Un monólogo con apartes de la novela “Panza de burro”, de la autora Andrea Abreu*.
Yo también tuve una amiga Isora, solo que no se llamaba Isora, pero era la vecina del frente con la que al principio jugábamos a las Barbies, “y las Barbies eran flacas, muy flacas, más flacas, y bailaban bien y besaban bien y se tumbaban encima de los Ken y los Ken se tumbaban encima de ellas y piquipiquipiqui”, solo que no teníamos sino un Ken pa’ tanta Barbie, igual lo desvestíamos y nos inventábamos que tenía algo debajo de su calzoncillo de plástico hasta que mi mamá me llamaba y me tocaba devolverme, y mi Isora, que no se llamaba Isora, “me acompañaba a mi casa. Ella siempre me acompañaba (…) como los pac de yogures que siempre van unidos”, porque era mucho más avispada que yo, o eso me hacía creer porque ella sabía fumar, sabía dar besos con lengua, sabía cómo se hacía piquipiquipiqui, “yo me preguntaba cómo ella sabía tantas cosas que yo no sabía y entonces me ponía triste porque pensaba que yo no tenía tristeza propia” y hasta me hizo llorar con eso de que el Niño Dios no existe, “y me decía hasta mañana, shit, hasta mañana”, es que me manejaba con un dedo, con una mirada, como tu Isora, y hasta me daba besos pa’ ver cómo era entre dos niñas, con la puerta cerrada y con los ojos cerrados, solo que a mí no me gustó, no porque fuera niña sino porque era fea, “en el espejo retrovisor de un coche blanco vi nuestros cuerpos unidos, su palma de la mano y la piel de mi brazo juntas”, es que a veces nos aburríamos y mi Isora se inventaba cualquier cosa, hasta el amor, hasta la muerte, hasta que en su jardín había un ratón zombi, “a veces deseábamos la lluvia como quien pedía que le clavasen un cuchillo en el tronco porque estaba agonizando”, y ella se podía mojar, la dejaban mojar, o ni se daban cuenta porque los papás nunca estaban, como los de Isora, yo le tenía pesar, aunque también le tenía envidia “porque tuviese la regla y porque tuviese pelos en el pepe (…), por su tarjeta de juegos para la guenboi”, que en realidad era el atari, el fámili, que era lo que había en nuestro tiempo, por eso una vez nos peliamos y ella me dejó de hablar dizque por infantil, “ese día estuve yo muy callada, como todo el resto de días en los que no había sido amiga de Isora, cantando para mis adentros una canción de Aventura”, y al día siguiente y al día siguiente, hasta que mi Isora, que no se llamaba así, se volvió grande, de verdad grande.
*Andrea Abreu estará en la FILBO el sábado 23 de abril a las 6:45 en la sala B del pabellón 17 presentando “Panza de burro”.
Un monólogo con apartes de la novela “Panza de burro”, de la autora Andrea Abreu*.
Yo también tuve una amiga Isora, solo que no se llamaba Isora, pero era la vecina del frente con la que al principio jugábamos a las Barbies, “y las Barbies eran flacas, muy flacas, más flacas, y bailaban bien y besaban bien y se tumbaban encima de los Ken y los Ken se tumbaban encima de ellas y piquipiquipiqui”, solo que no teníamos sino un Ken pa’ tanta Barbie, igual lo desvestíamos y nos inventábamos que tenía algo debajo de su calzoncillo de plástico hasta que mi mamá me llamaba y me tocaba devolverme, y mi Isora, que no se llamaba Isora, “me acompañaba a mi casa. Ella siempre me acompañaba (…) como los pac de yogures que siempre van unidos”, porque era mucho más avispada que yo, o eso me hacía creer porque ella sabía fumar, sabía dar besos con lengua, sabía cómo se hacía piquipiquipiqui, “yo me preguntaba cómo ella sabía tantas cosas que yo no sabía y entonces me ponía triste porque pensaba que yo no tenía tristeza propia” y hasta me hizo llorar con eso de que el Niño Dios no existe, “y me decía hasta mañana, shit, hasta mañana”, es que me manejaba con un dedo, con una mirada, como tu Isora, y hasta me daba besos pa’ ver cómo era entre dos niñas, con la puerta cerrada y con los ojos cerrados, solo que a mí no me gustó, no porque fuera niña sino porque era fea, “en el espejo retrovisor de un coche blanco vi nuestros cuerpos unidos, su palma de la mano y la piel de mi brazo juntas”, es que a veces nos aburríamos y mi Isora se inventaba cualquier cosa, hasta el amor, hasta la muerte, hasta que en su jardín había un ratón zombi, “a veces deseábamos la lluvia como quien pedía que le clavasen un cuchillo en el tronco porque estaba agonizando”, y ella se podía mojar, la dejaban mojar, o ni se daban cuenta porque los papás nunca estaban, como los de Isora, yo le tenía pesar, aunque también le tenía envidia “porque tuviese la regla y porque tuviese pelos en el pepe (…), por su tarjeta de juegos para la guenboi”, que en realidad era el atari, el fámili, que era lo que había en nuestro tiempo, por eso una vez nos peliamos y ella me dejó de hablar dizque por infantil, “ese día estuve yo muy callada, como todo el resto de días en los que no había sido amiga de Isora, cantando para mis adentros una canción de Aventura”, y al día siguiente y al día siguiente, hasta que mi Isora, que no se llamaba así, se volvió grande, de verdad grande.
*Andrea Abreu estará en la FILBO el sábado 23 de abril a las 6:45 en la sala B del pabellón 17 presentando “Panza de burro”.