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A primera vista Colombian Psycho, la novela más reciente de Santiago Gamboa, no parece ser una lectura apropiada para estos días de descanso y regocijo. El lector que busque un remanso de paz que lo aleje de la vorágine diaria de noticias perturbadoras que pueblan los espacios periodísticos en Colombia no lo va a encontrar en las páginas de este intrigante relato policial que se inscribe con muy buenos títulos entre las mejores novelas negras.
En cambio, el lector que sienta, como Gamboa, una indignación inmarcesible por los atropellos que nunca deberían ser olvidados porque mancharon para siempre el nombre de Colombia, como los aberrantes crímenes atroces disfrazados con el rótulo insulso de “falsos positivos”, no podrá escapar a la fascinación que produce este thriller. Es una macabra y apasionante narración de confabulaciones delictivas con ramificaciones políticas y financieras construida como un rompecabezas con piezas y retazos tomados por el autor de la brutal realidad colombiana.
La novela de Gamboa describe en forma descarnada y minuciosa una cadena de asesinatos tan espeluznantes que solo pueden resultar verosímiles en un país como el nuestro, que ha acumulado en menos de un siglo un catálogo de bestialidades que van desde los cortes de franela y los magnicidios hasta las masacres de inocentes y las desapariciones forzadas, aún hoy a la orden del día. Ahí están de cuerpo entero, aunque no aparezcan con sus nombres, los monstruos que han patrocinado, financiado y amparado a los delincuentes —algunos de ellos con uniforme y otros con curul en el Capitolio— que convirtieron nuestro territorio en el escenario de los peores odios y las venganzas más sangrientas, todo por la ambición desenfrenada del poder y el dinero.
Al suspenso de la trama criminal que atrapa al lector desde la primera página se suma el de la investigación paralela que adelantan un fiscal acucioso y una periodista atrevida y valiente para descubrir a los asesinos ocultos, poniendo en riesgo sus propias vidas. Estos y otros personajes, incluido el autor, se mueven en escenarios familiares para cualquier colombiano, frecuentan los cafés y restaurantes favoritos de políticos y periodistas, utilizan el lenguaje que hace tiempo desplazó al castellano castizo de la supuesta Atenas suramericana y enfrentan los mismos enemigos que hostigaron a tantos otros compatriotas caídos en el cumplimiento de su deber, víctimas de la tenebrosa mano negra que opera entre nosotros desde hace tantas décadas.
Como telón de fondo de la escabrosa trama de asesinatos aparece con todos sus rasgos el cuadro de la gran tragedia nacional, inescapable en cualquier relato real o ficticio de lo que ocurre todos los días en este país. Gamboa retrata con mano maestra la hipocresía e indolencia con las que se ha pretendido ocultar la verdad de nuestra historia reciente y, al hacerlo, rinde un merecido y elocuente homenaje a las víctimas de todas las formas de violencia made in Colombia, comenzando por las que se jugaron la vida en la búsqueda de la justicia y la verdad, como los protagonistas centrales de Colombian Psycho. Son los héroes de la ley y de la libertad de prensa, cuyos perfiles se destacan en el horizonte de luces y sombras sobre el cual la pluma del novelista traza la geografía política, social y moral del país.
A semejanza del Yo acuso de Émile Zola, la novela de Gamboa es una denuncia de la oscura urdimbre de corrupción, injusticias, manipulaciones y mentiras que dominan la vida colombiana y, a la vez, un llamado de atención a sus compatriotas para que miremos cara a cara esa realidad y hagamos cada uno lo que pueda para frenar la descomposición del país y enrumbarlo hacia un futuro mejor.