... Y para mí esa raíz es innegable en la cocina española, llena de sabores “jondos” (como su flamenco) y que hace honor a sus raíces en cada comunidad autonómica y los productos de cada temporada.
He llegado este inicio de verano a recorrer el norte del país y Cataluña, y la sorpresa ha sido más que agradable al encontrar una gastronomía que perfecciona cada vez más sus tapas (o pitxos, como los llaman los vascos) con preparaciones que superan el tradicional pan con algo encima. Tortillas que alegran el alma con verduras, quesos, bacalao o atún, todo el mar en mi boca en cada pulpo o sardina fresca preparada con tal detalle y amor que explotan al maridarlos con un cava o una buena sidra.
Amé Pamplona, una ciudad universitaria que me acogió entre sus calles antiquísimas en el casco viejo, recordadas mundialmente por sus tradicionales San Fermines que tendrán lugar en un par de semanas. Es imposible no sucumbir a la movida de tomar un par de pitxos en una tasca y otro par en otra con los frescos vinos Navarros, aunque aún me impresiona eso de “vámonos de acá, ya que estamos pasando tan bien”. Y protesté cuando conocí Katuzarra (@asadorkatuzarra), un restaurante asador donde probé el mejor Txuletón de carne con maduración de muchos meses de cuidado y la ternura de poder partirla con la cuchara: papas bravas, pulpo a la parrilla con pimientos de piquillo, morcilla de Burgos, el solomillo con foie y un plato de croquetas de queso de Navarra hicieron de mi paso por este restaurante un verdadero anclaje con lo mejor de la zona. Ahhhh, de postre no se pueden ir sin tomar el café con unos churros con chocolate, crocantes, secos y llenos de sabor azucarado.
Llegando a Barcelona, justo en el Hotel W, el chef Carles Abellán (una estrella Michellín) acaba de abrir La Barra, un lugar que se destaca por su decoración de gran gusto Mediterráneo, su música en vivo, pero de ambiente tranquilo y sobretodo por su comida hecha a la vista en la robata de la barra o en la cocina que transmite en directo en dos grandes pantallas cómo se van preparando las viandas para sus comensales.
Yo de ustedes empezaría con el postre porque el helado de queso brie con trufas es una experiencia indescriptible. Venía en un menú que él llama de tapitas del puerto que el chef escoge para cada comensal luego de saber sus gustos y alergias. Y así comenzó la danza de los siete velos con unas ostras fritas con huevo de salmón picante, navajas gallegas a la brasa con ponzu, frita de langosta al estilo de Formentera, ensalada de tomatitos con algas frescas, sepia soasada a la bruta y un rodaballo a la brasa. Esto con un buen vino catalán y de ser posible con un par de amigos locales son tener una obra de Picasso o de Dalí en tu boca.
Pero no se necesita ir a un restaurante de Estrella Michelín para comer a tus anchas en Barcelona porque, aunque hay muchos lugares turísticos, los locales han hecho de la ciudad una capital gastronómica de talla mundial. Pasen por los arroces de Pez Vela, un chiringuito también en la Barceloneta donde se come una excelente paella o unos buenos pulpos a la gallega. También hay que pasar por La Paradeta (@la_paradeta), que además tiene siete restaurantes por toda la ciudad donde la oferta va desde chipirones, langostinos y cualquier marisco o pescado que llega del mar directo a nuestra boca, se escoge fresco en la vitrina y los ponen en su plato según la preparación deseada.
Bueno, y cómo irse de Barcelona sin pasar por el mercado de La Boquería (@la_boqueria) donde lo que hay es para escoger entre locales de comida de mar y otras variedades que nos pasean por la gastronomía nacional entre colores, aromas y mucha alegría. Quesos, tortillas, frutas, cocteles, aceites de olivas, patas de jamón y muchas risas de gente que brinda y hace vibrar el lugar. Siempre vuelvo a Barcelona porque es una ciudad que inspira, que te regala una bocanada de oxígeno, de vida, de arte, de linda gente catalana que ama su tierra y te llena de una energía renovadora para retornar a casa.
Para finalizar, no puedo dejar de recomendarles el hotel Muga de Beloso en Pamplona (@hotelalmapamplona), a las afueras de la ciudad, en medio del campo y el silencio, pero a solo 15 minutos del centro histórico. Su cocina sirve menús degustación de 25 platos de bocaditos simples pero muy elaborados, su pequeña huerta de hierbas se siente en cada preparación. Alma se llama el restaurante y entre óperas y pájaros, simplicidad pero elegancia en su forma de servir, es una muestra de la convivencia de la buena comida sin tanto ruido y pirotecnia, comida con Alma indiscutiblemente.
Adiós, España, me voy llenita de amor y de sabores inolvidables. Y ustedes por favor no dejen de ir a estos lugares en sus próximos viajes por Pamplona y Barcelona.
