¡Esta semana oí que no existe el infierno! Bendito Dios, porque así todos mis pecados serán expiados. Yo sí sospechaba que quizá el infierno somos nosotros mismos tratando de no hacerse la vida mejor y más sabrosa.
Siendo así, ¡adiós a la pesa!, cero remordimientos por esa empanada de más y ya no hay necesidad de usar crema de leche “light” en el ajiaco. Se acabó ese terrible peso que me recordaba que la lujuria y la gula eran pecados capitales y la pesa dejo de ser mi infierno.
Esta Semana Santa sé que muchos estuvieron consumiendo lo que mandan sus tradiciones con el consumo de pescado fresco, y muchos, el delicioso pescado seco tan apetecido en nuestros hogares; otros, a quienes los mandatos católicos no los rigen, optaron por asados y darles una vueltica a las aves, aprovechando las reuniones familiares, las cuales pude monitorear por las redes sociales. Y, por supuesto, los vi con esos acompañamientos maravillosos, gozando sus días de descanso y reflexión como debe ser.
Comer no debería estar relacionado con el pecado, a mí la gula me ataca cada cierto tiempo, sobre todo cuando ese costillar de cerdo queda en su punto y una costillita de más es el cielo inmediato... pero es el infierno cuando llega la pesadez. Igual, si pensáramos en los excesos cuando nos alimentamos no tendría la vida algo de gracia y, como siempre he sostenido, yo soy de la política de cero remordimientos para asegurar el placer.
Y si de gula y delicias de la carne y la lujuria de la mesa se trata, quiero contagiarlos hoy con mi último descubrimiento en restaurantes. Fui testigo de una danza de los siete platos, a la cual le sumé un delicioso postre criollo y disfruté de una propuesta novedosa de cócteles ...
Demente Chichería (@chicheriademente @ateveharitop):
En Bogotá las chicherías tuvieron su furor en nuestra historia como esos lugares donde la alquimia cobraba vida en bebidas fermentadas. Hoy esta chichería merece no solo un espacio en mi historia, sino en la de ustedes. En una casa republicana de esquina del barrio La Concepción, cobra vida una cocina central, con una parrilla inmensa y siempre caliente.
Unos dirán que es un asadero de lujo, otro restaurante, pero al final es una chichería. Un lugar donde la alquimia produce sabores precisos, términos perfectos y platos novedosos. Siete platos, un postre y unos cuantos cocteles me dejan decirles que hay que volver. Carne nacional madurada, gallina tierna y blandita, cerdos criados libres hacen la diferencia en los sabores de cada uno de los platos. Pero si además buscan unos acompañamientos que serían lo normal, aquí son excepcionales y brilla la creatividad. Papas criollas, mazorquitas asadas, arracachas poutine, berenjenas y un sinfín de bocados para compartir.
Rematé con un budín de maduro con arequipe de leche de cabra, que yo me comería de entrada. Yo vuelvo y los invito a conocer. Eso sí, con tiempo, esto no es un asadero donde sale todo picado, esto es un proceso creativo, donde cada plato tiene su tiempo y su gracia.
Y, para finalizar, les dejo el secreto japonés mejor guardado de Bogotá.
Mochi Mochi Ice Cream (@mochimochiicecream):
#DeliciosoParaElAlma y dichas para mi estómago. Mochi es un helado japonés hecho de harina de arroz y relleno de un suave helado cremoso, un pequeño dulce que en un solo mordisco los lleva al cielo, y de paso los deja adictos a esta delicia. Una pequeña heladería en la calle 90 nos trae estos pecaminosos bocados. Té verde y limón (mi preferido), lychee, chocolate, chocolate blanco y frambuesa, Nutella y banano, manzana verde y, para los más arriesgados, caramelo salado; son algunos de los sabores que pueden encontrar. El detalle coqueto de todo esto, las espectaculares cajas en las que empacan los de llevar, porque no me vengan con cuentos de que con uno solo van a quedar.
