![“[En Cuba] puede estar el germen de un híbrido político y económico tan exitoso como el modelo chino”: Leopoldo Villar](https://www.elespectador.com/resizer/v2/QSFI65PSLATGYVUZ2E45P3ZFTI.jpg?auth=55477b0d009215b2b24dc53bb373cab7da46143dc6a7768d456c9538d64bb49e&width=920&height=613&smart=true&quality=60)
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Como una bocanada de aire fresco que rompe la monotonía y contrarresta la mediocridad del debate público en Colombia, llegó la columna de Julio César Londoño publicada el sábado 8 de marzo en El Espectador: una mirada desprevenida a la realidad cubana actual, fruto de una visita a la isla que ha sobrevivido al mayor bloqueo impuesto por una potencia mundial a un país pequeño y pobre. Solo por el coraje de su pueblo, Cuba ha podido enfrentar más de 70 años de asedio, acorralamiento y mil formas de agresión por parte del mayor poder militar y económico que ha conocido la humanidad y que hoy está bajo el comando de Donald Trump.
Mientras entre nosotros las disputas minúsculas invaden los medios y las redes sociales, en Cuba transcurre la vida en medio de la escasez, pero hay seguridad en las calles, atención insuperable en los centros de salud y generosos subsidios al deporte y la cultura. No sabemos de ningún otro país del mundo donde se pueda comprar un libro por el equivalente de un centavo de dólar o 40 pesos colombianos y donde todavía circulan, mantenidos impecablemente, automóviles modelo 1959.
Un simple ejercicio de la imaginación nos puede servir para apreciar la hazaña cumplida por el pueblo cubano desde aquel año, el inaugural de su revolución, durante la larga travesía en la que nada pudieron contra él las turbulencias de la Guerra Fría, ni el desmoronamiento de la Unión Soviética –que fue su principal sostén–, ni los continuos ataques de Estados Unidos, que están arreciando ahora con la llegada de Trump a la Casa Blanca.
Quienes vivimos como propia la gesta de la Revolución Cubana desde su nacimiento en las montañas de la Sierra Maestra no olvidamos lo que ese hito histórico significó en su momento para la América Latina, cuyos países han sufrido desde su independencia la dominación de la potencia hemisférica y la tragedia de las dictaduras estimuladas y amparadas por ella. Antes de 1959, Cuba era prácticamente una posesión de Estados Unidos y un lugar de diversión de los siniestros personajes de la mafia estadounidense. La existencia de la base de Guantánamo, que los gobiernos de Estados Unidos han utilizado como prisión para sus enemigos más odiados y hoy se emplea para recluir a inmigrantes deportados del territorio estadounidense, es un recordatorio permanente de lo que han significado dos siglos de coloniaje.
Claro está que la hazaña de la pequeña banda de revolucionarios encabezada por Fidel Castro no se logró de la noche a la mañana sino tras años de una dura lucha. Así ha ocurrido con todas las revoluciones. Basta recordar que la más importante del siglo XX, la que puso fin al imperio zarista en Rusia, tropezó con serios reveses durante más de diez años antes de ser coronada primero con el alzamiento de 1905 y finalmente con el triunfo de 1917. No menos arduas fueron las luchas que condujeron a la Revolución Mexicana y la Boliviana, para mencionar solo algunas de las que jalonan la historia de América Latina. Colombia es la gran ausente de esta lista, aunque aquí también hubo importantes movimientos prerrevolucionarios, como el de José Antonio Galán, principal antecedente de las luchas que pusieron fin al coloniaje español.
Que Cuba siga sobreviviendo en un mundo tan agitado como el actual es una magnífica noticia porque muestra que en el planeta todavía hay espacio para los pueblos que se rebelan contra la injusticia. Como bien dice Londoño en su columna, la isla debería ser un laboratorio social cuidado celosamente por el mundo, porque allí puede estar el germen de un híbrido político y económico tan exitoso como el modelo chino. La fórmula que combine el vigor de la economía de mercado con el equilibrio de la economía social, una solución que han buscado inútilmente y por distintos caminos casi todos los países de nuestra región y que Cuba podría hallar si, por un milagro, se pudiera librar de la asfixia a la que está sometida.
