“Narrador: ‘Bienvenida, Navidad, trae tu alegría.
Alegría para todos los que están lejos y cerca.
El día de Navidad está a nuestro alcance,
siempre y cuando tengamos manos para estrechar.
El día de Navidad siempre será tan largo como lo tengamos.
Demos la bienvenida a la Navidad mientras estemos de pie,
corazón con corazón y de la mano’”.
- ¡Cómo el Grinch robó la Navidad!
Llegó. Por fin llegó la Navidad. Seamos sinceros: por más que seamos los hijos perdidos del Grinch, como yo, esta época siempre logra convertirse en un momento para sumar amor, risas y muchas recetas familiares a nuestras vidas. En mi caso, es tiempo de honrar a las abuelas, tías y a esas personas que ya no están, pero que nos dejaron saberes y sabores imposibles de olvidar. La Navidad es como una mesa larga donde todos cabemos, todos aportamos y, sobre todo, todos saboreamos los recuerdos que nos deja esta fecha.
No podemos negar que la Navidad nos lleva directo a los cajones de la memoria, a esos momentos donde aprendimos a preparar natilla de verdad, no la de caja que, sin desmeritarla, jamás será igual a la que requiere la receta titánica de la abuela. Todos recordamos las maromas para evitar que los buñuelos se estallen, o las fórmulas secretas para el pernil que pasan, con recelo, de generación en generación. Tengo una amiga que creía que compartir sus recetas le restaba magia, o que la haría dejar de ser la estrella de la mesa, sin saber que el “toque secreto” no está en las instrucciones, sino en la mano y el corazón de quien cocina. Al final, las recetas son apenas una guía; lo importante es el amor que le ponemos.
Estas fechas son para compartir, dar y convidar. Sirven para guardar en el corazón las memorias de quienes nos acompañan hoy, y para agradecer a aquellos que seguimos honrando en cada bocado, porque nos regalaron una vida llena de alegría y paz. Por eso, en estos días nuestras mesas son el reflejo de lo que tenemos en el corazón, y de lo que podemos ofrecer a quienes nos rodean.
No es casualidad que tantas películas navideñas cuenten cómo “el tacaño de la Navidad” termina rindiéndose y abriendo su corazón al sentarse a compartir en la mesa con una familia que sí conoce el valor de ese momento. De esa historia hay muchas versiones, pero quizás la que todos tenemos como referencia es la del Tío Rico en el universo de Pato Donald, con el personaje de Scrooge McDuck, una variante del inmortal Ebenezer Scrooge nacido de la mente de Charles Dickens en Canción de Navidad. Tanto la caricatura como el relato, aunque sean ficción, dejan una reflexión valiosa: la Navidad es un campanazo para abrir el corazón y la mesa a quienes más lo necesitan.
Que la mesa de este año sea la oportunidad de reencontrarnos con lo esencial: conectar con la gente y sus necesidades, dejando a un lado las fiestas desbordadas y volviendo a lo básico. Que nadie se quede sin un plato de comida caliente, y que todos apoyemos proyectos, productos y servicios locales, que siguen apostando por este país y por su gente.
¡Felices fiestas a todos! Espero de corazón que sus mesas brillen con recetas llenas de recuerdos, con productos locales que nos unen y con cada plato compartido que nos llena de amor. ¡Y que nuestra mesa siga llenándose de grandes momentos! Los mejores deseos para todos.
Último hervor: Al cierre de esta columna (miércoles 18 de diciembre), y a pocos días de terminar el año, seguimos teniendo muchas bolas en el aire que definirán nuestro 2025 en términos de ingresos, pagos, compras y, claro está, de un mejor acceso a la canasta familiar. Estamos pendientes del aumento del salario mínimo, de las reformas que pasan y se caen en el Congreso de la República, y de lograr entender qué otras propuestas de nuestros alcaldes, gobernadores y Gobierno Nacional se cumplen o se pasan para el 2025.
Por favor, pongamos atención a todo esto. Más allá de una cifra para el salario mínimo, es el futuro de la comida que llevamos a la mesa, de los costos que tendrán nuestros productores y del acceso de nuestra familia a un plato de comida más balanceado. Son decisiones que se ven lejanas, pero que más temprano que tarde nos impactan a todos.
