Publicidad

El diamante del barrio

Madame Papita
26 de julio de 2024 - 05:00 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Bogotá está en obra, eso lo sabemos y padecemos todos. Pero esas obras, que vienen ocurriendo por décadas, han dejado cosas buenas, pues esas grandes cruzadas de urbanismo han generado procesos de desarrollo gastronómico de alto impacto, algo que en esta tribuna siempre hemos celebrado. Los restaurantes de las plazas de mercado, o los que nacieron en torno de ellas; así como propuestas que logran recuperar espacios en el centro de la ciudad, arriesgándose a establecerse cerca a nuevos polos de desarrollo como San Victorino, el antiguo Bronx o el muy de moda San Felipe, son buenos ejemplos de esa unión entre cambios a nivel ciudad y expansión de sabor.

Nuestra vilipendiada capital se viene expandiendo de los mismos lugares de siempre, en medio de una crítica situación de seguridad, para recuperar espacios que hace unas décadas seguramente fueron significativos para la ciudad. Nos cuesta salir de lo que llamamos lugares cómodos, o esa costumbre de ir a lo seguro, pero cuando miramos más allá de nuestras narices y decidimos darnos una oportunidad, aparecen lugares que realmente son el diamante del barrio al mezclar propuestas innovadoras, siendo de paso polos de desarrollo y generadores de empleos locales.

Lo bueno es que eso nos pasa a todos. Para mí, Prado Veraniego era el lugar donde mi hermana, la menor de la casa, mandaba a hacer sus proyectos de maquetas y cosas muy particulares para su carrera. Me acuerdo de una que otra lechonería que eran para chuparse los dedos, y de un montón de locales de postres y panaderías, claro está. Sumado a esto que ya conocía y que pocas veces visité en los últimos años, descubrí un lugar que sobrevivió a la pandemia y que paga con creces el viaje a esta zona: @kinjobog. Debo decir que no me esperaba un viaje a Asia en pleno norte de Bogotá, pero eso fue lo que encontré en este lugar. Y quién mejor para definir su propuesta que su dueña, Alejandra León: “Kinjo traduce barrio en japonés. Somos un lugar donde la calidad, la técnica, la cercanía a los ingredientes frescos y las prácticas amigables con el medio ambiente, como la pesca responsable, son nuestra prioridad”. Hacen todo eso y lo hacen bien, pues al sentarnos a la mesa es como estar en el país del sol naciente, con rasgos y sabores latinos. Ojo, no es una mezcla desatada o mal lograda, sino todo lo contrario: hay un juego con productos como la quinua, algunas frutas y varios otros ingredientes más de este lado, que le dan personalidad a cada plato.

“Se van a encontrar con platos de cocinas asiáticas como la japonesa, la coreana, la china y parte del sudeste asiático, pero con toques originales de la gastronomía latina, procedentes de México, Perú, Colombia y Cuba. Incluso tenemos algunos sabores europeos, lo que hace de cada plato una experiencia única y muy confortable”, dice Alejandra, explicando cómo han logrado construir cada propuesta desde el conocimiento adquirido en viajes, la investigación de las culturas y sus tradiciones, y mucho trabajo con su equipo de cocina.

Baos (bocados de panecillos esponjosos con rellenos llenos de productos llenos de sabor), Udon (fideos gruesos con mezclas únicas), Bibimbap, Robatayaki (platos preparados al estilo japonés sobre las brasas del carbón), barra de teppanyaki y una deliciosa barra de sushis son algunos de los mejores platos que probamos. Vale aclarar que éramos una mesa donde compartimos platos al centro, bocados en su mayoría, con la dicha de que muchos de estos se podían disfrutar con la mano.

Cada detalle del restaurante es una evocación a una cultura, a momentos que llenan de alegría y color el entorno y, sobre todo, donde el disfrute de la comida, más que cualquier otra cosa, es un ritual. Esta carta representa una riqueza y diversidad de la gastronomía asiática, apropiada y complementada por algunos toques que nos son comunes. Un ejemplo de esto es la sopa del pescador, una sopa que de verdad reconforta el alma y la vida; son sabores que nutren la experiencia y se convierte en un viaje gastronómico que vale la pena probar.

Último hervor: Esta semana Medellín la sacó del estadio con Colombiamoda. No solo celebraran sus 35 años de existencia, sino que, de manera impecable, lograron reactivar el turismo de negocios, beneficiando de paso a todo el sector gastronómico. Nuevamente la impecable organización, los planes turísticos completos y la calidez de la gente dejaron a la ciudad y a la industria muy en alto. ¡Felicitaciones a todos! Y al resto del país, miren hacia allá, que hay mucho por aprender en tema de desarrollo de cadenas productivas y fortalecimiento del sector gastronómico y turístico.

@madamepapita

 

Melmalo(21794)26 de julio de 2024 - 02:33 p. m.
Buena nota.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar