Del debate muchos han hablado y seguirán hablando. Cuando le llegue a algún lector mi atrasado escrito, las cosas que digo ya otros las han dicho y mejor (con la gracia de Samper Ospina, por ejemplo, aunque insisto, yo no soy humorista), con la documentación de Vladdo (el tipo escribe o escribe por él la inteligencia artificial, con autorización) y así.
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Del debate muchos han hablado y seguirán hablando. Cuando le llegue a algún lector mi atrasado escrito, las cosas que digo ya otros las han dicho y mejor (con la gracia de Samper Ospina, por ejemplo, aunque insisto, yo no soy humorista), con la documentación de Vladdo (el tipo escribe o escribe por él la inteligencia artificial, con autorización) y así.
Los comentaristas dicen que ganó Kamala Harris (ya no salimos de Baracks, Obamas y Kamalas). Yo pensaba lo mismo hasta que llegaron las preguntas internacionales y fue cuando el King Kong este de Trump se desató con la necesidad de poder contener a Putin, de salvar a Zelensky y otras cosas y dejó en las mentes americanas la idea de un machote de ese estilo que puede más que una graciosa dama como Kamala. Otros sufragantes podrían pensar que un Trump reelecto desataría cataclismos de miedo.
No se debatieron a fondo los distintos puntos enfrentados. Trump, reiterativo con su tema de los inmigrantes, la frontera invadida por gente de pésima condición y, en cambio, zafándose él mismo de sus pecados contra la democracia, en cuanto a lo del Capitolio en el 2021. Por su parte, Kamala, con interés en temas cortos, que le tradujeron como pequeños negocios (pymes, entre nosotros) y afirmando que ella misma creció en uno de ellos, prometió favorecer a familias de ese estatus, que representan una clase media de gran peso poblacional y electoral. Kamala habla pausadamente, sin extenderse, sin conocimiento a profundidad del tema. Ella, en lo personal, maneja una bella sonrisa casi permanente, sus ojos son redondos, tipo copa-de-brandy, con aquella ensoñación de la raza –que la tiene–, el iris adormilado sobre la parte blanca del ojo o esclerótica. Mujeres, como hombres, han saltado a la notoriedad y gran fama pública desde un lugar común y familiar. Ni ha de calificarse a nadie exclusivamente por su belleza física, pues ello condicionaría al género femenino a exigencias estéticas inequitativas.
Recuerdo el caso del “ingeniero”, que también se vió como alternativa, única posible, a elegir: era él o lo que ya estamos viviendo, la realidad de un presidente de izquierda no bien formada ni responsable, con los efectos de derrumbamiento del país. Claro que el ingeniero Rodolfo (q.e.p.d.) era lo único que la torpeza de muchos –en la que se incurre de nuevo– le dejó a la centro derecha como una posibilidad de sustitución en el poder. Ello habría sido distinto de la incertidumbre que hoy se vive, instalado un jefe de Estado prácticamente comunista, inamovible por la vía democrática. Un personaje, de la importancia de Germán Vargas, nieto de Carlos Lleras, acaba de afirmar que estamos a un hilo del rompimiento constitucional por parte del Gobierno. El mal ejemplo de Venezuela aterra a Colombia. Aquí, al menos, podría salvarnos una arraigada tradición republicana.