Caso Aída Merlano: el concierto sin músicos
Laura Ardila Arrieta
El lunes 23 de octubre de 2017, en un salón del hotel Four Points Sheraton de Barranquilla, varios diputados del Atlántico de distintos partidos se reunieron para acordar cómo quedaría conformada la mesa directiva de la Asamblea al año siguiente. Al encuentro —extraoficial y muy típico en la negociación de la burocracia— asistieron también algunos de los jefes políticos dueños de las credenciales de la corporación. Entre ellos: el magnate Julio Gerlein Echeverría.
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El lunes 23 de octubre de 2017, en un salón del hotel Four Points Sheraton de Barranquilla, varios diputados del Atlántico de distintos partidos se reunieron para acordar cómo quedaría conformada la mesa directiva de la Asamblea al año siguiente. Al encuentro —extraoficial y muy típico en la negociación de la burocracia— asistieron también algunos de los jefes políticos dueños de las credenciales de la corporación. Entre ellos: el magnate Julio Gerlein Echeverría.
Aunque nunca hubo mucho registro mediático de su participación en reuniones políticas, esa es apenas una evidencia más de que el octogenario Gerlein, además de ser un reconocido empresario, durante al menos 40 años fungió como un gamonal más del Partido Conservador en la ciudad de Barranquilla.
Para la historia, fue presentado como el financista con el que contaron sus hermanos (los fallecidos excongresistas Roberto y Jorge Gerlein Echeverría) y jamás puso su cara en un tarjetón electoral. Sin embargo, Julio Gerlein era mucho más que solo el brazo económico del otrora poderoso clan Gerlein: era un mandamás en lo político, un patrón que decidía alianzas e imponía candidatos. El cacique por el que pasaban las estrategias de todos los niveles en el grupo.
Fue por deseo suyo que, en 2010, su entonces amante Aída Merlano pasó de ser una completa desconocida en política a convertirse en la diputada más votada del Atlántico y, más tarde, en senadora de la república. También, es el empresario quien se sienta con el clan Char a concretar el pacto electoral de 2018, que terminó en el sonado caso de corrupción electoral por el cual Merlano alcanzó el título de primera congresista colombiana condenada por compra de votos.
Y hay más: Julio Gerlein era el personaje que desde los años 80 llegaba al precario suroccidente barranquillero de casuchas reclutando líderes compradores de apoyos y ofreciendo cambiar materiales de construcción, para que la gente pudiera adecuar sus viviendas, a cambio de votos para sus hermanos. La famosa estrategia TLC (tejas, ladrillos y cemento), por la que se dio a conocer la maquinaria Gerlein, se concretaba en Valorcon, la empresa que empezó a dirigir el contratista en el 92. Allí, como me lo han asegurado fuentes que en la época lo vieron, se reunían los líderes, también llamados mochileros, para recibir la dádiva que después repartían entre los pobres de la ciudad.
De hecho, es en una de esas barriadas que el empresario Gerlein conoce a Merlano.
Todo eso niega la narrativa de la defensa y de algunos simpatizantes en redes de Julio Gerlein, según la cual el hombre sí entregó millonarios recursos que Aída Merlano gastó en actividades políticas, pero no porque él fuera miembro de una red de corrupción electoral sino porque estaba enamorado de ella.
Bajo esos argumentos, un juez de Barranquilla (que fue jugador del equipo Junior de los Char) absolvió hace unos días a Gerlein de concierto para delinquir, uno de los delitos por los que fue condenada su pareja.
Aída Merlano fue capturada hace seis años. Desde entonces, en menos de año y medio la acusaron, enjuiciaron y condenaron. Mientras, Gerlein, los señores Char (Fuad, Arturo y Álex Char) y demás personajes a los que ella señala de cómplices, han tenido unos procesos judiciales lentos, en los que se han dado prescripciones de delitos, absoluciones increíbles o ni siquiera hay investigaciones formales.
Nos están diciendo que aquí hubo un concierto, todos oímos una banda, pero la justicia colombiana no vio a los demás músicos.