abusos, como si ello deslegitimara la acusación.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Aun en las discusiones académicas se suelen filtrar multitud de falacias. La llamada “post hoc, ergo propter hoc” (si después de esto, entonces debido a esto), se supone que si Y sigue a X, entonces X es causa de Y. La falacia aparece con frecuencia cuando se pretende investigar si existe alguna correlación entre ciertos aspectos sicológicos de un individuo y otras variables objetivas. Un buen ejemplo quizá sea el estudio estadístico que muestra que a mayor tamaño del pie, mejor es la ortografía del sujeto. La estadística, aunque correcta, no demuestra que haya relación causal alguna, pues los niños tienen pie pequeño y por lo general mala ortografía.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Pero quizá el número uno de los sofismas sea aquel que consiste en decir una verdad a medias. “Un vaso medio vacío también es un vaso medio lleno; pero una mentira a medias de ningún modo es una media verdad”, dijo alguna vez Jean Cocteau. En realidad, con una verdad se pueden forjar una gran mentira. Un buen ejemplo puede ser el del marido infiel, que ante las sospechas y recelos de su esposa, finge confesarle la verdad, cuando en realidad lo que hace es confesar un pecadillo menor, con lo cual recupera la confianza de su cónyuge, desvía su atención hacia otro lado, y logra así encubrir el pecado mayor. Con razón el gran Bertrand Russell insistía en que una parte de la verdad suele ser una completa mentira.
                                                                                                                                 

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