Del combo de La Gata a líder petrista
Laura Ardila Arrieta
Esta semana será radicado en el Congreso el proyecto llamado de “perdón social”, que propone una reforma a la ley de Justicia y Paz y recoge parte de las ideas que desde hace años ha planteado el presidente Petro sobre un mecanismo de justicia para la reconciliación en el país. Con ello, se ratificará el papel de líder gobiernista en el Congreso del autor de la iniciativa: Antonio Correa, un senador del Caribe en juicio por corrupción que, a punta de saltos estratégicos, vive su propia versión de redención y reencauche dentro del progresismo, en donde juega como alfil validado.
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Esta semana será radicado en el Congreso el proyecto llamado de “perdón social”, que propone una reforma a la ley de Justicia y Paz y recoge parte de las ideas que desde hace años ha planteado el presidente Petro sobre un mecanismo de justicia para la reconciliación en el país. Con ello, se ratificará el papel de líder gobiernista en el Congreso del autor de la iniciativa: Antonio Correa, un senador del Caribe en juicio por corrupción que, a punta de saltos estratégicos, vive su propia versión de redención y reencauche dentro del progresismo, en donde juega como alfil validado.
El perfil político de Correa encuentra origen en Magangué, otrora sede del imperio de terror de Enilce López, alias La Gata. En ese caluroso municipio de Bolívar se les llama “gatos” a las personas han tenido alguna relación con la estructura de la fallecida exempresaria del chance, conocida por sus múltiples delitos.
Por años, Antonio Correa fue un importante “gato”.
Campesino, criado en Canalete (Córdoba), el político se hizo amigo de Jorge Luis Alfonso López, el hijo de La Gata que fue alcalde de Magangué y está condenado por el homicidio de un periodista. Por la vía de esa amistad, que perdura hasta hoy, en 2010 el grupo de la poderosa mujer convirtió a Correa en senador y lo ayudó a mantenerse en el Congreso, con votos y plata, durante dos periodos seguidos.
El impulso le alcanzó al congresista para integrar la coalición legislativa de Santos II (aunque de manera informal, pues militaba en el extinto PIN que no estaba oficialmente en esos acuerdos), cuyo gobierno le entregó a Correa el manejo de la apetecida Fiduprevisora, en sociedad con otros legisladores.
Para el año electoral 2018, el senador dio una voltereta y se montó al bus de Iván Duque, pero, con el combo gatuno venido a menos y una estructura propia no tan fuerte, perdió su curul del Congreso. Luego, cayó en el ostracismo tras el golpe que le asestó la Corte Suprema con la apertura del proceso que tiene por, presuntamente, haber pedido coimas a cambio de gestionar un convenio que benefició a un alcalde del sur de Bolívar (de El Peñón).
Eso, hasta que en las pasadas legislativas Antonio Correa logró retornar al Senado bajo la sombrilla del Partido de La U, desde donde cantó su apoyo a la campaña presidencial petrista. Un triple salto que hasta Roy Barreras envidiaría.
Ya con la camiseta del petrismo, el congresista tomó la bandera del proyecto de “perdón social”, que fue socializado con el Ministerio de Justicia y coincide casi al pie de la letra en lo que ha dicho que quiere Petro. Y, en general, se convirtió en un batallador de los temas que le interesan al presidente. Como por ejemplo cuando, en medio del escándalo de corrupción del actual gobierno en la Ungrd, Correa salió en un debate a denunciar que en el gobierno Duque se habrían perdido 100 billones de pesos de la misma entidad que eran para atender la emergencia del Covid (después rectificó la cifra). En sus redes sociales, publica videos para difundir logros y desmentir falsas noticias sobre el petrismo. Como presidente de la Comisión de Inteligencia del Congreso, acaba de anunciar un debate de control político a entidades como las Fuerzas Militares y la Policía para que respondan por la compra del software espía Pegasus.
Su cambio de piel le ha valido haber mandado la hoja de vida de la primera ministra de las TIC y hasta ser entrevistado varias veces en el sistema público RTVC para hablar de las reformas sociales de Petro y denunciar a Duque.
Pero acaso la mayor evidencia de que para Antonio Correa el pasado sí perdona (al menos, por ahora) está en la significativa cuenta de X @petrogustavo. Ahí se puede ver cómo el hoy presidente pasó de enrostrarle su condición de “gato” hace unos años a validar sus posiciones ahora.
“Me subí en el bus de Petro y del progresismo no me bajo, y no es por mermelada, estoy donde los que venimos de abajo encuentran oportunidades”, me dijo Correa para esta columna.