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Esta semana, Laura Sarabia volvió a ser mencionada en un escándalo. Sandra Ortiz, una de las mayores implicadas en el conocido caso de corrupción en la Gestión del Riesgo, le aseguró a una jueza que Sarabia había sido advertida de las irregularidades en la compra de carrotanques para llevar agua a la sedienta Guajira. Sin mencionar nombres, Ortiz declaró, además, ser objeto de un complot por parte de una mujer muy poderosa, que le hace sentir temor porque es muy cercana al presidente y tiene línea directa con la fiscal y la procuradora. Sarabia confirmó que en ese punto Ortiz también se refería a ella, al contestarle por X y con una denuncia por injuria.
Esta semana, Laura Sarabia volvió a ser mencionada en un escándalo. Y así se nos fue buena parte de 2024 (y de este gobierno). Mejor dicho: “No importa cuando leas esto”, como reza el meme.
La considerada —por muchos, incluyendo ella misma, que comparte en redes los artículos que así la definen— mujer más poderosa de Colombia, dice que todo se debe al odio y la vanidad de sectores desde donde la ven como una piedra en el zapato, y que en parte la atacan por ser joven y mujer.
Con seguridad hay mucho de eso, o algo. Y de clasismo o envidia. En el juego del poder vuelan más cuchillos que en las cocinas, me dijo hace poco un político.
Pero incluso siendo así, eso no ha alcanzado para explicar que la niñera del hijo de esta alta funcionaria terminara ilegalmente sometida a un polígrafo en un sótano de la Casa de Nariño y chuzada por la Policía, tras ser señalada de robar plata y documentos de la casa de su entonces jefa Sarabia.
Tampoco por qué Armando Benedetti, el autodeclarado depositario de los secretos más sucios del Gobierno, le habló en un tono tan cómplice a Laura Sarabia de los miles de millones de pesos que, supuestamente, entraron a la campaña Petro sin ser reportados.
“Nos hundimos todos, nos vamos presos”, vale recordar que le dijo con naturalidad Benedetti a Sarabia en los famosos audios revelados por Semana, como si compartieran la misma información.
Volviendo al caso de la Ungrd, ni qué decir del hecho de que dos confesos corruptos (Olmedo López y Sneyder Pinilla) coincidan al mencionar en el entramado a una ficha de la poderosa Sarabia: un asesor llamado Jaime Ramírez Cobo, tan cercano a ella que fue su padrino de matrimonio. Ramírez trabajaba como enlace entre el Congreso y Presidencia cuando se estaban pactando coimas por apoyo legislativo, y también fue salpicado por la exasesora del MinHacienda, María Alejandra Benavides, en testimonio dado a la Fiscalía.
¿Son todas calumnias de la oposición? ¿Macabras coincidencias?, como dijo un cacique del Caribe la noche de elecciones en que iba perdiendo, se fue la luz y, cuando vino, él apareció ganador.
Muy ladina, Sarabia responde en entrevistas que todas las explicaciones las dará a las autoridades competentes, como si los ciudadanos que le pagan el sueldo no merecieran claridades frente a tanta sospecha. Demasiado es turbio alrededor de esta mujer que, a diferencia de otras y otros con altas funciones en el Estado, no es conocida particularmente por su recorrido o brillantez.
Entre sus pocas certezas, la que acaso la hace más impresentable para las funciones que ostenta: la credencial como alumna aventajada del uribista-vargasllerista-santista-petrista Benedetti, con quien trabajó varios años para luego volverse mandamás del gobierno Petro. En política eres con quien te juntas y a quien vas traicionando.
Laura Sarabia presume de que lo que hace es ser leal y cuidar al presidente. Su privilegiado lugar a la diestra de Petro jefe a veces se parece más a la exaltación del talento para el silencio y el tapen tapen.
En 2025, veremos hasta dónde va a alcanzar.