Colombia sigue consolidando su puesto en la agenda internacional como un gran destino gastronómico, con una oferta que no se restringe a Bogotá como parada obligada siendo la capital, sino que se han sumado ciudades como Barranquilla, Medellín, Cali, Bucaramanga y el Eje Cafetero. Todos estos tienen una propuesta propia muy importante a la que hay que sumar que varias gobernaciones diseñaron y apoyan rutas gastronómicas con las cuales propios y forasteros pueden organizar viajes para descubrir pequeños tesoros. Aquí vale la pena destacar los esfuerzos de Boyacá, La Guajira y Nariño, entre otros.
A todo esto tenemos que agregarle el creciente aumento en la oferta de comidas del mundo. No podemos desconocer que hoy tenemos acceso a comidas de varias culturas que hace 15 años no teníamos ni en el radar. Cada día es más fácil ubicar comida japonesa, árabe, tailandesa, india, china, griega, francesa o italiana. Cada espacio, además, tiene una personalidad definida, y ya no todo sabe a enlatado o congelado. Por ejemplo, la comida mexicana dejó de ser tex-mex para brindarnos varias opciones donde podemos disfrutar de realmente una de las gastronomías más antiguas del continente.
Es gratificante ver que cada día tenemos más y mejores ofertas, y cómo podemos aprender con clases y festivales, organizados en muchos casos por las mismas embajadas, sobre culturas gastronómicas milenarias que han aportado a la consolidación de nuestra propia cultura. Ser punto de confluencia en la cocina es tener un pie en muchos lados, es reconocer que tenemos acceso a seguir desarrollando conocimiento y reconociendo sabores que nos aportan en la mesa significativamente.
Hoy podemos decir, con mucho orgullo, que ya no somos reconocidos en el mundo solamente por nuestro café, bananos o flores: hoy nuestros cocineros están en las principales listas internacionales, sus restaurantes son reconocidos, al igual que sus equipos de trabajo. Hablar de nuestra gastronomía tiene ya resonancia mundial, un espacio en las agendas de congresos y cursos, y un lugar muy importante en el turismo gastronómico del mundo.
Nuestros productos locales no solo se sirven a la mesa: hoy Colombia exporta materias primas de altísima calidad al mundo, que se suman a las delicias locales. Desde lo básico que conocemos como frutas, verduras, enlatados y dulces nacionales; pasando hoy por carnes, cacao de altísima calidad, panela —sí, con la que nos curamos la gripa— hasta licores como ron, aguardiente o viche.
Tenemos motivos para sentirnos orgullosos, ser mensajeros en el mundo de nuestras cocinas y meterle la ficha a todos esos emprendimientos que marcan la diferencia en nuestra cocina. La diversidad en la mesa es uno de los grandes ejemplos sociales, donde todos cabemos sin importar los gustos o disgustos. Eso sí, hay mucho por aprender aún como sociedad frente a la tolerancia, el respeto y el reconocimiento de cada uno.
Último hervor: Cambios y más cambios, llega una nueva ministra a Agricultura justo en la mitad del periodo presidencial. Señora ministra, apersónese de los cambios perentorios que el sector necesita. Estamos en medio de temporada de lluvias, ya comienzan a afectarse los cultivos, pronto los productores de leche también tendrán dificultades y así, toda la cadena productora del país. ¡Es el momento de ponerse las botas y meterle el diente con toda al campo!
Colombia sigue consolidando su puesto en la agenda internacional como un gran destino gastronómico, con una oferta que no se restringe a Bogotá como parada obligada siendo la capital, sino que se han sumado ciudades como Barranquilla, Medellín, Cali, Bucaramanga y el Eje Cafetero. Todos estos tienen una propuesta propia muy importante a la que hay que sumar que varias gobernaciones diseñaron y apoyan rutas gastronómicas con las cuales propios y forasteros pueden organizar viajes para descubrir pequeños tesoros. Aquí vale la pena destacar los esfuerzos de Boyacá, La Guajira y Nariño, entre otros.
A todo esto tenemos que agregarle el creciente aumento en la oferta de comidas del mundo. No podemos desconocer que hoy tenemos acceso a comidas de varias culturas que hace 15 años no teníamos ni en el radar. Cada día es más fácil ubicar comida japonesa, árabe, tailandesa, india, china, griega, francesa o italiana. Cada espacio, además, tiene una personalidad definida, y ya no todo sabe a enlatado o congelado. Por ejemplo, la comida mexicana dejó de ser tex-mex para brindarnos varias opciones donde podemos disfrutar de realmente una de las gastronomías más antiguas del continente.
Es gratificante ver que cada día tenemos más y mejores ofertas, y cómo podemos aprender con clases y festivales, organizados en muchos casos por las mismas embajadas, sobre culturas gastronómicas milenarias que han aportado a la consolidación de nuestra propia cultura. Ser punto de confluencia en la cocina es tener un pie en muchos lados, es reconocer que tenemos acceso a seguir desarrollando conocimiento y reconociendo sabores que nos aportan en la mesa significativamente.
Hoy podemos decir, con mucho orgullo, que ya no somos reconocidos en el mundo solamente por nuestro café, bananos o flores: hoy nuestros cocineros están en las principales listas internacionales, sus restaurantes son reconocidos, al igual que sus equipos de trabajo. Hablar de nuestra gastronomía tiene ya resonancia mundial, un espacio en las agendas de congresos y cursos, y un lugar muy importante en el turismo gastronómico del mundo.
Nuestros productos locales no solo se sirven a la mesa: hoy Colombia exporta materias primas de altísima calidad al mundo, que se suman a las delicias locales. Desde lo básico que conocemos como frutas, verduras, enlatados y dulces nacionales; pasando hoy por carnes, cacao de altísima calidad, panela —sí, con la que nos curamos la gripa— hasta licores como ron, aguardiente o viche.
Tenemos motivos para sentirnos orgullosos, ser mensajeros en el mundo de nuestras cocinas y meterle la ficha a todos esos emprendimientos que marcan la diferencia en nuestra cocina. La diversidad en la mesa es uno de los grandes ejemplos sociales, donde todos cabemos sin importar los gustos o disgustos. Eso sí, hay mucho por aprender aún como sociedad frente a la tolerancia, el respeto y el reconocimiento de cada uno.
Último hervor: Cambios y más cambios, llega una nueva ministra a Agricultura justo en la mitad del periodo presidencial. Señora ministra, apersónese de los cambios perentorios que el sector necesita. Estamos en medio de temporada de lluvias, ya comienzan a afectarse los cultivos, pronto los productores de leche también tendrán dificultades y así, toda la cadena productora del país. ¡Es el momento de ponerse las botas y meterle el diente con toda al campo!