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Una de las primeras cosas que aprendieron a comer mis sobrinos cuando pequeños fueron las papillas, compotas y cremas de la tía Madame Papita. Y desde siempre, las de tomate han sido un éxito. El tomate es uno de los productos por excelencia de la canasta familiar colombiana, y tenemos claro que desde que podamos comerlo, será el rey de la cocina hasta el final de nuestros días. Esto se debe, por supuesto, a su insuperable sabor, y a que nos enseñan a comerlo como algo muy sencillo, pues son visualmente llamativos, tienen colores atractivos, y nos lo venden como una deliciosa fruta hinchada que, valga la aclaración, es su verdadero significado en lengua azteca. No sobra decir que ellos, además, fueron unos de sus primeros cultivadores. Y si somos sinceros, nuestra cocina y muchas de las gastronomías del mundo difícilmente se lograrían sin el tomate. Hogao, ají, chupes, sudados, guisos, ensaladas, salsas, todo lo sabroso de la cocina tiene un buen tomate de por medio.
Pintones, maduros o verdes (o los que llaman de hamburguesa), hemos empezado a ver en las plazas y supermercados nuevas variedades que llegan a ampliar la oferta a la hora de comprar, y que nos demuestran que el crecimiento y la variedad en el campo son posibles, no solo mejorando las técnicas de siembra, sino apoyando comunidades rurales que se esmeran por innovar y traernos variedades no antes vistas. Este es el caso de 18 Artesanos (@agricooltura), un emprendimiento de dos empresarios venezolanos que decidieron apostar por la siembra de nuevas variedades de tomate, y que me dejaron altamente sorprendida.
Su tarea parece muy sencilla, pero yo la veo como poco menos que titánica en nuestro país. Según Joel Cohen, uno de los dueños del proyecto, lo principal que tiene el cultivo es “darle mayor valor al campo y al trabajo arduo de mucha gente’'.
Andy Goldstein, su socio, logró implementar tecnología tropicalizada, que conoció tras muchos viajes e investigaciones, que tiene en Fomeque el centro de toda esta producción. 18 Artesanos ha convertido su cultivo de tomates en un centro de estudio y transferencia de tecnología para la comunidad, gracias al apoyo de entidades que han decidido invertir con ellos en el crecimiento de este proyecto. Es así como semillas, riegos, 20 trabajadores, y por ende sus familias, hacen parte de este laboratorio donde cada variedad que cosechan ha hecho parte de un proceso de pruebas y mejoras. Gracias a esto, logran tener una producción limpia de tomates Monterrosa, San Marzano y Cherries, frutos que parecen sacados de un libro de ilustraciones, y donde su sabor es un estallido en la boca.
Con un poco más de seis años, 18 Artesanos se ha convertido en un cultivo que llega a cerca de 120 restaurantes. Además, después de la pandemia logró quedarse en el mercado de clientes directos gracias a las redes del voz a voz, lo que les permitió seguir trabajando durante ese periodo de tiempo, entregando puerta a puerta, en Bogotá y sus alrededores, tomates y otros productos premium, como alcachofas, espárragos y queso de cabra, garantizando los empleos y el sostenimiento de su emprendimiento. “Nuestro objetivo para 2023 es seguir creciendo en clientes del sector Horeca (hoteles, restaurantes y caterings), así como en las grandes superficies”, asegura Cohen.
Y luego de probar en mi casa esos tomates, les puedo decir que vale la pena no solo seguir invirtiendo en el campo, sino abrirle la puerta a productos que nos permiten tener en nuestras mesas platos llenos de sabor y color a muy buen precio.
Este cultivo ha traído tecnología y conocimiento para la comunidad. Es una escuela viva para sus vecinos, que ha generado muchos cambios para los campesinos, todos positivos, pues han visto crecer sus pequeñas producciones. “La parte humana del negocio, el trabajo con la comunidad, colegios y cultivadores, ha permitido formalizar el trabajo del campo”, asegura Cohen, quien afirma que también hay podido seguir creciendo sostenidamente: “Somos un centro demostrativo de seguir trabajando insumos y compartir conocimiento. Nos consideramos un negocio de puertas abiertas para crecer como productores, compartir ideas y crecer uno con el otro”.
¿Qué viene ahora para 18 Artesanos? Bueno, además de seguir creciendo la producción, está lo que más me gusta a mi: desarrollar productos derivados del tomate, pues con esto continua el fortalecimiento de la cadena productiva.
Como colombiana, siento que este tipo de proyectos le llenan a uno el corazón. Son iniciativas que demuestran que todo es posible, más allá de lo difícil que es empezar, probar y descartar, sobrevivir una pandemia y, además, ayudar a una comunidad para que crezca a la par que el proyecto. Todo esto lo han conseguido estos artesanos del tomate con mucho empeño y trabajo constante, que ahora triunfan en un mercado donde se aprecia lo fresco y local.