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Fácil es ver las razones por las que la revista Semana le encargó al Centro Nacional de Consultoría anticiparse de tal manera con las precandidaturas presidenciales y su respectivo puntaje. Lo que empieza a tener seguramente la repercusión que se espera.
Sin duda este anticipo lo provocaron los anuncios hechos por el mandatario con presagios para el 2026; fueron sus sugerencias preocupantes, como, por ejemplo, la de permanecer en el poder todo el tiempo que el pueblo lo tenga a bien. Lo que en lectura amplia daría a entender que se está aludiendo al pueblo, a la esencia democrática, pero en un Estado de derecho, de reglas fijas, con períodos determinados y acuerdos establecidos por la voluntad general, el capricho popular no se entiende como praxis democrática, sino que suena a usurpación del poder, a perpetuación en el mando, al modo del socialismo autocrático. ¿Va a quedarse Petro en el poder?
Se encuentra en ello la razón que pudieron tener el benemérito don Carlos Lemoine o sus adláteres del reconocido CNC o la revista Semana para adelantarse y anticipar el 2026, echando al vuelo los nombres más sonados en materia electoral. Y, bueno, para evitar que se atraviesen situaciones de facto.
El país no está para que alguien se aferre a la silla presidencial o al Solio de Bolívar o de Santander o de don Domingo Caycedo, que no de maduros ni ortegas ni chávez de ninguna naturaleza. Ni para que amenace al país con ello.
Volvemos, pues, a nuestros galanes y fajardos, tibios y lo que sea, pero propios del país que somos, lento y sensato, y ahí los ven ustedes, encabezando y dejando atrás primeras líneas y alcaldesas sin acabarse de formar, variables como el sol de hoy y la opacidad mañana. Falta que aparezcan en el curso de otros dos años aquellos o aquellas en quienes nadie piensa: un caballero apacible pero firme o alguna impetuosa mujer, que no menciono porque me pondrán el grito en el cielo. Eso faltaba que me dedicara a hacer las veces de don Carlos o de la señora Dávila, sin su autoridad y experiencia.
Los hay que piensan, ya en extremo radicales, en la vicepresidenta, cuya escogencia para la elección pasada fue un imperativo que tuvo Petro en acopio desesperado de votos y hoy debe significarle angustia (“¡Dios!, ¿con qué me irá a salir?”). Dicho esto sin reparo alguno a su piel morena, en plena juventud (“Quo calet iuventus nunc omnis”, verso de Horacio que llevo años sin descifrar, traduciéndolo sí: “En quien vibra juventud ardiente”). Me ufano de haber sido en ocasiones traductor feliz del poeta romano. A mis años, ya finales, recuerdo haber transportado unas, muy pocas, Odas de Horacio, apoyado en la formación clásica y el ejemplo y la sabiduría oxforense del jesuita Manuel Briceño Jáuregui, profesor de juventud, a quien evoco con añoranza.