“Narrador: ‘Bienvenida, Navidad, trae tu alegría.
Alegría para todos los que están lejos y cerca.
El día de Navidad está a nuestro alcance,
siempre y cuando tengamos manos para estrechar.
El día de Navidad siempre será tan largo como lo tengamos.
Demos la bienvenida a la Navidad mientras estemos de pie,
corazón con corazón y de la mano’”.
- ¡Cómo el Grinch robó la Navidad!
Llegó. Por fin llegó la Navidad. Seamos sinceros: por más que seamos los hijos perdidos del Grinch, como yo, esta época siempre logra convertirse en un momento para sumar amor, risas y muchas recetas familiares a nuestras vidas. En mi caso, es tiempo de honrar a las abuelas, tías y a esas personas que ya no están, pero que nos dejaron saberes y sabores imposibles de olvidar. La Navidad es como una mesa larga donde todos cabemos, todos aportamos y, sobre todo, todos saboreamos los recuerdos que nos deja esta fecha.
No podemos negar que la Navidad nos lleva directo a los cajones de la memoria, a esos momentos donde aprendimos a preparar natilla de verdad, no la de caja que, sin desmeritarla, jamás será igual a la que requiere la receta titánica de la abuela. Todos recordamos las maromas para evitar que los buñuelos se estallen, o las fórmulas secretas para el pernil que pasan, con recelo, de generación en generación. Tengo una amiga que creía que compartir sus recetas le restaba magia, o que la haría dejar de ser la estrella de la mesa, sin saber que el “toque secreto” no está en las instrucciones, sino en la mano y el corazón de quien cocina. Al final, las recetas son apenas una guía; lo importante es el amor que le ponemos.
Estas fechas son para compartir, dar y convidar. Sirven para guardar en el corazón las memorias de quienes nos acompañan hoy, y para agradecer a aquellos que seguimos honrando en cada bocado, porque nos regalaron una vida llena de alegría y paz. Por eso, en estos días nuestras mesas son el reflejo de lo que tenemos en el corazón, y de lo que podemos ofrecer a quienes nos rodean.
No es casualidad que tantas películas navideñas cuenten cómo “el tacaño de la Navidad” termina rindiéndose y abriendo su corazón al sentarse a compartir en la mesa con una familia que sí conoce el valor de ese momento. De esa historia hay muchas versiones, pero quizás la que todos tenemos como referencia es la del Tío Rico en el universo de Pato Donald, con el personaje de Scrooge McDuck, una variante del inmortal Ebenezer Scrooge nacido de la mente de Charles Dickens en Canción de Navidad. Tanto la caricatura como el relato, aunque sean ficción, dejan una reflexión valiosa: la Navidad es un campanazo para abrir el corazón y la mesa a quienes más lo necesitan.
Que la mesa de este año sea la oportunidad de reencontrarnos con lo esencial: conectar con la gente y sus necesidades, dejando a un lado las fiestas desbordadas y volviendo a lo básico. Que nadie se quede sin un plato de comida caliente, y que todos apoyemos proyectos, productos y servicios locales, que siguen apostando por este país y por su gente.
¡Felices fiestas a todos! Espero de corazón que sus mesas brillen con recetas llenas de recuerdos, con productos locales que nos unen y con cada plato compartido que nos llena de amor. ¡Y que nuestra mesa siga llenándose de grandes momentos! Los mejores deseos para todos.
Último hervor: Al cierre de esta columna (miércoles 18 de diciembre), y a pocos días de terminar el año, seguimos teniendo muchas bolas en el aire que definirán nuestro 2025 en términos de ingresos, pagos, compras y, claro está, de un mejor acceso a la canasta familiar. Estamos pendientes del aumento del salario mínimo, de las reformas que pasan y se caen en el Congreso de la República, y de lograr entender qué otras propuestas de nuestros alcaldes, gobernadores y Gobierno Nacional se cumplen o se pasan para el 2025.
Por favor, pongamos atención a todo esto. Más allá de una cifra para el salario mínimo, es el futuro de la comida que llevamos a la mesa, de los costos que tendrán nuestros productores y del acceso de nuestra familia a un plato de comida más balanceado. Son decisiones que se ven lejanas, pero que más temprano que tarde nos impactan a todos.