@ChefGutty
¡Esta semana oí que no existe el infierno! Bendito Dios, porque así todos mis pecados serán expiados. Yo sí sospechaba que quizá el infierno somos nosotros mismos tratando de no hacerse la vida mejor y más sabrosa.
Siendo así, ¡adiós a la pesa!, cero remordimientos por esa empanada de más y ya no hay necesidad de usar crema de leche “light” en el ajiaco. Se acabó ese terrible peso que me recordaba que la lujuria y la gula eran pecados capitales y la pesa dejo de ser mi infierno.
Esta Semana Santa sé que muchos estuvieron consumiendo lo que mandan sus tradiciones con el consumo de pescado fresco, y muchos, el delicioso pescado seco tan apetecido en nuestros hogares; otros, a quienes los mandatos católicos no los rigen, optaron por asados y darles una vueltica a las aves, aprovechando las reuniones familiares, las cuales pude monitorear por las redes sociales. Y, por supuesto, los vi con esos acompañamientos maravillosos, gozando sus días de descanso y reflexión como debe ser.
Comer no debería estar relacionado con el pecado, a mí la gula me ataca cada cierto tiempo, sobre todo cuando ese costillar de cerdo queda en su punto y una costillita de más es el cielo inmediato... pero es el infierno cuando llega la pesadez. Igual, si pensáramos en los excesos cuando nos alimentamos no tendría la vida algo de gracia y, como siempre he sostenido, yo soy de la política de cero remordimientos para asegurar el placer.
Y si de gula y delicias de la carne y la lujuria de la mesa se trata, quiero contagiarlos hoy con mi último descubrimiento en restaurantes. Fui testigo de una danza de los siete platos, a la cual le sumé un delicioso postre criollo y disfruté de una propuesta novedosa de cócteles ...
Demente Chichería (@chicheriademente @ateveharitop):
En Bogotá las chicherías tuvieron su furor en nuestra historia como esos lugares donde la alquimia cobraba vida en bebidas fermentadas. Hoy esta chichería merece no solo un espacio en mi historia, sino en la de ustedes. En una casa republicana de esquina del barrio La Concepción, cobra vida una cocina central, con una parrilla inmensa y siempre caliente.
Unos dirán que es un asadero de lujo, otro restaurante, pero al final es una chichería. Un lugar donde la alquimia produce sabores precisos, términos perfectos y platos novedosos. Siete platos, un postre y unos cuantos cocteles me dejan decirles que hay que volver. Carne nacional madurada, gallina tierna y blandita, cerdos criados libres hacen la diferencia en los sabores de cada uno de los platos. Pero si además buscan unos acompañamientos que serían lo normal, aquí son excepcionales y brilla la creatividad. Papas criollas, mazorquitas asadas, arracachas poutine, berenjenas y un sinfín de bocados para compartir.
Rematé con un budín de maduro con arequipe de leche de cabra, que yo me comería de entrada. Yo vuelvo y los invito a conocer. Eso sí, con tiempo, esto no es un asadero donde sale todo picado, esto es un proceso creativo, donde cada plato tiene su tiempo y su gracia.
Y, para finalizar, les dejo el secreto japonés mejor guardado de Bogotá.
Mochi Mochi Ice Cream (@mochimochiicecream):
#DeliciosoParaElAlma y dichas para mi estómago. Mochi es un helado japonés hecho de harina de arroz y relleno de un suave helado cremoso, un pequeño dulce que en un solo mordisco los lleva al cielo, y de paso los deja adictos a esta delicia. Una pequeña heladería en la calle 90 nos trae estos pecaminosos bocados. Té verde y limón (mi preferido), lychee, chocolate, chocolate blanco y frambuesa, Nutella y banano, manzana verde y, para los más arriesgados, caramelo salado; son algunos de los sabores que pueden encontrar. El detalle coqueto de todo esto, las espectaculares cajas en las que empacan los de llevar, porque no me vengan con cuentos de que con uno solo van a quedar.
@ChefGutty