A un paso del gran asalto

Lorenzo Madrigal
30 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.
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Se le ha puesto precio a la caída de Nicolás Maduro, a la caída en poder de la DEA norteamericana. No hay que mirar si se trata de un rescate mayor o menor; es evidente que el problema no es la cuantía. El asunto lastimoso y ofensivo es que se le ponga precio a un presidente latinoamericano por parte de la potencia del Norte.

El presidente Trump invade finalmente a Venezuela, como muchos pensaron que podría suceder. Y lo hace cuando asume un hecho de esa magnitud para compensar lo que puede sobrevenirle como daño económico por causa del virus que azota al mundo. En cuanto la prosperidad en este campo le está avalando por ahora la reelección presidencial.

Maduro es un lunar en la democracia de América y no dan ganas de defenderlo, pero el atropello es similar al que se consumó con el dictador Noriega en Panamá, que terminó siendo llevado a prisión gringa, destronado y humillado. Ocasión en que Panamá fue más propiedad del Estado del Norte que cuando fue robada a Colombia con aquel cínico I took Panama.

Si las cosas se llevaran a cabo, lo que no es probable ya que Trump amenaza y se frena, se desataría tremenda revuelta y conflicto internacional. Y me he referido a invasión de Venezuela pues si algún caza fortunas entregare a Maduro (no sé cómo lo haría, aunque saberse dónde está es fácil: en el palacio de Miraflores), lo que sigue es la presencia de los marines norteamericanos en el corazón de Caracas. La denuncia del gobierno dictatorial de Venezuela ha estado a cargo de Colombia, en tiempos de Duque y de cincuenta o más países amigos, pero supongo que el sistema de recompensa y captura por cuenta del que es considerado el imperio del Norte no va a complacer a los países conjurados legítimamente contra el dictador.

Otra forma de acabarse el mundo sería la de llegar a la imprudencia de enfrentar las bombas atómicas. Otra forma, porque ya conocemos lo que nos puede asustar un microscopio y en las que estos lentes avizores tienen al mundo.

***

A propósito del tema obligado, el del coronavirus (tema nuestro y del universo mundo, diría San Ignacio), estamos saturados de información y somos público cautivo de esa única noticia.

Explicar es algo muy difícil y muchas explicaciones confunden. Ya el ciudadano no sabe cómo lavarse las manos, pese a tantos discursos del presidente y del ministro de Salud (tema casero que no les incumbe), espantados como estamos con las “goticas” que expelemos, según nos dice el doctor Prada, célebre epidemiólogo, y con que no podamos ni tocarnos la cara porque nos contaminamos de nosotros mismos. Tampoco está claro si el uso del tapabocas es para proteger a los demás de nosotros o para nosotros protegernos de ellos, pero todos los usamos en la calle, cuando salimos del carcelazo.

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