Al gobierno Petro se le acaba el tiempo para definir una postura ante la dictadura y el flagrante fraude electoral en Venezuela. En la América democrática, luego del reconocimiento de Estados Unidos a Edmundo González, el gobierno de Colombia se ha quedado solo en su inexplicable ambigüedad. La comunidad internacional y la opinión pública de nuestro país reclaman una actitud más coherente y solidaria con nuestros hermanos venezolanos y con los principios democráticos.
Si se trataba de ganar tiempo, como se usa en política, ya ha pasado suficiente y no se vieron resultados distintos a que Maduro está más atornillado. Pese al fracaso de las gestiones del grupo que integraba con México y Brasil, el gobierno de Colombia no ha modificado su solicitud según la cual el régimen debería publicar las actas, lo que no ha sucedido. Ahora parece conforme con la situación, como si nada hubiese ocurrido. La semana pasada las dudas que ha despertado la actitud de Colombia se multiplicaron luego de una declaración del presidente: “creo que un frente común sobre Venezuela, cualquiera que sea la política, ya no va a existir. Creo que fueron un error las elecciones, yo fui partidario de que se hicieran, pero no hay un voto libre si hay un bloqueo”.
Resulta difícil encontrarle sentido. ¿Desde cuándo unas elecciones, reclamadas por el pueblo venezolano y la comunidad internacional que presionaron al régimen, son un error? A ellas se llegó después de mucho, incluidas concesiones de Estados Unidos y la liberación de Alex Saab. La verdad es que la administración Biden fue burlada por una dictadura que ante el nombramiento de Marco Rubio como secretario de Estado se atrevió, a través de Diosdado Cabello, a vaticinar que sería el primer funcionario despedido mientras ellos -que ya llevan 25 años- seguirían allí.
Con el pueblo venezolano también fueron burlados los gobiernos de México, Brasil y Colombia. ¿Error? Seguramente lo fue para la dictadura que no contaba con que el sistema de contabilidad electoral permitiría –como lo han hecho gobiernos y millones de personas en el mundo- conocer la verdad de los resultados acreditando la elección de González.
La declaración presidencial, por otra parte, avanza en un argumento complicado según el cual “no hay voto libre si hay un bloqueo”. ¿El bloqueo legitima el fraude y la dictadura? ¿Quiere decir que, si se otorgan más concesiones y se levanta el embargo, por parte de la administración Trump, no harán otro? ¿Lo garantizarán los gobiernos de Brasil y Colombia de nuevo? ¿Y por qué no proponer que se contabilicen los votos de los ocho millones de venezolanos exiliados?
La hipótesis según la cual la influencia que pueda tener la dictadura en la “paz total” obliga a los gobiernos de Colombia a mirar hacia otro lado no resulta creíble. Luego de restablecidas las comunicaciones, las relaciones y el comercio con Venezuela estamos más lejos de una paz total que hace ocho años, cuando se firmaron los acuerdos con las FARC. Durante el gobierno Petro –declarado amigo del gobierno de Venezuela- los grupos armados se han más que fortalecido. Son los amigos en Colombia de que presume Maduro.
En enero deben asumir los presidentes Trump y González abriéndose a Venezuela un nuevo cruce de caminos. La postura permisiva y dilatoria del gobierno de Colombia se hace insostenible. La opinión en nuestro país se la facturaría a la Colombia Humana en las elecciones de 2026, ya próximas ¿O acaso ingresaremos al club de Nicaragua y Cuba?
Posdata: esta columna reaparecerá el 3 de febrero de 2025. ¡¡¡Felices fiestas!!!
Al gobierno Petro se le acaba el tiempo para definir una postura ante la dictadura y el flagrante fraude electoral en Venezuela. En la América democrática, luego del reconocimiento de Estados Unidos a Edmundo González, el gobierno de Colombia se ha quedado solo en su inexplicable ambigüedad. La comunidad internacional y la opinión pública de nuestro país reclaman una actitud más coherente y solidaria con nuestros hermanos venezolanos y con los principios democráticos.
Si se trataba de ganar tiempo, como se usa en política, ya ha pasado suficiente y no se vieron resultados distintos a que Maduro está más atornillado. Pese al fracaso de las gestiones del grupo que integraba con México y Brasil, el gobierno de Colombia no ha modificado su solicitud según la cual el régimen debería publicar las actas, lo que no ha sucedido. Ahora parece conforme con la situación, como si nada hubiese ocurrido. La semana pasada las dudas que ha despertado la actitud de Colombia se multiplicaron luego de una declaración del presidente: “creo que un frente común sobre Venezuela, cualquiera que sea la política, ya no va a existir. Creo que fueron un error las elecciones, yo fui partidario de que se hicieran, pero no hay un voto libre si hay un bloqueo”.
Resulta difícil encontrarle sentido. ¿Desde cuándo unas elecciones, reclamadas por el pueblo venezolano y la comunidad internacional que presionaron al régimen, son un error? A ellas se llegó después de mucho, incluidas concesiones de Estados Unidos y la liberación de Alex Saab. La verdad es que la administración Biden fue burlada por una dictadura que ante el nombramiento de Marco Rubio como secretario de Estado se atrevió, a través de Diosdado Cabello, a vaticinar que sería el primer funcionario despedido mientras ellos -que ya llevan 25 años- seguirían allí.
Con el pueblo venezolano también fueron burlados los gobiernos de México, Brasil y Colombia. ¿Error? Seguramente lo fue para la dictadura que no contaba con que el sistema de contabilidad electoral permitiría –como lo han hecho gobiernos y millones de personas en el mundo- conocer la verdad de los resultados acreditando la elección de González.
La declaración presidencial, por otra parte, avanza en un argumento complicado según el cual “no hay voto libre si hay un bloqueo”. ¿El bloqueo legitima el fraude y la dictadura? ¿Quiere decir que, si se otorgan más concesiones y se levanta el embargo, por parte de la administración Trump, no harán otro? ¿Lo garantizarán los gobiernos de Brasil y Colombia de nuevo? ¿Y por qué no proponer que se contabilicen los votos de los ocho millones de venezolanos exiliados?
La hipótesis según la cual la influencia que pueda tener la dictadura en la “paz total” obliga a los gobiernos de Colombia a mirar hacia otro lado no resulta creíble. Luego de restablecidas las comunicaciones, las relaciones y el comercio con Venezuela estamos más lejos de una paz total que hace ocho años, cuando se firmaron los acuerdos con las FARC. Durante el gobierno Petro –declarado amigo del gobierno de Venezuela- los grupos armados se han más que fortalecido. Son los amigos en Colombia de que presume Maduro.
En enero deben asumir los presidentes Trump y González abriéndose a Venezuela un nuevo cruce de caminos. La postura permisiva y dilatoria del gobierno de Colombia se hace insostenible. La opinión en nuestro país se la facturaría a la Colombia Humana en las elecciones de 2026, ya próximas ¿O acaso ingresaremos al club de Nicaragua y Cuba?
Posdata: esta columna reaparecerá el 3 de febrero de 2025. ¡¡¡Felices fiestas!!!