Para muchos el sabor se lee como sabrosura, como ese algo que nos corre por las venas y que nos hace levantarnos con buena actitud, pensando en qué más viene en el día. Es eso que nos lleva a cantar en la ducha, a batir tres veces el chocolate, y que nos da la sutileza de simplemente salir de la casa con una sonrisa que se ve, inclusive, a través del tapabocas.
No es muy sofisticado ni demorado ponerle sabor a la vida desde los detalles: la actitud es clave en la salud, en nuestra vida, es esa simple acción de poder levantarnos con el pie derecho e intentar no atropellar a la gente en el afán de la nueva realidad.
Loncheras, tapabocas, alcohol, desinfectantes y una alta dosis de bocados que nos llenen la barriga, y que seguro servirán de acompañante en las horas fuera de casa, esa es la clave para conservar esa buena energía en un pedazo del hogar hecho coca plástica. La realidad sigue siendo complicada, las olas vienen y van no solo en el mar sino en esta pandemia, y lo último que necesitamos es que nos trague el mar en un solo bocado, como si fuese el mítico tiburón devorador. Y como es evidente que han llegado nuevas alarmas, para tratar de tener una Semana Santa con más recogimiento hay que volver a salir con precaución y mesura, es hora de comenzar a pensar en lo qué haremos para pasar estos días de descanso y en el impacto que eso tendrá en nuestra vida y la de los otros en los próximos meses.
Planes sobran a la hora de sacar la creatividad de paseo. Empecemos con un buen sancocho de leña o un asado en el jardín de la casa; una salida al río para los más arriesgados (pero sin aglomeraciones acuáticas), o una simple reunión en familia, guardando la distancia positiva de los tenedores y el poco compartir de los vasos. Donde todos confluyamos en poder compartir la mesa con dicha y mucha chicha, como dirían las abuelas; les aseguro que es la forma segura de poder seguir reactivando nuestra economía y dándonos uno que otro paseo para cambiar de plan. Eso sí, siempre tengamos la razón por delante, no nos dejemos llevar por la emoción que hace olvidar las buenas prácticas que ya conocemos para cuidarnos entre todos.
Los que se van de playa, brisa y mar: sean serios, no crean que son invencibles. Cada ceviche o coctel de mariscos en vaso pequeño, pues así hay menos babas compartidas, y más tranquilidad de poder terminar con los planes sin visitar el hospital. De verdad no es tan difícil, cansón quizás sí, pero sencillo… Tengamos en cuenta que sí los niños pueden, ¿porqué nosotros los adultos no?
No se olviden de comer local. Los que puedan, hagan mercado en la plaza y compartan las recetas y la pruebita con los vecinos y amigos. Esta época es una oportunidad de contagiarnos solo de alegría y de proactividad, donde los proyectos pequeños pueden volver a tener un aire y los restaurantes volver a abrir sus puertas. Claramente, nadie está del todo contento, y asumo que la ley seca tendrá sus detractores. Pero también reconozco que, con uno o dos vinos, el amor aflora y los abrazos son más espichados. La verdad, cordura es lo único que necesitamos mientras nos vacunamos.
La felicidad tiene sabor en las cosas sencillas, en ver a diario a todos en la casa sanos y fuertes pero, sobre todo, en ver que nuestros campesinos sacan sus cosechas y se venden; que los restaurantes y panaderías vuelven a abrir y que cada uno de nosotros puede volver a tener una vida social con tranquilidad. Acuérdense que se supone que el que peca y reza empata, pero ahora, seguro un lío nos acompañará. Disfruten el descanso. Disfruten de estos días, pero asegurémonos que todos lo sigamos haciendo con responsabilidad por el resto de los meses que vienen. No es difícil, y es un verdadero acto de amor.
Para muchos el sabor se lee como sabrosura, como ese algo que nos corre por las venas y que nos hace levantarnos con buena actitud, pensando en qué más viene en el día. Es eso que nos lleva a cantar en la ducha, a batir tres veces el chocolate, y que nos da la sutileza de simplemente salir de la casa con una sonrisa que se ve, inclusive, a través del tapabocas.
No es muy sofisticado ni demorado ponerle sabor a la vida desde los detalles: la actitud es clave en la salud, en nuestra vida, es esa simple acción de poder levantarnos con el pie derecho e intentar no atropellar a la gente en el afán de la nueva realidad.
Loncheras, tapabocas, alcohol, desinfectantes y una alta dosis de bocados que nos llenen la barriga, y que seguro servirán de acompañante en las horas fuera de casa, esa es la clave para conservar esa buena energía en un pedazo del hogar hecho coca plástica. La realidad sigue siendo complicada, las olas vienen y van no solo en el mar sino en esta pandemia, y lo último que necesitamos es que nos trague el mar en un solo bocado, como si fuese el mítico tiburón devorador. Y como es evidente que han llegado nuevas alarmas, para tratar de tener una Semana Santa con más recogimiento hay que volver a salir con precaución y mesura, es hora de comenzar a pensar en lo qué haremos para pasar estos días de descanso y en el impacto que eso tendrá en nuestra vida y la de los otros en los próximos meses.
Planes sobran a la hora de sacar la creatividad de paseo. Empecemos con un buen sancocho de leña o un asado en el jardín de la casa; una salida al río para los más arriesgados (pero sin aglomeraciones acuáticas), o una simple reunión en familia, guardando la distancia positiva de los tenedores y el poco compartir de los vasos. Donde todos confluyamos en poder compartir la mesa con dicha y mucha chicha, como dirían las abuelas; les aseguro que es la forma segura de poder seguir reactivando nuestra economía y dándonos uno que otro paseo para cambiar de plan. Eso sí, siempre tengamos la razón por delante, no nos dejemos llevar por la emoción que hace olvidar las buenas prácticas que ya conocemos para cuidarnos entre todos.
Los que se van de playa, brisa y mar: sean serios, no crean que son invencibles. Cada ceviche o coctel de mariscos en vaso pequeño, pues así hay menos babas compartidas, y más tranquilidad de poder terminar con los planes sin visitar el hospital. De verdad no es tan difícil, cansón quizás sí, pero sencillo… Tengamos en cuenta que sí los niños pueden, ¿porqué nosotros los adultos no?
No se olviden de comer local. Los que puedan, hagan mercado en la plaza y compartan las recetas y la pruebita con los vecinos y amigos. Esta época es una oportunidad de contagiarnos solo de alegría y de proactividad, donde los proyectos pequeños pueden volver a tener un aire y los restaurantes volver a abrir sus puertas. Claramente, nadie está del todo contento, y asumo que la ley seca tendrá sus detractores. Pero también reconozco que, con uno o dos vinos, el amor aflora y los abrazos son más espichados. La verdad, cordura es lo único que necesitamos mientras nos vacunamos.
La felicidad tiene sabor en las cosas sencillas, en ver a diario a todos en la casa sanos y fuertes pero, sobre todo, en ver que nuestros campesinos sacan sus cosechas y se venden; que los restaurantes y panaderías vuelven a abrir y que cada uno de nosotros puede volver a tener una vida social con tranquilidad. Acuérdense que se supone que el que peca y reza empata, pero ahora, seguro un lío nos acompañará. Disfruten el descanso. Disfruten de estos días, pero asegurémonos que todos lo sigamos haciendo con responsabilidad por el resto de los meses que vienen. No es difícil, y es un verdadero acto de amor.