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Bélico

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Lorenzo Madrigal
06 de febrero de 2023 - 02:05 a. m.
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Corría el año de 1958, era reciente aún la dictadura de Gustavo Rojas y gobernaba al país como solución provisional la Junta Militar de Gobierno conocida como “los Quíntuples”. Ese tibio, y ya no tan tibio, sol de mediodía de la sabana de Bogotá calentaba la ciudad por esos lados de la carrera 15 con la calle 37, barrio Teusaquillo.

Calle nutrida de políticos. El propio Rojas vivía en esa misma calle y muy cerca estaba la que fue última morada de Laureano Gómez. Por allí mismo, la que fue residencia de Domingo Esguerra y la del no tan político, pero casi, monseñor José Vicente Castro Silva, rector del Colegio Mayor del Rosario.

Era, además, el día electoral y con mi padre vimos, cuando salía a votar, a nadie menos que a Laureano Gómez, ya muy acontecido en su salud y ayudado para subirse al vehículo. Lo rodeaban en ese patio de entrada los tres precandidatos que el propio Laureano había escogido para comenzar la alternación del Frente Nacional y como propuesta al liberalismo, a saber: Belisario Betancur, Jorge Leyva y Alfredo Araújo Grau. Al parecer, no era aún pecado mortal ante la opinión recalcitrante, como lo es hoy, depender del icónico jefe político.

Para un pequeño público que se acercó a la quinta era una curiosidad ver a Laureano recién venido de España, de su exilio voluntario, concretamente de Sitges y Benidorm, donde se había gestado, con Alberto Lleras, el gran expresidente liberal —si hay que decirlo— el pacto de paz del Frente Nacional, que puso fin a la guerra de muchos años entre los dos partidos históricos.

Allí vi por primera vez a Belisario y ya entonces pensé que sería un presidente ideal, porque trasuntaba cordialidad, sencillez y muy amplio criterio, lo que demostró luego en su carrera pública. Tenía entonces 35 años. Más joven había sido periodista y jefe de redacción en el diario La Defensa de Medellín, el que vi arder desde el balcón de mi casa de Giraldo con Ayacucho, el aciago 9 de abril de 1948, imagino que sin Belisario adentro.

A Belisario Betancur se le llamó “Bélico”, por sonoridad, no porque fuera hombre de batallas ni de guerra. Es más bien curioso que en lo que vamos relatando ya hay una quema y habrá otra, la del Palacio de Justicia, siendo él presidente, bombardeos que padeció por estar en los distintos frentes como protagonista, mas no como provocador de conflictos.

Hombre de buen humor fue este presidente pluralista, cuyo nacimiento data de hace 100 años. La anécdota con el expresidente Turbay dice mucho de su carácter. Decía el jefe liberal que debiendo enfrentarse a Belisario lo único que le nacía era abrazarlo.

Tuvo con este caricaturista deferencia especial, que no seducción política, por la casual creación de la monja de Palacio, con la que se tradujeron muchos hechos de su gobierno que él nunca tomó a mal, sino que lo divertían.

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