Venezuela se abre al mundo
Leopoldo Villar Borda
Después de dos décadas turbulentas y más de una de aislamiento internacional, crisis económica y un conflicto político que no parecía tener solución, Venezuela está recuperando lentamente la normalidad. Se está abriendo al mundo, como le pidió hace 25 años a Cuba el papa Juan Pablo II durante la visita que hizo a la isla cuando todavía gobernaba Fidel Castro.
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Después de dos décadas turbulentas y más de una de aislamiento internacional, crisis económica y un conflicto político que no parecía tener solución, Venezuela está recuperando lentamente la normalidad. Se está abriendo al mundo, como le pidió hace 25 años a Cuba el papa Juan Pablo II durante la visita que hizo a la isla cuando todavía gobernaba Fidel Castro.
Aquella visita hizo historia porque fue la primera de un sumo pontífice de la Iglesia católica al país donde triunfó una revolución que rompió con las tradiciones políticas y religiosas que España le legó a toda la América Latina. Algunos creyentes fanáticos posiblemente la vieron como un encuentro de Dios con el Diablo, pero los observadores objetivos la calificaron como un parteaguas en la historia cubana. La presencia del papa sentó un precedente clave, sobre todo por el llamado que Juan Pablo II hizo el 21 de enero de 1998 en el aeropuerto de La Habana al pronunciar su primer discurso a los cubanos: “Que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.
Después de la cubana, la revolución que impulsó Hugo Chávez en Venezuela a partir de 1999 ha sido el fenómeno político que más ha marcado a la América Latina en los últimos tiempos. Contra ella se han provocado invasiones armadas, ofensivas diplomáticas y sanciones económicas comparables a las que ha soportado Cuba. Los ataques arreciaron tras la muerte de Chávez en 2013 y su reemplazo por Nicolás Maduro, a quien varios gobiernos, comenzando por los de Estados Unidos y Colombia, han buscado derrocar. Pero como la política internacional también es dinámica, se han empezado a juntar las piezas de un rompecabezas que abre las puertas del mundo a Venezuela y le permite a Venezuela abrirse al mundo.
Hace apenas unos meses nadie podía pronosticar que se descongelaran las relaciones internacionales de Caracas, paralizadas por las sanciones contra el régimen chavista, ni que a sus playas volvieran los turistas como en las mejores épocas y como se les vio llegar hace poco en un crucero europeo, el primero que atracó en 15 años en la isla Margarita, un destino que siempre fue popular para los extranjeros, pero que permanecía cerrado desde la década pasada.
Tampoco parecía factible un acercamiento entre Maduro y el Gobierno de Estados Unidos, que durante varios años buscó abiertamente la caída del chavismo. Menos aún se veía venir el fin de la “presidencia interina” de Juan Guaidó, la marioneta que utilizó Washington para emprender la cruzada contra Maduro, cuando la Colombia anterior a Gustavo Petro constituyó la primera línea.
Los planetas de una nueva realidad mundial favorable a Venezuela comenzaron a alinearse cuando menos se pensaba. La invasión de Rusia a Ucrania y sus efectos sobre el mercado de hidrocarburos rescataron el papel de proveedor clave que siempre tuvo el país vecino para los consumidores estadounidenses y Washington, ni corto ni perezoso, reanudó el diálogo comercial con Caracas. Los nuevos vientos han soplado en favor de una recuperación económica venezolana y a todo esto se suma el impacto altamente positivo de la reapertura de la frontera con Colombia y la consiguiente normalización de las relaciones binacionales.
No se necesitó la visita ni el llamado de un papa para que todo esto ocurriera, aunque Juan Pablo II también estuvo en Caracas, no solo una sino dos veces. Lo hizo en 1985, cuando el presidente de Venezuela era Jaime Lusinchi, y en 1996, cuando ocupaba el cargo Rafael Caldera, el mandatario a quien correspondió entregar el poder a Chávez. Lejos estaba entonces el pontífice de saber que los venezolanos pasarían después por una situación parecida a la de Cuba. Pero casi tres décadas después de su última visita, los ecos del llamado que hizo en La Habana parecen estar resonando en Caracas.