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Es conocido que en nuestras carreteras, donde estén parqueados varios buses y sobre todo camiones hay buena comida, y yo soy de los que los siguen y he tenido la fortuna de descubrir maravillas de nuestro país gastronómico gracias a ellos. Me enorgullece decir que tengo kilómetros de delicias en mi vida.
Y con ese GPS, con las recomendaciones de los locales y con mi olfato de golosa siempre encuentro delicias en cada departamento de nuestro país. Así fue como, aprovechando estos días de celebración del Bicentenario de la Independencia de Colombia, hice parche de amigos y nos fuimos a recorrer parte de Boyacá, un departamento que cada tantos kilómetros nos trae sorpresas y delicias al paladar.
Bien sabemos que Boyacá no solo nos da delicias gastronómicas y nos abastece de maravillosas frutas y verduras, sino que también nos ha llevado a los más importantes podios del ciclismo mundial, pues en estas tierras se han formado grandes glorias del ciclismo colombiano. La fórmula de la felicidad gastronómica empieza con un desayuno bien trancado, buenos amasijos que se encuentran en cada esquina: mantecadas, arepas boyacenses, almojábanas, pan de maíz, mogollas y hasta envueltos de mazorca, bien acompañados de agua de panela y una potente changua son bocados de los campeones.
Con el clima frío, la sensación de estar en el páramo, el campo verde motiva siempre a la comida caliente; los cocidos de carretera en la ruta a Villa de Leyva son mis preferidos, en Ventaquemada las arepas y almojábanas hacen historia, la longaniza de los piquetes de Sutamarchán, el famoso queso Paipa que con orgullo lleva su denominación de origen, y en todo el departamento las habas, también conocidas como el chicle boyacense.
Además de estos clásicos, hay platos insignia que se consiguen en cualquier pueblo que visiten: pescuezo relleno, mazamorra chiquita, puchero, cuchuco de trigo con espinazo de cerdo, garullas, gallina criolla o trucha. Imperdible probar sabajón de feijoa, la chicha o el masato.
Boyacá me sabe a patria, a los logros de nuestros escarabajos Egan y Nairo (quienes nos llenan de orgullo en cada pedalazo), a las raíces de los muiscas, a cubios, ollucos, arracachas y chuguas, a mazamorra, a icacos en almíbar, natas y brevas. Son miles de kilómetros que invito a que conozcan, saboreen y gocen; a mí Boyacá me sabe a las tradiciones de mis ancestros, son parte de mi esencia culinaria, una tierra que llevo en mi ADN y en mi corazón.