¡Cuántos se han ido! La mayoría, sin pena ni gloria. Ya lo dije: que se recuerde, mencionamos a Enrique Peñalosa, por su seriedad, por su ensimismamiento de gerente inabordable, honesto y por ende responsable; no caló entre el público mayoritario, pues no fue populista; algunos no le perdonaron que tomara la decisión de adoptar Transmilenio para la ciudad, huérfana por siempre de metro, como sí lo tienen las grandes ciudades y Medellín, no tan grande, pero perfecta. La ciudad Botero, vaya.
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¡Cuántos se han ido! La mayoría, sin pena ni gloria. Ya lo dije: que se recuerde, mencionamos a Enrique Peñalosa, por su seriedad, por su ensimismamiento de gerente inabordable, honesto y por ende responsable; no caló entre el público mayoritario, pues no fue populista; algunos no le perdonaron que tomara la decisión de adoptar Transmilenio para la ciudad, huérfana por siempre de metro, como sí lo tienen las grandes ciudades y Medellín, no tan grande, pero perfecta. La ciudad Botero, vaya.
Se recuerda, en Bogotá, a Jaime Castro, organizador del escritorio de la metrópolis; mucho antes, a Fernando Mazuera, el de los puentes de la 26, comienzo del progreso. Se recuerda a Gustavo Petro, ¡por Dios!, el de los camiones de basura, con plantas fertilizadas en su interior por el abandono, acabados de adquirir con apariencia de nuevos. Su populismo lo llevó a sacudir los balcones del edificio Liévano y a convocar en la plaza mayor a los conductores de bestia, llamémoslos carreteros, para mejorarles el medio de trabajo, lo que no se supo en qué terminó. Se recuerda el discurso.
Gaitán (Jorge Eliécer) gobernó Bogotá por allá en los años 30, quiso uniformar a los taxistas de la ciudad (traje azul y cachucha); total, él venía de Italia de estudiar derecho penal, hecho un dandy, el muy arribista. El pueblo —así llamó él mismo a su gente de menores recursos— se le rebeló y perdió el puesto (durante la administración López, el más grande).
Andrés Pastrana es uno de los recuerdos vivos de exalcaldes de la capital. Se le recuerda y mal, porque a Andrés no lo han querido. Émulo acérrimo de Ernesto Samper y este, hombre de El Tiempo, lo recuerdan algunos por la caída del puente sobre la autopista norte en la calle 92; fue sin embargo el único célebre político capaz de enfrentar con gracia y ganancioso en el humor al temible Jaime Garzón. Que a usted se le cayó algo en la Alcaldía. Sí, sí, Jaime, se me cayó usted de la Alcaldía menor de Sumapaz, de donde el propio Jaime había salido por algún error. Vencer a un humorista de aquellas condiciones se consideró una hazaña.
Saldrá nada menos que la alcaldesa Claudia López, única mujer que haya llegado por voto popular, donde va la historia, a la sede capital. Por lo contado en un par de entrevistas con Yamid, su labor fue inconmensurable. Habló de la construcción de 35 colegios y de la proyección y el comienzo de obra del metro de Bogotá. Obra en desarrollo que es objeto de sus impulsos rabiosos para defenderla frente a la soberbia dominante del presidente Petro. Es precisamente la carta que se jugaba en las elecciones de ayer (dicho así para cuando este escrito vea la luz). Como quien dice, si iba a regir la autoridad autonómica del presidente socialista, ya a punto de manifestarse en ese consabido estilo. O si prevalecería el claudismo.