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Resucitar es bueno

Lorenzo Madrigal
01 de abril de 2024 - 02:05 a. m.
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Y bueno de verdad. Que resucitara, por ejemplo, Luis Carlos Galán. Dos períodos de gobierno, no consecutivos -pues él era respetuoso- ya habría cumplido y sería un octogenario jefe político, luciendo crespos y bigotes blancos. Habría dejado la huella de otro Alberto Lleras y el país habría recorrido con él una apacible vía de sensatez y buenas costumbres. Estoy imaginando futuribles. Su voz ya cascada se escucharía con avidez en momentos de incertidumbre (¡como estos!). Sus hijos habrían quedado opacados, pues es ley de la vida.

Que no hubiera sido asesinado Jorge Eliécer Gaitán, aunque ya estaría muerto por el factor tiempo. Hablo, pues, de resurrecciones, en conmemoración de la de Jesucristo, de la cual dijo el inefable Pablo que si ella no hubiera ocurrido “vana sería nuestra fe”.

Gaitán habría envejecido buscando lugares cálidos, ya expresidente, por supuesto. Lo que sí creo es que revolucionarios del tipo Chávez nunca lo hubieran tomado como símbolo de sus arbitrariedades, toda vez que Gaitán fue un juicioso jurista.

Resucitar es bueno
Foto: Lorenzo Madrigal

Y voy a escandalizar una vez más, de estar vivo Laureano Gómez, cosa imposible en la contabilidad de los años; viéndolo actuar, los hombres y mujeres de hoy no podrían hacerle el daño que se le ha hecho a su imagen histórica, como si hubiese sido responsable de hechos espantosos. Perdónenme si en mi vetusta imaginación la actual figura un tanto pesada y noble del actual presidente del Congreso, el cabello entrecano y crespo, siendo, como es, altivo luchador verbal y de gran carácter como el que muestra frente al gobierno, me recuerda la de aquel jefe epónimo en sus mejores horas, antes, claro está, de ser casi envenenado por algún cafecillo del capitolio; tiempos eran de odios. Nunca fue Gómez cercano a crimen alguno. Le correspondió, sin embargo, haber sido el padre del victimizado político, cuyos presuntos asesinos ocupan hoy curules legislativas.

Algunas cosas y no solamente personas valiosas de nuestro álbum de recuerdos, sería bueno que resucitaran: el ferrocarril, por ejemplo, modernizado y los señoriales tranvías (en Medellín resucitaron bellísimos), el diseño de los automóviles, a los que imagino con la completa tecnología de absorción de gases y demás. La paz urbana, la de antes, no es recuperable por causa de la población violenta que ha surgido.


Entre mis elementos diarios de dibujo me faltó siempre y nunca resucitó el papel secante de la tinta. ¿A quién le hizo falta? Pues a mí, y me habría ahorrado borrones y malos dibujos, que, claro, los subsana hoy el digitalismo, si alguien lo sabe aprovechar con destreza. Perdonen, pero aún vivo. Nací descifrando conocimientos y personas del pasado; algunas cosas aprendí que otros no, y otras ignoro que la generación Z sabe.

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