La selección del nuevo procurador, nominado por el presidente y elegido en buena medida por sus opositores, puede calificarse como milagrosa si se considera el ambiente previo en el Senado, en la opinión y la proximidad de las presidenciales. ¿Petro se plegó a la clase política o sucedió lo contrario? ¿Será el anuncio de la renovada unidad nacional? En realidad, es un primer paso para intentar reencauchar la coalición que ganó en 2022. La bandera de la paz que eligió a Santos y a Petro quiere otro periodo de gobierno a ver si ahora sí será total. Cristo todo lo puede.
Pese a lo que dicen las encuestas y los resultados de las elecciones regionales, en las que sectores independientes pudieron triunfar en la mayoría de las alcaldías y gobernaciones, existen quienes consideran que un “acuerdo nacional” se reduce a los intereses y pactos entre políticos tradicionales, incluido un presidente que va para medio siglo disfrutando las mieles de la burocracia y el Congreso, pero ganó prometiendo el cambio. La elección de procurador se trató de un acuerdo entre políticos en el que el presidente prefirió nominar a un candidato “garantizado” por Santos y Cristo a uno escogido entre sus amigos, convocados a una inútil preselección. El presidente y sus opositores se pusieron de acuerdo para “blindar”, en favor de la clase política, la Procuraduría y, si se puede, las próximas presidenciales. La coalición de 2022 ha sido ampliada. Participan en ella ahora los repotenciados disidentes y exparamilitares como Mancuso.
Salvo por ello no significa un “acuerdo nacional” sino uno entre políticos al mejor estilo del criticado clientelismo y la “vieja”, pero siempre remozada, mala política. La de los intercambios al detal que se sitúa bien lejos del interés general. Se trata de lograr que la coalición que eligió procurador se mantenga unida para influir en asuntos como la elección de magistrados de la Corte Constitucional en 2025; las reformas que se tramitan en el Congreso; las decisiones del Consejo Nacional Electoral y la elección presidencial de 2026. Una tarea a la medida de Cristo y otros Santos.
Estos, sabemos, obran de maneras misteriosas logrando resultados invisibles como perpetuarse en el gobierno con un pretexto tan altruista como la paz. Las reformas políticas que hasta ahora han fracasado encuentran en Cristo un común denominador. Recordemos su papel en la de 2013, encaminada a fortalecer los partidos políticos y reducir la fragmentación del Congreso; en la reforma al equilibrio de poderes de 2015, que buscaba reestructurar el sistema de pesos y contrapesos; en la reforma de 2017 que buscaba modernizar el sistema electoral. El milagro consiste en que, luego de tantas reformas políticas promovidas por el hoy ministro, seguimos, siempre, necesitando una reforma. Anteriormente se han utilizado como caballito de batalla para lograr objetivos politiqueros mientras la política continúa sin reformarse. Se ha cambiado todo para que nada cambie y los mismos sigan reformando. Pero ahora sí viene el cambio. Milagro. ¿Quién, si no Cristo?
¿Qué significa, para el análisis político, la elección del nuevo procurador y qué lectura se puede hacer hacia el futuro? Por las mismas razones que el omnímodo líder del Pacto Histórico prefirió a un experimentado político como Eljach, por encima de sus militantes y amigos, en las presidenciales puede hacer a un lado a los Bolívar y las Pizarro -verdaderos intérpretes de la fe -, para apoyar a un candidato de la coalición “progresista” que lo eligió. Alguien que represente, esta vez, al expresidente Santos con el mismo discurso de la paz, un trabajo para el cual califican funcionarios consentidos del actual gobierno como el mismo Cristo o el embajador Barreras, dignos representantes del progresismo. Tarea difícil, más no imposible para experimentados hacedores de milagros.