No lo digo precisamente porque quiera dejar en la palestra pública a nadie, ni por salir con el “écheme al tarro”, una frase que por estos días parece de las preferidas de la política nacional. Por el contrario, se trata de una afirmación que escucho cada vez con más frecuencia en mi casa, desde que nos dio por comprar un barril de acero, con todos sus juguetes, para hacer ahumados. Literalmente es “échenle carne, costillas, chicharrón, mazorcas, verduras y hasta unas hamburguesas bien puestas…”. Todo eso, y hasta más, aguanta el plan del barril. La verdad es que estamos maravillados con esta forma de cocinar, y eso que creería que llegamos tarde al juego.
Conocí sobre esta técnica para ahumar en Perú cuando, por razones de la vida, en una turisteada vi que un cilindro iba a ser mi siguiente proyecto de ingeniería en casa, pero después me enamoré de las cajas chinas. Un barril o una caja china es como un paso más de un asador, donde las carnes quedan jugosas, sabrosas y tostadas. Pero quizás lo más sorprendente es que con poco desorden, bastante carbón y mucha paciencia se arma una tarde deliciosa con buena comida en la que todos pueden participar.
Para que se pinten el muñeco en la cabeza y sepan cómo funciona, el cilindro es totalmente ahumador: la base tiene una caja donde se pone el carbón, y del extremo superior se cuelgan las carnes o se pone lo que se quiera cocinar en parrillas adecuadas. Al estar cerrado y con un calor constante, la carne queda impecablemente ahumada y tostada, pierde bastante grasa y el sabor es impresionante, pues absorbe ese ahumadito que tanto nos gusta y al partirla se ve la ternura que tiene adentro y el crujiente de afuera (¡uy, ya me dieron ganas de prender el tarro otra vez!). La caja china, por su parte, es completamente diferente. El calor viene de arriba hacia abajo y todo lo que se ponga en la caja se hará en cocción lenta. Papas, camotes, verduras, panceta o pollo quedan crocantes, tanto que se deshacen en la boca.
Ahora bien, no es que uno deje de usar el asador o la típica parrillita mazorquera a la que le caben un par de chuzos y unos buenos chorizos, sobre todo ahora que salir a piquetear no está en la lista de prioridades. Pero con ellos el desorden es mayor, entre la leña, el carbón y la amiga a la que le toca ganarse un espasmo muscular de tanto soplar los carbones para que no se le apaguen, llenándonos de cenizas el pelo. Siempre será un gusto poder cocinar en cada uno de ellos, es un plan tranquilo y que varía según el hambre de los comensales, porque entre equipo y equipo hay varias horas de diferencia.
Cada uno de estos tres aparatos es un generador de dicha, cada uno aporta un sabor diferente y hace del plan un gran espacio para compartir en familia. Mi preferido, sin dudarlo, es el barril, por practicidad, sabor y textura de las carnes. Salen sin grasa, tostadas y en una hora y media, en promedio, todo está listo. Una recomendación: tengan claros los cortes y los tiempos de las carnes, para que no coman carbón. Les aseguro que son la alegría del hogar. Una esquina en la terraza, un balcón compartido o el jardín de la casa será el lugar perfecto para empezar a probar.
Y si de dicha se trata, hoy quiero recomendarles un momento fresco luego de un suculento almuerzo. Frío y Flora (@frioyflora) es un emprendimiento que nace de historias familiares y gustos comunes por los helados y las salsas que se hacían en casa. Como su nombre da a entender, combina dos líneas: una de “Frío”, donde las paletas pequeñas de frutas naturales y los macarrones con helado son los puntos máximos dentro de sus productos artesanales, de los cuales podría alimentarme todos los días; y una línea “Flora”, donde brillan salsas y conservas que, junto a otras delicias como los aceites de oliva saborizados, son el mejor complemento de cualquier asado.
Alisten pues su tarro y aprovechen estos días en casa para cuidarse, consentirse y no dejar de compartir cortes de carnes, muchas verduras y buena energía familiar, para que entre todos sigamos superando este momento de vida, del cual con seguridad vamos a salir.
