Esta semana oí una discusión muy particular en la radio sobre ser vegano o vegetariano. Una discusión algo ligera (como además etiquetan los productos de este estilo) para un tema tan trascendente de estos tiempos en los que es un conflicto real hablar sobre la decisión de comerse un pollo o un plato de ensalada. Lo que hoy con ímpetu algunos llaman: convicciones alimentarias.
Las tendencias alimentarias se han vuelto una especie de religión, una línea peligrosa donde la gente toma fuertes posturas (y hasta pontifica), y donde muchas veces los omnívoros ya no cabemos; o, al contrario, asumimos que sin carnes no hemos comido y rechazamos lo que para otros funciona: lo verde, las frutas y otros tipos de proteínas totalmente válidas.
Pero como esto se trata de ser flexibles, me di a la tarea de buscar algunos ejemplos que me demostraron que en este sartén ¡cabemos todos! Pues al fin y al cabo cada uno busca comer con placer y compartir en torno a la mesa.
Extraño término el de “flexivegetarianos” y, como me lo explicaban, es flexible porque un buen caldo de pollo nunca cae ¡mal! Aquí entramos todos los que por razones de facilidad preferimos ensaladas, granos, pastas y, de vez en cuando, caemos placenteramente en un buen bocado de pescado o pollo. No está mal y deja a algunos tranquilos con su dieta, cuerpo y mente.
Pes-vegetarianos: similares a los flexibles, pero aquí solo entran los pescados y mariscos, que hacen de ésta una muy buena opción para los que estarán tranquilos con las carnes blancas en sus dietas. No seremos sirenitas, pero vamos mejorando en la definición donde todos cabemos.
Y así podríamos seguir acuñando un nombre muy elegante para definir nuestros gustos gastronómicos, y excluir así al vecino que nos parece un bicho raro por lo que come. Lo que si es claro es que esto parte de un respeto absoluto para quienes en realidad sí son veganos y vegetarianos, quienes por convicción y creencia dejaron de consumir alimentos, y de alguna forma no comulgan con los sacrificios animales, respetan las relaciones con la naturaleza y su cuerpo lo reconoce y lo agradece.
En mi cocina hay cabida para los flexibles, los dietéticos, los vegetarianos, los veganos y todos aquellos que con gusto disfruten de un muy buen plato como yo.
Hoy, y en pro de la flexibilidad de la vida, quiero recomendarles que se den una pasada por Chambaku (@chambaku_). Un espacio lleno de color y sabor costeño que se tomó Chapinero hace 20 años. Cocina de barrio, como ellos mismos se describen, donde las mezclas y los sabores lo llevan a uno al corazón de Cartagena en un solo mordisco. No se pierdan por favor el coctel de camarones, el pescado fresco frito, la posta negra ni cayeye.
Esta semana oí una discusión muy particular en la radio sobre ser vegano o vegetariano. Una discusión algo ligera (como además etiquetan los productos de este estilo) para un tema tan trascendente de estos tiempos en los que es un conflicto real hablar sobre la decisión de comerse un pollo o un plato de ensalada. Lo que hoy con ímpetu algunos llaman: convicciones alimentarias.
Las tendencias alimentarias se han vuelto una especie de religión, una línea peligrosa donde la gente toma fuertes posturas (y hasta pontifica), y donde muchas veces los omnívoros ya no cabemos; o, al contrario, asumimos que sin carnes no hemos comido y rechazamos lo que para otros funciona: lo verde, las frutas y otros tipos de proteínas totalmente válidas.
Pero como esto se trata de ser flexibles, me di a la tarea de buscar algunos ejemplos que me demostraron que en este sartén ¡cabemos todos! Pues al fin y al cabo cada uno busca comer con placer y compartir en torno a la mesa.
Extraño término el de “flexivegetarianos” y, como me lo explicaban, es flexible porque un buen caldo de pollo nunca cae ¡mal! Aquí entramos todos los que por razones de facilidad preferimos ensaladas, granos, pastas y, de vez en cuando, caemos placenteramente en un buen bocado de pescado o pollo. No está mal y deja a algunos tranquilos con su dieta, cuerpo y mente.
Pes-vegetarianos: similares a los flexibles, pero aquí solo entran los pescados y mariscos, que hacen de ésta una muy buena opción para los que estarán tranquilos con las carnes blancas en sus dietas. No seremos sirenitas, pero vamos mejorando en la definición donde todos cabemos.
Y así podríamos seguir acuñando un nombre muy elegante para definir nuestros gustos gastronómicos, y excluir así al vecino que nos parece un bicho raro por lo que come. Lo que si es claro es que esto parte de un respeto absoluto para quienes en realidad sí son veganos y vegetarianos, quienes por convicción y creencia dejaron de consumir alimentos, y de alguna forma no comulgan con los sacrificios animales, respetan las relaciones con la naturaleza y su cuerpo lo reconoce y lo agradece.
En mi cocina hay cabida para los flexibles, los dietéticos, los vegetarianos, los veganos y todos aquellos que con gusto disfruten de un muy buen plato como yo.
Hoy, y en pro de la flexibilidad de la vida, quiero recomendarles que se den una pasada por Chambaku (@chambaku_). Un espacio lleno de color y sabor costeño que se tomó Chapinero hace 20 años. Cocina de barrio, como ellos mismos se describen, donde las mezclas y los sabores lo llevan a uno al corazón de Cartagena en un solo mordisco. No se pierdan por favor el coctel de camarones, el pescado fresco frito, la posta negra ni cayeye.