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El acuerdo suscrito entre el gobierno nacional y las plataformas estudiantiles y profesorales el 14 de diciembre de 2018, no solamente contempló aspectos esenciales de sostenibilidad financiera de las universidades públicas en términos de recursos para la base presupuestal e inversión; también implicó en el punto 15 una revisión profunda sobre las políticas públicas para publicaciones científicas y divulgación de conocimiento lideradas por el entonces Colciencias, hoy Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
El acuerdo suscrito indica que “Las universidades públicas, editores, estudiantes de pregrado y posgrado, academias de ciencias e integrantes de la mesa de diálogo serían responsables de revisar las políticas públicas para publicaciones científicas y de divulgación en Colombia y hacer los comentarios pertinentes. Esa política pública debe incluir la identificación y valoración de un nuevo conocimiento derivado de todas las áreas, reconociendo los saberes tradicionales y ancestrales dentro de los diversos ejercicios de producción intelectual desde la cosmovisión de las diferentes etnias entendiendo la diversidad y la multiculturalidad”.
En este orden de ideas, el pasado 16 de abril en mesa nacional de diálogo como representante del Sistema Universitario Estatal (SUE), expuse sendas consideraciones derivadas de un análisis crítico sobre los ajustes que se llevaron a cabo en el nuevo modelo de medición de Minciencias, tomando como insumo un documento elaborado por el profesor Alexis Pinilla, subdirector de investigación de la Universidad Pedagógica Nacional.
El punto central del análisis se puede basar en los estudios sociales de la ciencia realizados desde la perspectiva latinoamericana en los cuales se hace alusión a la necesidad de generar políticas públicas y estrategias que fomenten y fortalezcan la investigación de las comunidades locales en los territorios, fortalezcan las alianzas estratégicas en América Latina y puedan constituir un nuevo referente para balancear el desequilibrado panorama de producción científica en el mundo en donde los modelos de producción son basados en estándares de los países “desarrollados” perpetuando la distribución de países de centro, como aquellos productores de conocimiento y tecnología de punta, y periferia como los nuestros, que simplemente consumimos conocimiento científico y tecnológico.
Autores como Pablo Kreimer de la Universidad Nacional de Quilmes de Argentina, han hecho referencia a la necesidad de cuestionar estos modos de producción y circulación del conocimiento, evidenciando la necesidad de construir dinámicas más justas que respondan a las características y necesidades del contexto latinoamericano; en tal sentido, en el presente escrito me dispongo a realizar un análisis de los ajustes hechos a los parámetros de medición de grupos de investigación, válidos también para el modelo de medición de revistas científicas en Colombia.
El modelo que se ha venido instaurando en las últimas convocatorias tanto de medición de grupos de investigación, investigadores como de revistas, ha estado basado en el número de publicaciones nacionales en revistas europeas o norteamericanas y el porcentaje al que equivalen esas publicaciones a nivel mundial; por ejemplo, en datos de 2018 en los que Colombia tenía un bajo aporte equivalente al 0,2% de la producción mundial según estándares internacionales, debido a que del 86,4% de los artículos que se publicaron en revistas nacionales sólo el 13,8% fue acreditado en bases de datos como Web of Science o Scopus y el 45% de revistas se catalogan como de bajo impacto aunque estén acreditadas por Publindex. A partir de esto el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación ha centrado la mirada en un modelo que se adapte cada vez más a las exigencias impuestas por las plataformas europeas y norteamericanas, sin reconocer las trayectorias y trabajos realizados por los equipos académicos de las revistas nacionales. Esto se ha venido plasmando en los modelos de medición de los últimos años; como se puede observar en los resultados de las convocatorias, mientras que en el IBN de Publindex para el 2014 había 523 revistas clasificadas (29 en A1, 146 en A2, 122 en B y 226 en C), en la convocatoria 768 de 2016 pasaron a ser 246 revistas y en la convocatoria 830 de 2018 quedaron 275 revistas categorizadas, de las cuales solo 3 alcanzaron la categoría A1 y 10 la categoría A2. Si se compara con la clasificación que existía en 2014, la reducción del número de revistas indexadas fue cercana al 50% si se observa de manera general, si se revisa en las categorías A1 y A2, su reducción fue del 93% en cada una. Estos resultados lejos de fortalecer la producción académica nacional, reflejan el valor que tienen los esfuerzos y la trayectoria de los equipos académicos de las publicaciones nacionales para estos procesos de medición y quienes los proponen. En suma, esta situación también impacta de manera directa los salarios de los profesores de carrera de las universidades públicas, para quienes la manera de mejorar sus condiciones salariales es a través de la productividad académica.
