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En estos tiempos en que parecen agobiarnos, no está de más sacar un tiempo para leer algunas de las etiquetas que acompañan los productos de nuestro mercado. Si tomamos esa decisión, descubrimos información maravillosa. Lejos del “Alto en...” que, siendo sinceros, dice poco, no vincula y, en muchos casos, lo único que logra es apartar a la gente de su labor educativa, hay muchas etiquetas que cuentan una historia de vida en pocas líneas.
Sé que esta conversación abre varias puertas para ser insultada, pues mucha gente le ha dedicado tiempo y esfuerzo para llenar la comida de estos hexágonos, pero a estas alturas estoy segura de que es más que claro que mi interés primario siempre serán los productores, las cadenas de valor y la importancia de la educación en casa sobre lo que comemos. Creo firmemente que el acto de aprender a comer, de entender que diferenciar lo que es bueno de lo que es malo no está en una serie de etiquetas sino de la casa, y de conversaciones básicas sobre qué hay y cómo lo podemos comer. Eso sin hablar de que la moderación viene, en buena medida, de la posibilidad de acceder a mejores y más nutritivos grupos de alimentos o bebidas.
Conocí un proyecto que me tocó la fibra más profunda sobre lo que es ser emprendedor; invertir tiempo en sueños y productos que, de verdad, alimentan el cuerpo y el alma. Me emocionó mucho ver cómo eso que alguna vez se sueña y, con el paso del tiempo, se vuelve una realidad no solo para el emprendedor sino para todas las familias que, de manera directa o indirecta, trabajan en el proyecto.
@madamesucree es una pastelería saludable y sabrosa. Así como lo leen. No es común toparse en la vida con esos dos adjetivos calificativos cuando la promesa de venta es vender dulce, pero esta pastelería lo logra, sin azúcar y sin trigo, y abriendo la puerta a varios regímenes que, por condiciones médicas, necesitan unos momentos dulces, que son bien escasos en el diario vivir.
Orgullosa egresada del Sena, Daniela Pérez es el corazón de la pastelería. Por años ha estado investigando y desarrollando productos nutritivos que le permitieran crear una línea completamente saludable. Visualmente, sus productos son un juego de vistosos colores, llenos de ingredientes como el chocolate, coco o café que, en principio, hacen dudar. Pero cuando llegué al sabor de un par de postres, salí dichosa de saber que sí hay opción, porque nada sabe “extrañamente a edulcorantes”. Daniela describe toda su creatividad como un proceso que “se inició en Perú en mis pasantías, donde descubrí todo lo bueno y bonito de la hora del té, de los postres y de los bocados saludables”.
Cocinera de corazón desde que tiene memoria, se enfocó en la pastelería como un proyecto de vida en familia. Madame Sucrèe es un negocio familiar, orgulloso sobreviviente de la pandemia que, además, entiende a sus clientes y que, con gran satisfacción, ya está empezando a llegar a grandes cadenas, con productos de altísima calidad y sanos. El proceso de las etiquetas sí que le ha costado, como a todos nosotros en este segmento, pues realmente con unos empaques que brindaban información seria y completa, se ve inmersa en cambios que poco suman.
La pastelería la encuentran en Rappi o pueden visitar sus tres sucursales: una cerca a la G (calle 65), en Las Villas y la otra en la calle 140 con carrera 15. No hay necesidad de comer sintiéndonos pecadores, ni mucho menos dejar de comer azúcar pudiendo tenerle el reemplazo. Y se me olvidaba: para todos los Keto, hay productos que sirven para su plan alimenticio, unas galleticas o moneditas como le digo yo, fáciles de poner en la cartera y no se salen de su dieta.
Daniela además tiene una masterclass al mes, que le ayuda a sus clientes a entender procesos, recetas y como darse ricos placeres, lo que crea una experiencia completamente dulce, y sin culpas.
Último hervor: Semana de receso con los niños y hay planes de clases de cocina, no solo en @MadameSucree, sino en varios lugares de Bogotá. Recordemos que apoyar a nuestras cocinas es fundamental, y si podemos enseñarlo desde que son pequeños, tanto mejor. Que la guayaba no los embista, ni que piensen que la papa sale de un árbol. Aprender a comer no se hace en una etiqueta, hay que enseñar el valor de la cocina y de los productos locales, para que metan la cuchara sin miedo para probarlo todo.