Hace algunos días fui testigo de cómo una actriz mandaba al diablo a un fan enamorado que osó en decirle “cómo te conservas” y ella, muy digna, le dijo “conservadas las frutas y las mermeladas, a mí me respeta”. A mí me hubieran dicho eso y lo agarraría a besos. Conservarse es una obra de ingeniería, un gasto diario para nosotras las mujeres y un desafío para saber envejecer con dignidad.
La verdad, no debería ser motivo de discusión, porque no hay cosa más provocativa que madurar, pues con los años uno se vuelve más interesante, más sabroso y con más cancha. Tal cual como los vinos, quesos, carnes curadas, verduras encurtidas, frutas en almíbar y las dichosas mermeladas; todo en conserva sabe mejor.
Uno de los primeros procesos que acompañaron la evolución del hombre, y por ende de la cocina, fue la manera como preservar sus alimentos por largos periodos de tiempo; bien fuera por tema de viajes, estaciones o simplemente producción, podían sacar provecho de lo que cosechaban. Salmueras, almíbares, encurtidos, deshidratados, hasta empaques al vacío, son herramientas útiles para poder producir en casa y comer delicioso.
Los más comunes y con los que más felices somos en la cocina son los dulces de las abuelas y las compotas de los niños. Frutas naturales cocidas con azúcar, panela o miel, y una que otra hierba, hacen de sus postres, manjares y de las onces de los niños una opción sana. Mientras que, si de sal se trata, berenjenas, pimentones, pepinillos, cebollitas ocañeras y cuanta verdura tengamos para encurtir nos hacen la vida fácil al agregarlas a un antipasto lleno de quesos y carnes frías o a un buen sanduche.
Pero, para mí, definitivamente uno de los mejores inventos son los productos deshidratados pues unos buenos tomates secos, un kale crocante, rodajas de naranjas, pedazos de mango, cascos de limón y cualquier fruta se convierten en un excelente snack y un insumo maravilloso para algunos postres.
Cosechar o comprar para producir en casa ricas salsas, loncheras o adelantar menús de la semana siempre será más fácil usando estos procesos. Google hoy tiene millones de tutoriales para iniciar desde lo básico, hasta para lanzarse a comprar máquinas que les ayuden, lo que sí es claro es que son una fuente infinita de recetas para que decidan ensayar y crear.
Hoy quiero recomendarles un lugar mágico en Getsemaní, en Cartagena: Ohlala Bistrot. Una casa de esquina, colorida y llena de flores que contrastan con una decoración sencilla y acogedora donde largas mesas hacen el espacio ideal para dar y convidar, deliciosos platos que con base en la cocina francesa nos llevan a redescubrir las tradiciones del Caribe colombiano. Este restaurante es un laboratorio donde entre copa y copa pueden tomar clases de cocina, hacer una cata de frutas tropicales, una mesa para picar y compartir o simplemente sentarse y dejarse consentir de una deliciosa comida y unos anfitriones maravillosos. Disfruten como yo de Ohlala.
Hace algunos días fui testigo de cómo una actriz mandaba al diablo a un fan enamorado que osó en decirle “cómo te conservas” y ella, muy digna, le dijo “conservadas las frutas y las mermeladas, a mí me respeta”. A mí me hubieran dicho eso y lo agarraría a besos. Conservarse es una obra de ingeniería, un gasto diario para nosotras las mujeres y un desafío para saber envejecer con dignidad.
La verdad, no debería ser motivo de discusión, porque no hay cosa más provocativa que madurar, pues con los años uno se vuelve más interesante, más sabroso y con más cancha. Tal cual como los vinos, quesos, carnes curadas, verduras encurtidas, frutas en almíbar y las dichosas mermeladas; todo en conserva sabe mejor.
Uno de los primeros procesos que acompañaron la evolución del hombre, y por ende de la cocina, fue la manera como preservar sus alimentos por largos periodos de tiempo; bien fuera por tema de viajes, estaciones o simplemente producción, podían sacar provecho de lo que cosechaban. Salmueras, almíbares, encurtidos, deshidratados, hasta empaques al vacío, son herramientas útiles para poder producir en casa y comer delicioso.
Los más comunes y con los que más felices somos en la cocina son los dulces de las abuelas y las compotas de los niños. Frutas naturales cocidas con azúcar, panela o miel, y una que otra hierba, hacen de sus postres, manjares y de las onces de los niños una opción sana. Mientras que, si de sal se trata, berenjenas, pimentones, pepinillos, cebollitas ocañeras y cuanta verdura tengamos para encurtir nos hacen la vida fácil al agregarlas a un antipasto lleno de quesos y carnes frías o a un buen sanduche.
Pero, para mí, definitivamente uno de los mejores inventos son los productos deshidratados pues unos buenos tomates secos, un kale crocante, rodajas de naranjas, pedazos de mango, cascos de limón y cualquier fruta se convierten en un excelente snack y un insumo maravilloso para algunos postres.
Cosechar o comprar para producir en casa ricas salsas, loncheras o adelantar menús de la semana siempre será más fácil usando estos procesos. Google hoy tiene millones de tutoriales para iniciar desde lo básico, hasta para lanzarse a comprar máquinas que les ayuden, lo que sí es claro es que son una fuente infinita de recetas para que decidan ensayar y crear.
Hoy quiero recomendarles un lugar mágico en Getsemaní, en Cartagena: Ohlala Bistrot. Una casa de esquina, colorida y llena de flores que contrastan con una decoración sencilla y acogedora donde largas mesas hacen el espacio ideal para dar y convidar, deliciosos platos que con base en la cocina francesa nos llevan a redescubrir las tradiciones del Caribe colombiano. Este restaurante es un laboratorio donde entre copa y copa pueden tomar clases de cocina, hacer una cata de frutas tropicales, una mesa para picar y compartir o simplemente sentarse y dejarse consentir de una deliciosa comida y unos anfitriones maravillosos. Disfruten como yo de Ohlala.