Partiendo del análisis realizado por el profesor Alexis Pinilla, en esta versión, en la convocatoria 894 de 2021 de Minciencias se pueden apreciar cuatro cambios importantes, el primero de ellos está asociado al campo de la apropiación social del conocimiento y la divulgación pública de la ciencia, ya que si bien de manera general conserva definiciones propuestas en la anterior convocatoria y evidencia la intención de fortalecer los vínculos de los grupos de investigación con las comunidades y la circulación del conocimiento especializado entre pares académicos, no tiene en cuenta el periodo pandémico por el que atraviesa el país. De otro lado, aparece como nuevo aspecto la tipología “producción bibliográfica”, la cual agrupa aquellos productos que no alcancen los niveles de libro de investigación y/o capítulos de libros de investigación en los productos de generación de nuevo conocimiento. Esta última categoría agrupa libros de formación, boletines divulgativos de resultado de investigación, libros de divulgación de investigación y/o compilación de divulgación, manuales y guías especializadas y libros de creación; no obstante, el peso que tienen estos productos para establecer el indicado del grupo de investigación es inferior al de los productos catalogados de nuevo conocimiento. Esto puede tener una incidencia en la clasificación de los grupos de investigación, ya que productos valorados en categorías altas en anteriores mediciones pueden perder su valor en la actual convocatoria.
El segundo cambio está referido a la tipología de libros y capítulos de libros de investigación, ya que fueron modificadas sus definiciones, requerimientos de existencia y de calidad. De acuerdo con el análisis realizado por Ossa, Cudina y Burbano y por el profesor Pinilla, los cambios en estos productos se pueden resumir así: los productos A1 están asociados al reconocimiento de premios o menciones especiales de trayectoria nacional o internacional; se deben ubicar en el primer cuartil superior de su gran área de conocimiento; y deben ser editados por un fondo editorial externo a la institución a la que es afiliado el autor, el software de Minciencias filtrará las citas registradas en los últimos diez años excluyendo aquellas provenientes de investigadores que tengan la misma filiación institucional de los autores. En contraste, en la convocatoria 833 de 2018, estos productos se clasificaron como A1 si el libro resultado de investigación había sido citado en revistas categoría A1, A2, B o C o en libros categoría B. Estos ajustes en la manera de valorar los capítulos de libros y libros producto de investigación pueden traer consecuencias tanto en la tarea que vienen desarrollando los fondos editoriales de las universidades en materia de divulgación del conocimiento que producen sus investigadores, como en el uso que la comunidad universitaria hace de los productos derivados de la actividad investigativa. Estos cambios pueden desincentivar la financiación editorial por parte de las universidades, causar la migración de la producción interna a otros fondos editoriales y traer implicaciones en los indicadores que se presentan en los procesos de acreditación del Consejo Nacional de Acreditación.
Como tercer punto se encuentra el tema de los cuartiles a partir de las grandes áreas de conocimiento, cuya clasificación fue tomada de la realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que define seis grandes áreas dentro de las que se encuentran: ciencias naturales, ingeniería y tecnología, ciencias médicas y de la salud, ciencias agrícolas, ciencias sociales y humanidades. Para el caso de la Universidad Pedagógica, los grupos de investigación se encuentran adscritos al área de ciencias de la educación, la cual, a su vez, hace parte de la gran área de las ciencias sociales junto a otras ocho áreas: psicología, economía y negocios, sociología, derecho, ciencias políticas, geografía social y económica, periodismo y comunicaciones y otras ciencias sociales. Con los cambios realizados, nuestros grupos de investigación deberán medirse no solo con la producción de grupos adscritos al área de ciencias de la educación, sino que además competirán con los productos de los grupos registrados en las otras ocho áreas que hacen parte de las ciencias sociales en el modelo de la OCDE. De nuevo, existe la posibilidad de que productos ubicados en las más altas categorías en la convocatoria 833 pierdan esta condición en la actual medición, lo cual pondrá en peligro la clasificación actual de los grupos.
Finalmente, el cuarto aspecto está relacionado con la trayectoria de los investigadores y las altas exigencias para que puedan ser promovidos de categoría junior a asociado, lo que se restringe a su productividad en la ventana de observación, desconociendo su trayectoria académica.
En síntesis, la convocatoria para el reconocimiento y medición de grupos e investigadores 894 de Minciencias, lejos de fortalecer e incentivar la investigación, puede entenderse como una estrategia de contención y en algunos casos de regresión, lo que plantea un panorama desolador sobre los alcances, metas y desafíos de la investigación en el país, en tal sentido, realizamos un llamado al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, a replantear esos requisitos con unos más acordes a las realidades y necesidades de nuestro país.
*Rector, Universidad Pedagógica Nacional