Como venimos repitiendo cotidianamente desde octubre, ahora sí, ya no fue más. Y con eso comenzamos a hacer los balances del año, las metas logradas, las no logradas y las temibles metas aplazadas. Los pendientes por retomar, pero también las listas de nuevas y variadas intenciones para el 2019.
En lo primero, he de confesar que me sorprendí gratamente en este año que agoniza con encontrar emprendimientos gastronómicos de admirar, y sobre todo esa energía y liderazgo que muchos cocineros tienen hoy en día para recuperar nuestras tradiciones, nuestros productos y, con ello, hacer de nuestra cocina algo más entrañable y que no se diluya en la fusión y lo impersonal. Aplaudo de pie las apuestas de nuevos restaurantes, escuelas de cocina, libros que se quedan para la memoria gastronómica y todos esos festivales de buena comida que se celebran semanalmente en cada rincón de nuestro país; como balance creo que hay mucho que celebrar y seguir apoyando pues ¡necesitamos seguir construyendo país desde nuestros calderos!
Sin embargo, son muchas las cosas en que hay que continuar trabajando y por eso pensé en pedir dentro de mis 12 uvas unas cuantas por la vida gastronómica del país:
Una uva, antes que nada, porque quiero más tiempo para cocinar, eso me lo ratifican estos días de fiesta en los que he podido, con una copa de vino y buena música, disfrutar de preparar un buen pernil de cerdo, los langostinos preferidos de mi papá o ese arroz con coco tan maravilloso para acompañar muchos platos. Tener tiempo por volver a la cocina, a la familia en la mesa y buenos encuentros con amores y amigos. En la cocina la química es orgánica, la energía cambia y las familias crecen.
Un par de uvas por encontrar más restaurantes donde se encuentren cartas sencillas y muy nuestras, lugares donde uno pueda elegir pequeños mordiscos de grandes herencias nacionales; donde encontrar una buena chuleta valluna, unos aborrajados o unas marranitas deliciosas no sea tarea de llegar al Valle, sino apuestas en cualquier lugar del país. Que los cocineros, vivan donde vivan, tengan sus tradiciones claras y los homenajes a sus madres y abuelas en cada plato. Eso, por ejemplo, da gusto cuando uno se encuentra a un italiano dueño de su trattoria y con los sabores de la nonna presentes en cada preparación.
Tres uvas por acabar con los inventos modernos de las grandes cadenas de poner mandarinas (sin cascara) o guanábanas envueltas con película plástica e icopor. Los invito con uva de ñapa a no comprar en doble bolsa las frutas y verduras, a pensar dos veces si necesitan la bandeja de icopor y a volver a la plaza donde con gusto les cortan el pedazo de la fruta fresca. Las cáscaras son el mejor empaque y el canasto, la mejor forma de transportarlas.
Me quedan unas más, para pedir por el servicio al cliente en las compras por teléfono o aplicativos móviles. La realidad es que no siempre alcanzamos a llegar a las tiendas o mercados y recurrimos a los domicilios; cultivar una cadena exitosa de este servicio es igual de importante que llegar a un restaurante y tener un excelente mesero. Es patético en muchos casos como llegan los productos a la casa, espichados, magullados o incompletos, y aún más triste, la respuesta al otro lado del teléfono: “Vamos a revisar y nos comunicaremos con usted en unos días”. Por ende, hay que pagarlos por el afán o regresarlos y quedarnos viendo un chispero. Es servicio, señores, es la posibilidad de aumentar un canal y de respetar al cliente.
Pero mi mayor deseo para 2019 y con el cual resteo mis uvas será tomarnos las cocinas regionales, reconectar con la cocina de aquella Colombia que desconocemos, para llevarla a nuestros platos diarios y hacerla parte de nuestras mesas.
¡Feliz año a todos! Trabajemos en las cenas, nos quedan un par de días de compras y muchas horas para preparar no solo la comida, sino todos los agüeros que hacen a cada familia feliz. Yo por mi parte compraré mis uvas, comeré lentejas y brindaré por cada uno de los platos que este año hicieron parte de mi vida. El 2018 me dejó la barriga llena y el corazón contento. Nos vemos en el 2019.
Les recomiendo en Bogotá un pollo causualmente perfecto. El Regio, pollo casual (@elregio_pollocasual). Una pollería donde el adobo es realmente el toque secreto, pues aunque viene acompañado de salsas gustosas como la de chipotle o la de soya y panela, el pollo solo es una dicha. Arroz en costra o papas criollas, los acompañamientos ideales, y un plato maravilloso para los vegetarianos, un bowl de lentejas con espinaca y arándanos, de rechupete. Anímense para ir el 1º cuando ya no quieran más calentado y el desorden de la cocina no aguante una cocinada más.