No lo digo precisamente porque quiera dejar en la palestra pública a nadie, ni por salir con el “écheme al tarro”, una frase que por estos días parece de las preferidas de la política nacional. Por el contrario, se trata de una afirmación que escucho cada vez con más frecuencia en mi casa, desde que nos dio por comprar un barril de acero, con todos sus juguetes, para hacer ahumados. Literalmente es “échenle carne, costillas, chicharrón, mazorcas, verduras y hasta unas hamburguesas bien puestas…”. Todo eso, y hasta más, aguanta el plan del barril. La verdad es que estamos maravillados con esta forma de cocinar, y eso que creería que llegamos tarde al juego.
Conocí sobre esta técnica para ahumar en Perú cuando, por razones de la vida, en una turisteada vi que un cilindro iba a ser mi siguiente proyecto de ingeniería en casa, pero después me enamoré de las cajas chinas. Un barril o una caja china es como un paso más de un asador, donde las carnes quedan jugosas, sabrosas y tostadas. Pero quizás lo más sorprendente es que con poco desorden, bastante carbón y mucha paciencia se arma una tarde deliciosa con buena comida en la que todos pueden participar.
Para que se pinten el muñeco en la cabeza y sepan cómo funciona, el cilindro es totalmente ahumador: la base tiene una caja donde se pone el carbón, y del extremo superior se cuelgan las carnes o se pone lo que se quiera cocinar en parrillas adecuadas. Al estar cerrado y con un calor constante, la carne queda impecablemente ahumada y tostada, pierde bastante grasa y el sabor es impresionante, pues absorbe ese ahumadito que tanto nos gusta y al partirla se ve la ternura que tiene adentro y el crujiente de afuera (¡uy, ya me dieron ganas de prender el tarro otra vez!). La caja china, por su parte, es completamente diferente. El calor viene de arriba hacia abajo y todo lo que se ponga en la caja se hará en cocción lenta. Papas, camotes, verduras, panceta o pollo quedan crocantes, tanto que se deshacen en la boca.
Ahora bien, no es que uno deje de usar el asador o la típica parrillita mazorquera a la que le caben un par de chuzos y unos buenos chorizos, sobre todo ahora que salir a piquetear no está en la lista de prioridades. Pero con ellos el desorden es mayor, entre la leña, el carbón y la amiga a la que le toca ganarse un espasmo muscular de tanto soplar los carbones para que no se le apaguen, llenándonos de cenizas el pelo. Siempre será un gusto poder cocinar en cada uno de ellos, es un plan tranquilo y que varía según el hambre de los comensales, porque entre equipo y equipo hay varias horas de diferencia.
Cada uno de estos tres aparatos es un generador de dicha, cada uno aporta un sabor diferente y hace del plan un gran espacio para compartir en familia. Mi preferido, sin dudarlo, es el barril, por practicidad, sabor y textura de las carnes. Salen sin grasa, tostadas y en una hora y media, en promedio, todo está listo. Una recomendación: tengan claros los cortes y los tiempos de las carnes, para que no coman carbón. Les aseguro que son la alegría del hogar. Una esquina en la terraza, un balcón compartido o el jardín de la casa será el lugar perfecto para empezar a probar.
Y si de dicha se trata, hoy quiero recomendarles un momento fresco luego de un suculento almuerzo. Frío y Flora (@frioyflora) es un emprendimiento que nace de historias familiares y gustos comunes por los helados y las salsas que se hacían en casa. Como su nombre da a entender, combina dos líneas: una de “Frío”, donde las paletas pequeñas de frutas naturales y los macarrones con helado son los puntos máximos dentro de sus productos artesanales, de los cuales podría alimentarme todos los días; y una línea “Flora”, donde brillan salsas y conservas que, junto a otras delicias como los aceites de oliva saborizados, son el mejor complemento de cualquier asado.
Alisten pues su tarro y aprovechen estos días en casa para cuidarse, consentirse y no dejar de compartir cortes de carnes, muchas verduras y buena energía familiar, para que entre todos sigamos superando este momento de vida, del cual con seguridad vamos a salir.