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El peligro de la elección de Gustavo Petro como presidente de Colombia no es la llegada del socialismo al poder, sino su personalidad antidemocrática que ya demostró cuando fue alcalde de Bogotá.
Gustavo Petro se ha intentado mostrar en los últimos meses como un líder moderno más cercano a los partidos socialistas europeos como el PSOE español, el SPD alemán, el PS francés o el Partido Laborista del Reino Unido que a los dictadores Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Sin embargo, el peor riesgo del petrismo no es su orientación ideológica de izquierda, sino la personalidad despótica de su líder, quien durante su periodo como alcalde de Bogotá aplicó un modelo muy alejado del socialismo europeo y más cercano a nuestros vecinos dictadores latinoamericanos con seis pilares:
1. La tiranía como forma de gobierno. Quienes ven a Petro como un gran concertador deberían recordar que ningún secretario de Gobierno aguantaba su prepotencia cuando fue alcalde. Uno a uno fueron desfilando personas respetadas en sus partidos como Guillermo Asprilla, Antonio Navarro, Guillermo Alfonso Jaramillo, cansados del tirano. Pero no fueron los únicos, muchos funcionarios salieron corriendo de la Alcaldía por no haber tenido un trato “humano” en esa administración. Si eso hizo con sus aliados, ¿qué haría con la oposición?
2. El autoritarismo como modelo jurídico. Otra cosa que no recuerdan muchos colombianos es que al no alcanzar un consenso democrático en la aprobación del Plan de Ordenamiento de Bogotá, lo sacó a través de un decreto. Si eso hizo con el POT, ¿qué hará con las normas que quiera aprobar? Pues sacarlas por decreto. Inventarse un estado de excepción para gobernar como le venga en gana a través de normas. Esta situación no es una mera especulación, sino que está plenamente comprobada judicialmente, pues el 17 de mayo de 2019 el Consejo de Estado tumbó el POT de Petro por considerarlo ilegal.
3. La exclusión como modelo político. Petro ha sacado corriendo a la gran mayoría de sus seguidores con perfil. Son conocidas sus peleas acérrimas con Claudia López, Ángela María Robledo, Antonio Navarro y muchos otros políticos que no aguantaron su ego incontrolable. A las toldas petristas solo están aterrizando últimamente políticos oportunistas o personas que no reciben en ninguna parte.
Sin olvidar que una de sus propuestas, que es rebajar los arrendamientos, como lo demostró Gómez Lara solo afecta a los más vulnerables, que en muchas ocasiones viven del ingreso que les provee el poder alquilar un cuarto.
4. La expropiación como modelo económico. Daniel Ortega, Hugo Chávez y ahora Pedro Castillo no desarrollaron su proyecto populista con la creación de nuevas empresas o proyectos, sino que arrasaron con la economía existente para repartirla a sus amigos. Petro ya propuso que el Estado debe comprar forzosamente tierras improductivas, pero no parará allí pues luego seguirá con las empresas que no considere productivas para su modelo “humano”.
5. La ineficacia como modelo de gestión. Petro ya tuvo la oportunidad de gobernar. Lo hizo en una Bogotá en la que todas sus promesas se quedaron en meras palabras. No pudo iniciar el proyecto del metro (que sí pudo comenzar Enrique Peñalosa y continuar Claudia López). Hizo muchos menos proyectos sociales que los anteriores alcaldes. Dejó a la ciudad en crisis por el manejo de las basuras. La razón de este caos es clara: Petro se cree un genio y lanza todo tipo de ideas irrealizables que impone con su autoritarismo y luego se vuelven imposibles de ejecutar. Está plenamente demostrado: Petro no sabe ejecutar y sus ideas son un caos total.
6. El anuncio de Gustavo Petro de que lo primero que haría como presidente sería “cerrar la exploración de petróleo en Colombia” es una estupidez. La transición energética debe darse, pero no de la manera autoritaria. El suspender exploraciones de petróleo es imponer aranceles a los alimentos. El alza será brutal, la inflación se comerá al país, los más pobres serán los más perjudicados.
El modelo de Petro no es el socialismo, es el de la tiranía de extrema izquierda que ha sido impuesta por muchos líderes populistas como Ortega y Chávez, quienes en campaña se mostraban como salvadores del pueblo pero que luego fueron su peor pesadilla.