Como venimos repitiendo cotidianamente desde octubre, ahora sí, ya no fue más. Y con eso comenzamos a hacer los balances del año, las metas logradas, las no logradas y las temibles metas aplazadas. Los pendientes por retomar, pero también las listas de nuevas y variadas intenciones para el 2019.
En lo primero, he de confesar que me sorprendí gratamente en este año que agoniza con encontrar emprendimientos gastronómicos de admirar, y sobre todo esa energía y liderazgo que muchos cocineros tienen hoy en día para recuperar nuestras tradiciones, nuestros productos y, con ello, hacer de nuestra cocina algo más entrañable y que no se diluya en la fusión y lo impersonal. Aplaudo de pie las apuestas de nuevos restaurantes, escuelas de cocina, libros que se quedan para la memoria gastronómica y todos esos festivales de buena comida que se celebran semanalmente en cada rincón de nuestro país; como balance creo que hay mucho que celebrar y seguir apoyando pues ¡necesitamos seguir construyendo país desde nuestros calderos!
Sin embargo, son muchas las cosas en que hay que continuar trabajando y por eso pensé en pedir dentro de mis 12 uvas unas cuantas por la vida gastronómica del país:
Una uva, antes que nada, porque quiero más tiempo para cocinar, eso me lo ratifican estos días de fiesta en los que he podido, con una copa de vino y buena música, disfrutar de preparar un buen pernil de cerdo, los langostinos preferidos de mi papá o ese arroz con coco tan maravilloso para acompañar muchos platos. Tener tiempo por volver a la cocina, a la familia en la mesa y buenos encuentros con amores y amigos. En la cocina la química es orgánica, la energía cambia y las familias crecen.
Un par de uvas por encontrar más restaurantes donde se encuentren cartas sencillas y muy nuestras, lugares donde uno pueda elegir pequeños mordiscos de grandes herencias nacionales; donde encontrar una buena chuleta valluna, unos aborrajados o unas marranitas deliciosas no sea tarea de llegar al Valle, sino apuestas en cualquier lugar del país. Que los cocineros, vivan donde vivan, tengan sus tradiciones claras y los homenajes a sus madres y abuelas en cada plato. Eso, por ejemplo, da gusto cuando uno se encuentra a un italiano dueño de su trattoria y con los sabores de la nonna presentes en cada preparación.
Tres uvas por acabar con los inventos modernos de las grandes cadenas de poner mandarinas (sin cascara) o guanábanas envueltas con película plástica e icopor. Los invito con uva de ñapa a no comprar en doble bolsa las frutas y verduras, a pensar dos veces si necesitan la bandeja de icopor y a volver a la plaza donde con gusto les cortan el pedazo de la fruta fresca. Las cáscaras son el mejor empaque y el canasto, la mejor forma de transportarlas.
Me quedan unas más, para pedir por el servicio al cliente en las compras por teléfono o aplicativos móviles. La realidad es que no siempre alcanzamos a llegar a las tiendas o mercados y recurrimos a los domicilios; cultivar una cadena exitosa de este servicio es igual de importante que llegar a un restaurante y tener un excelente mesero. Es patético en muchos casos como llegan los productos a la casa, espichados, magullados o incompletos, y aún más triste, la respuesta al otro lado del teléfono: “Vamos a revisar y nos comunicaremos con usted en unos días”. Por ende, hay que pagarlos por el afán o regresarlos y quedarnos viendo un chispero. Es servicio, señores, es la posibilidad de aumentar un canal y de respetar al cliente.
Pero mi mayor deseo para 2019 y con el cual resteo mis uvas será tomarnos las cocinas regionales, reconectar con la cocina de aquella Colombia que desconocemos, para llevarla a nuestros platos diarios y hacerla parte de nuestras mesas.
¡Feliz año a todos! Trabajemos en las cenas, nos quedan un par de días de compras y muchas horas para preparar no solo la comida, sino todos los agüeros que hacen a cada familia feliz. Yo por mi parte compraré mis uvas, comeré lentejas y brindaré por cada uno de los platos que este año hicieron parte de mi vida. El 2018 me dejó la barriga llena y el corazón contento. Nos vemos en el 2019.
Les recomiendo en Bogotá un pollo causualmente perfecto. El Regio, pollo casual (@elregio_pollocasual). Una pollería donde el adobo es realmente el toque secreto, pues aunque viene acompañado de salsas gustosas como la de chipotle o la de soya y panela, el pollo solo es una dicha. Arroz en costra o papas criollas, los acompañamientos ideales, y un plato maravilloso para los vegetarianos, un bowl de lentejas con espinaca y arándanos, de rechupete. Anímense para ir el 1º cuando ya no quieran más calentado y el desorden de la cocina no aguante una cocinada más.