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En nuestra memoria siempre ha estado acuñada la frase que invoca a la “divina Providencia para que interceda por nosotros”. Un personaje histórico que, de alguna forma, siempre nos salva y nos ayuda en decisiones complejas. En la historia del arte, además, la Providencia siempre fue una mujer mayor, recia y vigilante. En una mano tenía el cuerno de la abundancia y en la otra, una vara que marcaba, de alguna forma, su tarea sobre la vigilancia del mundo. Pero la que más me llama la atención es la visión de la Iglesia católica, en la que indica la soberanía, supervisión, intervención y acciones en el socorro de nosotros los hombres. Como ven, la divina Providencia ha estado en la historia de todos nosotros, salvadora, intercesora y guía.
Y bueno, así las cosas, nada más pertinente que contarles mi experiencia de esta semana de paso por la mágica isla de Providencia y su hermana Santa Catalina. ¡Nuestra Providencia en el Caribe! La cual no sólo es nuestro mar de los siete colores, sino nuestras raíces caribes en la cocina nacional. Nuestra soberanía en el norte está cuidada como país por esta maravillosa isla. Nuestra cocina se nutre profundamente de sus peces y mariscos, nuestra historia y patrimonio gastronómico se engrandecen con la mezcla de sabores y colores de los isleños.
Con una cocina raizal privilegiada por la gran diversidad de pescados y frutos del mar en general, suculentas comidas se preparan a diario en la isla. El coco, las especias y la frescura de sus productos hacen que sus sartenes siempre tengan un bocado perfecto para propios y extraños y una mezcla equilibrada de historia, culturas y productos, que hacen que la mística de la cocina sea el resultado de la intercesión de la divina Providencia.
Si a este proceso gastronómico, además, le sumamos el fortalecimiento del proceso de una pesca responsable, la magia del ciclo del cangrejo negro para convertirlo en un producto insignia de la cocina isleña y la conciencia colectiva de priorizar lo que es de “nosotros”, ustedes no se arrepentirán de hacer un tour gastronómico en Providencia. Cada restaurante tiene su sello propio, su especialidad; cada cocinero tiene su son propio creando cada plato, mejor que el anterior. Aquí hay que interceder a la Providencia para poder parar de comer y no pecar con el doble postre.
Eso sí, una respetuosa recomendación: Providencia es sagrada, es una isla que con amor nos recibe a los turistas, y deberíamos ser nosotros quienes de todas las formas posibles la cuidemos y respetemos sus costumbres. Básico no llegar como turistas depredadores y mal educados, por el contrario, tenemos mucho que aprender, que cultivar y que trabajar por nuestro archipiélago.
Fundamental pasar por Donde Martín Caribbean Place, seguir al Divino Niño Jesús y pedirle fervorosamente voluntad para no pecar, dejarse cautivar por las cocinas de Miss Mary o Miss Elma. Todos son espectaculares, no hay plato malo, eso sí, tenga en cuenta que el tiempo de la isla es diferente al desmedido afán de nosotros los visitantes. Pero si va de conquista y quiere un plan con vista al mar, el restaurante del Deep Blue es el destino ideal