El reto de formar para la paz con dignidad
Asumo esta columna como nuevo rector de la Universidad Pedagógica Nacional para dar continuidad a la tarea académica y pública que mi antecesor, el profesor Adolfo León Atehortúa Cruz, desempeñó con honor y tan buena fortuna para nuestra institución y para los docentes del país.
Un claro hilo conductor aparece en el devenir reciente de la Universidad Pedagógica: la preocupación por lo público y la potenciación de la escena universitaria expresada en sus múltiples matices. El discurso de lo público, y de lo que nos obliga a la defensa de la institución como parte del Estado, implica sostener, cualificar, posicionar, incidir y transformar las apuestas institucionales, en un momento histórico en que los desafíos de la educación colombiana son vinculantes en función de la comprensión de la paz y de la experiencia social de poder asumir y vivir en un país libre de la guerra.
Marguerite Annie Johnson, más conocida como Maya Angelou, escritora, cantante y activista por los derechos civiles, planteó que “la dignidad significa que merezco el mejor tratamiento que pueda recibir”. Por ello, nuestra propuesta “Dignificar lo Público, Potenciar la Universidad” se basa en la ética de lo público, el buen vivir, la diversidad, el sentido de comunidad y la participación responsable, y tiene líneas de acción concretas para el fortalecimiento académico de la institución, el trabajo de engrandecimiento de la investigación, la ampliación de la proyección social, el aumento del bienestar universitario, el posicionamiento de la Universidad en el ámbito nacional e internacional, el mejoramiento de las condiciones laborales y el esfuerzo por tener esta nuestra casa en condiciones decorosas.
La Declaración Universal de Derechos Humanos en su preámbulo señala un interesante concepto, el de “dignidad intrínseca (...) de todos los miembros de la familia humana”, enfoque que nos invita a una relación respetuosa y de estima que merece una persona o una acción; lo digno es justo aquello que apunta hacia la excelencia, hacia el realce de esa persona o acción. Es precisamente el objetivo que perseguimos.
Más allá de un acto de obediencia al protocolo, que instala a la dignidad dentro de los valores de una sociedad, la dignidad se vincula con conceptos como la lealtad o el pundonor, y en términos institucionales recorre caminos de formalidad, respeto por todas las personas que hacen parte de las organizaciones, y además honestidad y transparencia.
Dignificar implica un enorme compromiso ético, en correspondencia con acciones vinculadas con la formación, la conciliación y el diálogo. En tal sentido, es urgente trabajar para que a la Universidad Pedagógica Nacional se le ratifique su condición digna, como consecuencia lógica de su historia de 90 años, sus aportes a la educación, su condición de entidad pública y su alta responsabilidad de ser la formadora de formadores.
Pero la dignidad tiene otra cara en la moneda que se conecta de manera potente con la proyección de una universidad vital, responsable en la formación de sus estudiantes y en la construcción de una institución con calidad también para sus docentes y colaboradores administrativos. Hablo de las finanzas necesarias para su desarrollo.
Es imperativa la consecución de recursos para las universidades públicas y, desde luego, para la Pedagógica Nacional. Nuestro diálogo con las instancias estatales pertinentes y el trabajo en las redes de universidades seguirá en la línea de exigencia para que se asignen en primer orden los recursos dignos que permitan la defensa de la Educación Superior Pública, como derecho fundamental de los colombianos.
Los anteriores gobiernos de la Universidad han aportado desde diferentes ópticas y según sus posibilidades e ideales, con la intención de avanzar y construir mejores posibilidades. El gobierno que recién termina su labor, del profesor Atehortúa, se destacó por su liderazgo a nivel nacional como rector y por lograr convocar diferentes sectores tanto de la Universidad como de la sociedad en general en torno a la situación financiera de las universidades públicas del país, entre muchas otras acciones, que hoy agradezco y recibo como punto de partida y camino recorrido.
Continuaremos el sendero de los procesos relativos al sostenimiento de la acreditación institucional y el trabajo mancomunado con las redes de apoyo académico. Hoy afianzamos nuestro compromiso con la construcción de propuestas formativas para el desarrollo de prácticas sustentables en favor del cuidado y protección del medio ambiente, así como la búsqueda incansable de escenarios de construcción de paz y justicia social.
Abordar la educación como un aspecto crucial de la sociedad implica reconocer que los educadores somos seres que incidimos decisivamente en las configuraciones mentales, espirituales, éticas y estéticas de las generaciones que están a nuestro cargo. Entramos en el campo de la profesión de quien educa, sus retos, sus motivaciones y sus condiciones.
En palabras del escritor Henry Adams, “el maestro deja una huella para la eternidad; nunca puede decir cuándo se detiene su influencia”, ahí radica el sentido de responsabilidad, el entendimiento de que con nuestros discursos y nuestras acciones enseñamos, transformamos, modificamos y posibilitamos comprensiones del mundo, de los sujetos y de las relaciones con su entorno.
Si entendemos que la educación es una relación, nuestra labor como docentes tiene la tarea de construir puentes hacia adentro de los estudiantes que les permitan tener consciencia de sí mismos; de la misma manera, construir puentes hacia afuera, que posibiliten habitar el mundo de la mejor manera posible, dentro de marcos éticos y responsables.
En medio de la dura realidad que hoy afronta el país con un panorama de desafuero y violencia contra líderes populares y defensores de derechos humanos, en un claro atentado contra la dignidad humana que pone en peligro la esperanza y el deseo de los colombianos de tener un país en paz, cabe a nosotros los maestros sembrar semillas de esperanza y de reconciliación nacional, con pasión, amor profundo y alta competencia académica. Nos asiste la responsabilidad de formar y educar para la comprensión de los problemas del país y la transformación social.
* Rector, Universidad Pedagógica Nacional.
