Qué hermosa palabra: “Asilo”. Me ha seducido siempre o, por lo menos, desde cuando incursioné ligeramente en los campos del derecho como estudiante, que no he dejado de serlo. Asilo, refugio, protección, palabras que parecen extraídas de los discursos, sermones, de San Juan Crisóstomo, amparo que lo dio primero la iglesia.
Y es que “asilo” pareciera ser el antiderecho. Y no, es el derecho en su esencia primera, en su síntesis, en su gran contenido. Allí se condensa la ley que pone límites a la conducta humana. Allí se frena, de tajo, el Estado-policía. Qué raro que, por razones políticas, gobiernos dictatoriales de la región...