... Y para mí esa raíz es innegable en la cocina española, llena de sabores “jondos” (como su flamenco) y que hace honor a sus raíces en cada comunidad autonómica y los productos de cada temporada.
He llegado este inicio de verano a recorrer el norte del país y Cataluña, y la sorpresa ha sido más que agradable al encontrar una gastronomía que perfecciona cada vez más sus tapas (o pitxos, como los llaman los vascos) con preparaciones que superan el tradicional pan con algo encima. Tortillas que alegran el alma con verduras, quesos, bacalao o atún, todo el mar en mi boca en cada pulpo o sardina fresca preparada con tal detalle y amor que explotan al maridarlos con un cava o una buena sidra.
Amé Pamplona, una ciudad universitaria que me acogió entre sus calles antiquísimas en el casco viejo, recordadas mundialmente por sus tradicionales San Fermines que tendrán lugar en un par de semanas. Es imposible no sucumbir a la movida de tomar un par de pitxos en una tasca y otro par en otra con los frescos vinos Navarros, aunque aún me impresiona eso de “vámonos de acá, ya que estamos pasando tan bien”. Y protesté cuando conocí Katuzarra (@asadorkatuzarra), un restaurante asador donde probé el mejor Txuletón de carne con maduración de muchos meses de cuidado y la ternura de poder partirla con la cuchara: papas bravas, pulpo a la parrilla con pimientos de piquillo, morcilla de Burgos, el solomillo con foie y un plato de croquetas de queso de Navarra hicieron de mi paso por este restaurante un verdadero anclaje con lo mejor de la zona. Ahhhh, de postre no se pueden ir sin tomar el café con unos churros con chocolate, crocantes, secos y llenos de sabor azucarado.
Llegando a Barcelona, justo en el Hotel W, el chef Carles Abellán (una estrella Michellín) acaba de abrir La Barra, un lugar que se destaca por su decoración de gran gusto Mediterráneo, su música en vivo, pero de ambiente tranquilo y sobretodo por su comida hecha a la vista en la robata de la barra o en la cocina que transmite en directo en dos grandes pantallas cómo se van preparando las viandas para sus comensales.
Yo de ustedes empezaría con el postre porque el helado de queso brie con trufas es una experiencia indescriptible. Venía en un menú que él llama de tapitas del puerto que el chef escoge para cada comensal luego de saber sus gustos y alergias. Y así comenzó la danza de los siete velos con unas ostras fritas con huevo de salmón picante, navajas gallegas a la brasa con ponzu, frita de langosta al estilo de Formentera, ensalada de tomatitos con algas frescas, sepia soasada a la bruta y un rodaballo a la brasa. Esto con un buen vino catalán y de ser posible con un par de amigos locales son tener una obra de Picasso o de Dalí en tu boca.
Pero no se necesita ir a un restaurante de Estrella Michelín para comer a tus anchas en Barcelona porque, aunque hay muchos lugares turísticos, los locales han hecho de la ciudad una capital gastronómica de talla mundial. Pasen por los arroces de Pez Vela, un chiringuito también en la Barceloneta donde se come una excelente paella o unos buenos pulpos a la gallega. También hay que pasar por La Paradeta (@la_paradeta), que además tiene siete restaurantes por toda la ciudad donde la oferta va desde chipirones, langostinos y cualquier marisco o pescado que llega del mar directo a nuestra boca, se escoge fresco en la vitrina y los ponen en su plato según la preparación deseada.
Bueno, y cómo irse de Barcelona sin pasar por el mercado de La Boquería (@la_boqueria) donde lo que hay es para escoger entre locales de comida de mar y otras variedades que nos pasean por la gastronomía nacional entre colores, aromas y mucha alegría. Quesos, tortillas, frutas, cocteles, aceites de olivas, patas de jamón y muchas risas de gente que brinda y hace vibrar el lugar. Siempre vuelvo a Barcelona porque es una ciudad que inspira, que te regala una bocanada de oxígeno, de vida, de arte, de linda gente catalana que ama su tierra y te llena de una energía renovadora para retornar a casa.
Para finalizar, no puedo dejar de recomendarles el hotel Muga de Beloso en Pamplona (@hotelalmapamplona), a las afueras de la ciudad, en medio del campo y el silencio, pero a solo 15 minutos del centro histórico. Su cocina sirve menús degustación de 25 platos de bocaditos simples pero muy elaborados, su pequeña huerta de hierbas se siente en cada preparación. Alma se llama el restaurante y entre óperas y pájaros, simplicidad pero elegancia en su forma de servir, es una muestra de la convivencia de la buena comida sin tanto ruido y pirotecnia, comida con Alma indiscutiblemente.
Adiós, España, me voy llenita de amor y de sabores inolvidables. Y ustedes por favor no dejen de ir a estos lugares en sus próximos viajes por Pamplona y Barcelona.