Asumo esta columna como nuevo rector de la Universidad Pedagógica Nacional para dar continuidad a la tarea académica y pública que mi antecesor, el profesor Adolfo León Atehortúa Cruz, desempeñó con honor y tan buena fortuna para nuestra institución y para los docentes del país.
Un claro hilo conductor aparece en el devenir reciente de la Universidad Pedagógica: la preocupación por lo público y la potenciación de la escena universitaria expresada en sus múltiples matices. El discurso de lo público, y de lo que nos obliga a la defensa de la institución como parte del Estado, implica sostener, cualificar, posicionar, incidir y transformar las apuestas institucionales, en un momento histórico en que los desafíos de la educación colombiana son vinculantes en función de la comprensión de la paz y de la experiencia social de poder asumir y vivir en un país libre de la guerra.
Marguerite Annie Johnson, más conocida como Maya Angelou, escritora, cantante y activista por los derechos civiles, planteó que “la dignidad significa que merezco el mejor tratamiento que pueda recibir”. Por ello, nuestra propuesta “Dignificar lo Público, Potenciar la Universidad” se basa en la ética de lo público, el buen vivir, la diversidad, el sentido de comunidad y la participación responsable, y tiene líneas de acción concretas para el fortalecimiento académico de la institución, el trabajo de engrandecimiento de la investigación, la ampliación de la proyección social, el aumento del bienestar universitario, el posicionamiento de la Universidad en el ámbito nacional e internacional, el mejoramiento de las condiciones laborales y el esfuerzo por tener esta nuestra casa en condiciones decorosas.
La Declaración Universal de Derechos Humanos en su preámbulo señala un interesante concepto, el de “dignidad intrínseca (...) de todos los miembros de la familia humana”, enfoque que nos invita a una relación respetuosa y de estima que merece una persona o una acción; lo digno es justo aquello que apunta hacia la excelencia, hacia el realce de esa persona o acción. Es precisamente el objetivo que perseguimos.
Más allá de un acto de obediencia al protocolo, que instala a la dignidad dentro de los valores de una sociedad, la dignidad se vincula con conceptos como la lealtad o el pundonor, y en términos institucionales recorre caminos de formalidad, respeto por todas las personas que hacen parte de las organizaciones, y además honestidad y transparencia.
Dignificar implica un enorme compromiso ético, en correspondencia con acciones vinculadas con la formación, la conciliación y el diálogo. En tal sentido, es urgente trabajar para que a la Universidad Pedagógica Nacional se le ratifique su condición digna, como consecuencia lógica de su historia de 90 años, sus aportes a la educación, su condición de entidad pública y su alta responsabilidad de ser la formadora de formadores.
Pero la dignidad tiene otra cara en la moneda que se conecta de manera potente con la proyección de una universidad vital, responsable en la formación de sus estudiantes y en la construcción de una institución con calidad también para sus docentes y colaboradores administrativos. Hablo de las finanzas necesarias para su desarrollo.
Es imperativa la consecución de recursos para las universidades públicas y, desde luego, para la Pedagógica Nacional. Nuestro diálogo con las instancias estatales pertinentes y el trabajo en las redes de universidades seguirá en la línea de exigencia para que se asignen en primer orden los recursos dignos que permitan la defensa de la Educación Superior Pública, como derecho fundamental de los colombianos.
Los anteriores gobiernos de la Universidad han aportado desde diferentes ópticas y según sus posibilidades e ideales, con la intención de avanzar y construir mejores posibilidades. El gobierno que recién termina su labor, del profesor Atehortúa, se destacó por su liderazgo a nivel nacional como rector y por lograr convocar diferentes sectores tanto de la Universidad como de la sociedad en general en torno a la situación financiera de las universidades públicas del país, entre muchas otras acciones, que hoy agradezco y recibo como punto de partida y camino recorrido.
Continuaremos el sendero de los procesos relativos al sostenimiento de la acreditación institucional y el trabajo mancomunado con las redes de apoyo académico. Hoy afianzamos nuestro compromiso con la construcción de propuestas formativas para el desarrollo de prácticas sustentables en favor del cuidado y protección del medio ambiente, así como la búsqueda incansable de escenarios de construcción de paz y justicia social.
Abordar la educación como un aspecto crucial de la sociedad implica reconocer que los educadores somos seres que incidimos decisivamente en las configuraciones mentales, espirituales, éticas y estéticas de las generaciones que están a nuestro cargo. Entramos en el campo de la profesión de quien educa, sus retos, sus motivaciones y sus condiciones.
En palabras del escritor Henry Adams, “el maestro deja una huella para la eternidad; nunca puede decir cuándo se detiene su influencia”, ahí radica el sentido de responsabilidad, el entendimiento de que con nuestros discursos y nuestras acciones enseñamos, transformamos, modificamos y posibilitamos comprensiones del mundo, de los sujetos y de las relaciones con su entorno.
Si entendemos que la educación es una relación, nuestra labor como docentes tiene la tarea de construir puentes hacia adentro de los estudiantes que les permitan tener consciencia de sí mismos; de la misma manera, construir puentes hacia afuera, que posibiliten habitar el mundo de la mejor manera posible, dentro de marcos éticos y responsables.
En medio de la dura realidad que hoy afronta el país con un panorama de desafuero y violencia contra líderes populares y defensores de derechos humanos, en un claro atentado contra la dignidad humana que pone en peligro la esperanza y el deseo de los colombianos de tener un país en paz, cabe a nosotros los maestros sembrar semillas de esperanza y de reconciliación nacional, con pasión, amor profundo y alta competencia académica. Nos asiste la responsabilidad de formar y educar para la comprensión de los problemas del país y la transformación social.
* Rector, Universidad Pedagógica Nacional.