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La decisión del presidente Joe Biden de desbloquear miles de millones de dólares en activos de Venezuela, congelados por Estados Unidos en el exterior como parte de las sanciones impuestas al régimen de Caracas desde 2015, es la primera que cae de una hilera de fichas de dominó imaginada como símbolo del rompecabezas político venezolano. Esta ficha empujará a la siguiente para reactivar la mesa de diálogo entre el gobierno y la oposición en México. Luego se derrumbarán los demás obstáculos para las elecciones en 2024 y el regreso del país vecino a la comunidad interamericana.
No creo pecar de ingenuidad al vislumbrar estos desarrollos, que darían paso a una nueva narrativa sobre la realidad venezolana, muy distinta de la que criticó el presidente Lula da Silva en la cumbre suramericana realizada en junio pasado en Brasilia al afirmar que sobre Venezuela existen muchos prejuicios. Me valgo del testimonio de un amigo venezolano que vive en Bogotá y viaja con frecuencia a su país para emitir una opinión sustentada en apoyo de la afirmación de Lula.
El amigo me relató que la vida reciente de su país no ha sido como la pintaron aquí. Encontró que los precios de los víveres en los abastos, como llaman allí a los mercados de barrio, son semejantes a los que pagamos aquí. Asistió al teatro, almorzó en restaurantes y recorrió parques y plazas, donde observó obras nuevas. Utilizó el metro con la grata sensación de ver que sus estaciones y los vagones de los trenes lucen impecables, como se ve en las imágenes que captó con su celular.
El amigo apreció, por otra parte, el efecto devastador del bloqueo, visible en la reducción de operaciones de empresas públicas y privadas, y en fenómenos como el deterioro del parque automotor. En contraste, observó que la gente disfruta las diversiones tradicionales y vive con tranquilidad y seguridad no solo en los sectores residenciales de las clases altas y medias sino también en los barrios populares de Caracas como el 23 de Enero.
A quienes vivimos en la espléndida ciudad que fue la capital venezolana en los años de la bonanza petrolera y el florecimiento democrático tras la dictadura de Marcos Pérez Jiménez nos endulza el oído escuchar estas noticias, tan distantes de la narrativa pesimista que se construyó sobre la Venezuela chavista, como lo anotó Lula. Es bueno conocer la otra cara del país que algunos ocultaron, como en otros tiempos se ocultó lo positivo de Colombia. Porque los colombianos sufrimos durante mucho tiempo un tratamiento semejante cuando por culpa de personajes como Pablo Escobar fuimos catalogados sin distingos como narcotraficantes.
El levantamiento del bloqueo por el Gobierno de Washington es una buena noticia para Venezuela y sus vecinos, pues ayudará a restablecer la normalidad en una región afectada por demasiados problemas. Lo único que se podría cuestionar es que Estados Unidos se demoró en dar este paso. Pronto pasarán a la historia las miradas simplistas estimuladas por sectores interesados que generaron una imagen nefasta de Venezuela, como antes lo hicieron con Colombia. La versión de quienes nunca simpatizaron con Hugo Chávez, aunque no correspondiera sino parcialmente con la realidad, fue la de un país destruido por quienes lo gobiernan desde hace más de 20 años, sin contemplar el peso de factores externos como el de las sanciones. No hay que olvidar que estas comenzaron por propinar a la industria petrolera, el corazón de la economía de Venezuela, un golpe equivalente al de una cuchillada en la yugular.
Las afirmaciones absolutas, como las que se ha solido aplicar a Venezuela y las que se utilizaron para difamar a Colombia en años pasados, solo pueden ser calificadas como verdades a medias. Relatos engañosos que contienen algún elemento de verdad, pero no toda la verdad. Narrativas, como dijo Lula, construidas en contra de las evidencias y, por lo tanto, muy cercanas a la mentira.