Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Un hombre discutía con su esposa. Un hombre violento que la golpeaba y la gritaba. Un hombre que, queriendo infringir en ella el máximo dolor posible, tomó a su hija de 5 años y la lanzó por la ventana.
Una mujer discutía con su marido. Una mujer aterrada, víctima de maltratos y humillaciones. Una mujer que, cuando creyó que la crueldad de ese hombre no podía ser mayor, lo vio tomar a su hija en brazos y lanzarla desde un tercer piso.
Un grupo de vecinos vio a una niña de cinco años caer desde la ventana de un tercer piso. Según entendieron luego, el padre la había lanzado en medio de una discusión con su esposa.
Una niña de cinco años murió luego de caer desde un tercer piso. Un hombre la tiró por la ventana. El mismo hombre que golpeaba a su mamá. El mismo hombre que era su padre.
Ocurrió en Jamundí, hace cerca de una semana, y se llama violencia vicaria.
La Ley Orgánica 1/2004, del 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, establece que la violencia vicaria es la instrumentalización de los hijos para ocasionar dolor a sus madres. Es un tipo de violencia desplazada en la que el maltratador los convierte en un objeto para producir daño.
Agredir a una mujer a través de sus hijos es, quizá, una de las prácticas de violencia conyugal más normalizadas. Padres que amenazan con llevarse a los niños; que aprovechan su presencia para agredir a la madre porque saben que así limitan su capacidad de reacción, o que interrumpen tratamientos médicos de los hijos como una forma de chantaje. No solo es violencia vicaria lanzar a la hija de 5 años por la ventana para infringirle el máximo dolor a la madre que acaba de verlo todo, también lo es inventar calumnias, negarse a pagar cosas importantes y amenazar con demandar por su custodia.
La violencia vicaria es violencia de género porque la agresión viene de un hombre hacia una mujer, queriendo lastimarla a través de sus hijos y estando conectada a una serie de maltratos y abusos de diferentes índoles. Volviendo de nuevo al escabroso caso de Jamundí, la única motivación del padre para lanzar a la niña desde la ventana fue lastimar a la madre, cuando los golpes y los gritos no fueron suficientes, acudió a uno de los lugares más intocables para cualquier mujer: el instinto protector de la maternidad.