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                                                                                                                                  Goodbye Stalin

                                                                                                                                  Se acabó el comunismo, hace ya 25 años, pero no el anticomunismo. Este último sigue siendo una de las armas retóricas predilectas de la derecha en el mundo. Si en Colombia el Presidente Santos intenta una salida negociada a un conflicto de décadas, salen voces a advertir que Colombia va a convertirse en una nueva Cuba.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Hoy en día está claro que hay algunos factores que aumentan la probabilidad de que un país se enfrasque en espirales de violencia y en dinámicas autoritarias. Por ejemplo, mientras más grande un país, mientras más pobre, mientras menor sea su tradición democrática, mientras más étnicamente heterogéneo, es más probable que tenga una guerra civil. La Rusia de 1917 cumplía con todos estos requisitos al igual que la China de 1949 (ésta última con niveles menores de diversidad étnica) y muchos otros países donde triunfó el comunismo. Se trataba de casos en los que el régimen anterior colapsó en forma ignominiosa dejando países que estaban abocados al caos económico y político. En tales circunstancias era casi imposible que surgieran alternativas gradualistas y pacíficas como las que tanto nos gustan ahora.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Estos procesos tienen más bien poco que ver con la ideología y, de hecho, cuanto más se miran de cerca, más se advierte la enorme variedad de factores que intervinieron. En el caso extremo de Cambodia, por ejemplo, los estudios posteriores han demostrado que buena parte de la violencia genocida del Khmer Rojo tenía un componente racista que demonizaba y asesinaba a la población de origen vietnamita.

                                                                                                                                  Vivimos en un mundo distinto del de 1917 (o del de 1987). Aunque existen sitios como Afghanistán o el Congo, el mundo de hoy es, por lo menos en muchas regiones, más rico, más urbano, con Estados más funcionales, con tradiciones democráticas más largas. ¿Alguien cree seriamente que Putin va a convertirse en un nuevo Stalin? ¿Tiene sentido creer que las nuevas políticas agrarias que se están pactando en La Habana van a colectivizar el campo colombiano y a generar una hambruna? Hay muchos problemas en el mundo, muchos riesgos, muchísimo margen para conflictos ideológicos. Pero lo responsable es entenderlos en sus propios términos y no buscando espectros de un pasado que no se parece en nada a nuestro tiempo. La historia del comunismo en el siglo XX fue, innegablemente, una tragedia colosal. Pero, por eso mismo, si queremos respetar las víctimas de esa historia tenemos que esforzarnos por entender sus circunstancias y no reducirlas a simple munición para las batallas ideológicas del siglo XXI. 

                                                                                                                                  Se acabó el comunismo, hace ya 25 años, pero no el anticomunismo. Este último sigue siendo una de las armas retóricas predilectas de la derecha en el mundo. Si en Colombia el Presidente Santos intenta una salida negociada a un conflicto de décadas, salen voces a advertir que Colombia va a convertirse en una nueva Cuba.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Hoy en día está claro que hay algunos factores que aumentan la probabilidad de que un país se enfrasque en espirales de violencia y en dinámicas autoritarias. Por ejemplo, mientras más grande un país, mientras más pobre, mientras menor sea su tradición democrática, mientras más étnicamente heterogéneo, es más probable que tenga una guerra civil. La Rusia de 1917 cumplía con todos estos requisitos al igual que la China de 1949 (ésta última con niveles menores de diversidad étnica) y muchos otros países donde triunfó el comunismo. Se trataba de casos en los que el régimen anterior colapsó en forma ignominiosa dejando países que estaban abocados al caos económico y político. En tales circunstancias era casi imposible que surgieran alternativas gradualistas y pacíficas como las que tanto nos gustan ahora.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Estos procesos tienen más bien poco que ver con la ideología y, de hecho, cuanto más se miran de cerca, más se advierte la enorme variedad de factores que intervinieron. En el caso extremo de Cambodia, por ejemplo, los estudios posteriores han demostrado que buena parte de la violencia genocida del Khmer Rojo tenía un componente racista que demonizaba y asesinaba a la población de origen vietnamita.

                                                                                                                                  Vivimos en un mundo distinto del de 1917 (o del de 1987). Aunque existen sitios como Afghanistán o el Congo, el mundo de hoy es, por lo menos en muchas regiones, más rico, más urbano, con Estados más funcionales, con tradiciones democráticas más largas. ¿Alguien cree seriamente que Putin va a convertirse en un nuevo Stalin? ¿Tiene sentido creer que las nuevas políticas agrarias que se están pactando en La Habana van a colectivizar el campo colombiano y a generar una hambruna? Hay muchos problemas en el mundo, muchos riesgos, muchísimo margen para conflictos ideológicos. Pero lo responsable es entenderlos en sus propios términos y no buscando espectros de un pasado que no se parece en nada a nuestro tiempo. La historia del comunismo en el siglo XX fue, innegablemente, una tragedia colosal. Pero, por eso mismo, si queremos respetar las víctimas de esa historia tenemos que esforzarnos por entender sus circunstancias y no reducirlas a simple munición para las batallas ideológicas del siglo XXI. 

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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