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La humanidad cumple 17 meses de crisis sanitaria desencadenada por el SARS-CoV-2, la pandemia más impactante de los últimos siglos, que ha puesto contra las cuerdas a los sistemas sanitarios de los diferentes países y ha impuesto la necesidad en los procesos educativos de concientizar a la población para apropiar en su cotidianidad los protocolos de bioseguridad. La crisis que enfrentamos hoy como especie también ha implicado una reflexión sobre el tema ambiental y el impacto de nuestras acciones.
Existen evidencias que indican que la manipulación y la intervención humana en la naturaleza a través del consumo de especies exóticas podría haber sido el mecanismo a través del cual se rompió la barrera biológica que garantizaba que este virus permaneciera en los procesos naturales de especies animales como las de los murciélagos. En la comunidad científica hay consenso en señalar que el SARS-CoV-2 es un virus zoonótico, es decir, que proviene de una especie animal, pero aún se desconoce en detalle cómo fue que llegó a los seres humanos; sin embargo, es claro que la actividad antrópica tiene directa relación con este acontecimiento, pues afecta directamente el equilibrio ecológico, e incluso, puede conducir a que otros virus pasen de animales a seres humanos. Desafortunadamente, el impacto humano en los equilibrios ecosistémicos, no solo está relacionado con la aparición de enfermedades, sino, como es de amplio conocimiento, también ha afectado la biodiversidad y el cambio en las dinámicas climáticas del planeta, poniendo en riesgo inminente, no solo las poblaciones humanas, sino la supervivencia de todas las especies.
La declaración mundial de la pandemia, los continuos confinamientos en los diferentes países y el radical cambio de la cotidianidad, creó la expectativa de una posible disminución en la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) y de un replanteamiento de las dinámicas propias del modelo de desarrollo económico que nos ha conducido a la actual situación. Si bien durante los primeros meses de la emergencia sanitaria se redujeron las emisiones debido a los confinamientos, los planes de reactivación económica y el regreso a la supuesta normalidad, evidencia que como sociedad estamos desconociendo la necesidad de transformación que ha denotado la pandemia.
La actual emergencia sanitaria se ha conjugado con oleadas de calor, inundaciones e incendios forestales en diferentes partes del mundo; incluso en lugares donde no se habían presentado situaciones de este tipo, como las inundaciones ocurridas durante el mes de julio e inicio de agosto en Europa central. Sin embargo, a los gobiernos del mundo aún les falta gestionar acciones concretas que permitan la construcción de un modelo de desarrollo económico basado en la transformación de la actual matriz energética.
De acuerdo con el informe del panel intergubernamental sobre cambio climático socializado el lunes 9 de agosto de 2021, se documenta que las actividades humanas tienen una incidencia directa en la emisión de gases de efecto invernadero que ha causado un aumento de la temperatura global en los últimos años y que según las previsiones el aumento de la temperatura global en los próximos 20 años puede llegar a 1,5°C y sobrepasar los 2°C al final de siglo, si se mantienen los valores de emisiones de GEI de la actualidad.
Según este estudio, para 2050 podríamos tener unos efectos irreversibles en términos del aumento del nivel del mar que causaría grandes inundaciones en lugares costeros, la alteración global del clima y las consecuentes catástrofes naturales, afectando las dinámicas de vida de los diferentes ecosistemas y en las sociedades humanas.
De acuerdo con el informe, las consecuencias prácticas del aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera terrestre y, en consecuencia, de la temperatura global, se ven reflejadas en el número e intensidad de las tormentas, las sequías, las oleadas de calor, entre otros eventos climáticos extremos. De igual modo, el derretimiento de los glaciares, el aumento de la temperatura del mar, cambios drásticos en las precipitaciones, con las inmensas implicaciones en la producción de alimentos, en la conservación de la biodiversidad, la salud y la calidad de vida en las ciudades, entre otras tantas actividades relacionadas con la supervivencia de la especie humana en el planeta.
Esta problemática ambiental ha sido objeto de análisis en diferentes espacios institucionales de la Universidad Pedagógica Nacional; en el marco de sus planes de desarrollo institucional se ha resaltado el papel de la formación ambiental y de la discusión consciente de esos puntos, desarrollando procesos formativos que al multiplicarse, puedan contribuir con la transformación de prácticas insustentables, con la sustitución de la matriz energética para dejar de usar petróleo y sus derivados en el parque automotor del país y darle paso al uso de energías menos impactantes como la energía solar y la energía eólica. De igual modo, incentivando prácticas alimentarias soberanas, impulsando la agricultura urbana, el desarrollo del campo y generando avances tecnológicos importantes en la industria para evitar la emisión de los gases de efecto invernadero. Es el momento de cambiar el rumbo de la humanidad si queremos sobrevivir en un futuro cercano.
* Rector, Universidad Pedagógica Nacional.