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Llevo varios días pensando en el tema de la columna de hoy y siempre, muy a mi pesar, termino en el mismo punto de partida: un pequeño texto al que me referiré más adelante.
Ni el ébola, ni el viaje de Timochenko a La Habana, ni ninguna otra noticia de los últimos días me han servido como material y siempre vuelvo al texto aquel. Así que me rindo: el tema de hoy es un texto, muy breve, que no tiene nada que ver con los temas habituales de la columna y que no cae dentro de mi campo profesional.
Hace pocos días la Academia Sueca confirió el Premio Nobel de Literatura al francés Patrick Modiano. De su extensa obra yo solo conocía una de sus novelas aunque, según varios analistas y el mismo autor se la puede considerar bastante representativa: Dora Bruder. Dora Bruder es un personaje real y la novela, más que una narración, es un reporte de la pesquisa casi detectivesca que realizó Modiano tratando de reconstruir su historia (y entrelazando partes de la vida del autor). Ante la Historia (con mayúsculas) Dora no legó grandes cosas. Es una niña judía de 15 años que vivió en París durante la Ocupación nazi, y que, según logró establecer Modiano, fue deportada finalmente a Auschwitz.
Como la Academia Sueca siempre tiene que dar una justificación, en este caso declaró que le concedía el premio a Modiano por "el arte de la memoria con el que ha evocado los destinos humanos más inasibles y ha develado el mundo de la vida de la ocupación." A juzgar por mi rápida búsqueda de análisis expertos, el pronunciamiento de la Academia refleja cierto consenso entre especialistas. Pero curiosamente no he encontrado ni en el pronunciamiento de la Academia ni en los artículos sesudos sobre Dora Bruder una referencia a lo que considero el fragmento más bello del libro.
La novela comienza con un misterio. Modiano supo de la existencia de Dora Bruder cuando, leyendo periódicos viejos, encontró que el 31 de Diciembre de 1941 los padres de ella la reportaron como desaparecida. No. En aquel momento no ha sido todavía deportada a Auschwitz, cosa que ocurrirá meses después cuando ya está de nuevo con su familia. Su desaparición obedece a otros motivos: huyó de un albergue donde la habían dejado sus padres. Modiano se da a la búsqueda de cualquier información sobre aquella niña de 15 años, desaparecida hace más de cuatro décadas. Con meticulosidad de detective, con agudeza analítica y prosa sobria, Modiano nos va contando todo lo que averigua y cómo va llenando vacíos. Quienes no somos literatos sino científicos sociales no podemos menos que deleitarnos con el rigor con el que reconstruye la historia, remontándose a las biografías de los padres de Dora, productos de aquella Mitteleuropa de comienzos del siglo XX que se deslizaba inexorablemente hacia el abismo.
Naturalmente no voy a robarle a mis lectores el placer de leer el libro de Modiano contándoles más de lo estrictamente necesario. Además, aunque el fragmento al que me refiero elimina parte del suspenso, conocerlo no daña la lectura. De hecho, en mi edición los señores de Folio decidieron poner el fragmento en la contraportada. De modo que no siento culpa en contarles que, a pesar de todos los intentos de Modiano, nunca logra aclarar qué ocurrió con Dora Bruder durante aquellas semanas que estuvo desaparecida. Pero mejor dejemos que sea el mismo Modiano el que nos lo cuente:
"Nunca sabré cómo pasó sus días, dónde se escondió, en compañía de quién se encontraba durante los meses de invierno de su primera fuga o en el curso de aquellas semanas de primavera en las que se escapó de nuevo. Ese es su secreto. Un secreto pobre y precioso que ni los verdugos, ni los decretos, ni las así llamadas autoridades de la Ocupación, ni el Dépôt, ni las barracas, ni los campos, ni la Historia, ni el tiempo - todo aquello que nos profana y nos destruye - fueron capaces de robarle."
Yo no sé si a Uds. les pase lo mismo, pero a mí me parece uno de los finales más conmovedores que he leído. Debe ser porque quienes nos dedicamos a las ciencias sociales estamos acostumbrados a que trabajos de investigación como el de Modiano se concentran necesariamente en la búsqueda de secuencias de eventos, de causas cercanas y distantes, tratando de aclararlo todo. Las lagunas de cualquier investigación son para el científico una derrota, tal vez aceptable, pero derrota al fin y al cabo. Pero Modiano no es un científico social, no es un historiador. Es un escritor y como tal hace algo distinto. Al final de su pesquisa, desde las lagunas de su investigación le rinde un hermoso homenaje a la niña de 15 años que le dio objeto. Dora Bruder puede haber sido el tema de una investigación. Puede haber sido una víctima de las atrocidades nazis. Pero gracias a Modiano, a la información que recopiló y, más aún, la que no pudo recopilar, es ahora también, como todo ser humano, más que una categoría abstracta de la guerra, una persona con sus secretos de la cual nunca sabremos todo. Su secreto es su victoria póstuma. Fue víctima del terror nazi, una de las máquinas de matar más brutales de todos los tiempos, una máquina que extendía sus engranajes por toda Europa y que antes de eliminar a sus víctimas las despojaba de todos sus bienes y de todos sus derechos. Pero de la mano de Modiano descubrimos que aquella tarde de invierno en que, posiblemente con algo de temor, Dora Bruder, solo una niña de 15 años, decidió no volver al albergue, estaba, seguramente sin pensarlo, dejando un legado de dignidad humana en medio de la noche más oscura de nuestra civilización.
¡Felicitaciones, Patrick Modiano!