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En nuestro país, la panela es un alimento de alta relevancia cultural, gastronómica, económica y social. Aunque su elaboración y consumo se da en múltiples lugares del mundo, Colombia es el segundo productor mundial, después de la India, y el primer consumidor. Según la Federación Nacional de Productores de Panela (Fedepanela), cada colombiano consume unos 19 kilos al año y la panela supone el 2,18% del gasto en alimentos en los hogares. Esta delicia gastronómica presente en muchas de nuestras comidas típicas, además de estar profundamente enraizada en la tradición colombiana, resulta ser el sustento económico de muchas comunidades campesinas, afros e indígenas a lo largo y ancho del país.
Así, en el territorio nacional los grandes productores de azúcar y sus grandes monocultivos conviven con una importante tradición de producción panelera que continúa siendo el principal motor de la comercialización de este producto, y que no solo permite la obtención de ingresos de subsistencia para las familias, sino que logra articular las dinámicas de vida de las comunidades en torno a la plantación de la caña y a la producción a partir de trapiches artesanales y de organización colectiva. A menudo, varios vecinos poseen colectivamente un trapiche artesanal, con molinos accionados por pequeños motores o mediante fuerza animal. Además, la panela resulta ser un producto que genera un valor agregado a las fincas, porque implica la transformación de la caña desde pequeñas parcelas campesinas a un producto de consumo que permite mejorar la economía de las familias, pues la caña al ser comercializada tiene valores muy bajos en el mercado.
El grueso de la producción panelera proviene de los pequeños campesinos, las explotaciones a gran escala, es decir, con extensiones de tierra superiores a 50 hectáreas, suponen apenas un 5% de la producción total. En contraste, el mercado a nivel mundial ha aumentado significativamente en los últimos años. El trabajo de los productores paneleros ha ocasionado el crecimiento de las exportaciones; solo entre enero y julio de 2019, se presentó un aumento del 40% pasando de 3.503 toneladas a 4.911, representado en 1,7 millones de dólares, de acuerdo con cifras de Fedepanela.
Sin embargo, en los últimos días se ha presentado en el país una fuerte polémica asociada a varias solicitudes nacionales e internacionales que pretenderían patentar el procedimiento tradicional para la elaboración de este importante producto de nuestra gastronomía. Los gremios paneleros indican que su actividad se vería amenazada en caso de aprobarse estas patentes, pues la solicitud del empresario Jorge Enrique González para patentar un método de producción muy similar al de la panela sigue en firme ante la Superintendencia de Industria y Comercio.
La patente interpuesta por González busca licenciar un método para procesar la caña de azúcar y preservar el policosanol, es decir, una mezcla de substancias serosas presente en la planta, durante la producción de una bebida a base del jugo de caña. Este proceso industrial se asemeja casi que por completo, según Fedepanela, a prácticas que por generaciones han protegido los paneleros de Colombia.
Dignidad Panelera y Dignidad Campesina, también opositoras a la patente, indican que la misma pone en riesgo los ingresos de más de 350.000 familias que generan 1′700.000 empleos directos, lo que equivale al 12% de la población rural económicamente activa. El otorgamiento de la patente propiciaría la monopolización de la panela en el país, haciendo que su dueño sea acreedor de ganancias cuando el procedimiento sea empleado por un tercero. En esa medida, las distintas comunidades y organizaciones campesinas, afros e indígenas que hoy en día subsisten gracias a la producción de panela no solo se verían abocadas a las demandas y límites interpuestos por el mercado, sino que además tendrían que pagar al dueño de la patente para poder elaborar un producto que han hecho durante toda la vida.
Defender la producción cultural de la panela y evitar que sea patentada rescata una tradición cultural que tiene más de cien años y propicia la organización comunitaria de múltiples familias que resulta en vida digna para las comunidades. En esa medida, realizamos un llamado a la SIC y a la sociedad colombiana para impedir que intereses particulares nos arrebaten este conocimiento que es de todos los colombianos.
* Rector, Universidad Pedagógica Nacional.