Que el huevo sube, que el huevo baja. Que no hay maíz, para luego, “vecina sí hay, pero está carísimo”. Esas son algunas de las frases de moda por estos días en los mercados del país. El verano está golpeando la canasta familiar, sin lugar a dudas, y afecta por igual los costos básicos de cualquier cadena logística. En el sector de la alimentación todos siguen haciendo malabares, desde los productores hasta los comensales, para lograr sobreaguar este primer mes del año.
Resulta sabroso que, con tantas vainas en el aire, parecemos evitar pensar en lo que estamos viviendo en medio de este calor tan macho, que con gracia decimos que nos sentimos en Girardot o la costa. Cambiamos nuestra vestimenta y nos acomodamos, pero estamos desconociendo el problema real de fondo: que el cambio climático nos está golpeando en la cara y, de paso, se cuela por las ventanas. No es cuestión de comprar más ropa y usar cachucha y toneladas de bloqueador, es ver que las producciones están atrasadas, que el campo está arrasado en varias zonas del país, y que muchos departamentos están combatiendo incendios voraces.
Esta semana, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) anunció que varios municipios y ciudades del país han alcanzado temperaturas récord. A eso se suma el llamado urgente a ser responsables en este momento de sequías para frenar y prevenir incendios como los que esta semana azotaron a Nemocón, Santander y Bogotá, entre otras ciudades.
La vaina de decir ‘cachaco en chancla’ no debería ser de risa, pues tiene implicaciones reales en lo que podremos comer en los próximos meses, en la situación de pérdidas de algunos cultivos y en el cambio obligado en la dieta que venimos sintiendo. El tema del “tal cambio climático”, como se refieren algunos líderes mundiales, creo que dejó de ser un “tal” para convertirse en una realidad estrepitosa que hay que asumir, aprender a manejar, y ayudar a mitigar.
Y es que el contraste es muy fuerte. La televisión y las redes se llenan de videos del fuerte invierno de algunos estados de Estados Unidos, que parecían imágenes de la película El día después de mañana. De otro lado, la ola de frío en Europa dejó a más de uno sorprendido por su crudeza, mientras que nosotros, país del trópico con varios pisos térmicos, estamos viviendo un recalentamiento importante, que ya deja escasez de agua de varias zonas y flora y fauna en peligro. Por ende, se hace evidente que el calentamiento global dejó de ser un mal titular para ser una realidad.
Es importante entonces apropiarse de la realidad que estamos viviendo como país, dejar los chistes pendejos regionales para reírse de las olas de calor, y comenzar a tomar acciones propias que, por más pequeñas que parezcan, suman en medio de un fenómeno climatológico como el que estamos viviendo. No podemos olvidar que, por estos días, nuestros recursos naturales son más finitos que nunca. Así que ahorren agua, apoyen a las juntas de acción local, o, por lo menos, reciclen, si es con eso con lo que están comprometidos.
También es momento de hacer algo más, pues como dicen por ahí, hoy por ti, mañana por mí. Así que no sobra estar atentos a ayudar a los animales silvestres que comienzan a aparecer en las ciudades porque los incendios los han sacado de su hábitat. Ellos necesitan agua y que se respete su vida. Seguro en su ciudad hay centros de paso de fauna silvestre si llega a toparse con uno de estos animalitos. Además, no podemos olvidar que mientras todo el cuerpo de Bomberos, Defensa Civil, Policía Nacional, Ejercito y Fuerza Aérea hace su tarea, necesitan una mano amiga, que se traduce en agua, bebidas rehidratantes, comida, apoyo con el comportamiento (así suene como la tía que soy). Cada tragedia debería mejorarnos como humanos, aunque a veces nos quede la duda de si es así.
Hay que seguir con todo en el aire, pensando en el vecino y en quienes nos cuidan y soportan en este capítulo del fenómeno de El Niño que estamos viviendo. Una de esas bolas con las que hacemos nuestros malabares debería ser únicamente para pensar en qué podemos hacer frente al cambio climático, qué acciones rápidas suman y qué cuento nos estamos echando nosotros mismos para seguir haciéndonos los pendejos (un grupo en el que me incluyo muchas veces).
Último hervor: cuando hagan mercado, revisen con atención la mostaza y la salsa soja (o de soya, como también la conocemos) que por fin hay y suficiente. Mírenlas bien, pues no deja de ser particular que, en algunos lugares, no todas las marcas tienen los dichosos sellos. ¿Realidad o ficción? ¿Necedad o comodidad? Por mi parte, seguiré feliz consumiéndolas, pues a esta altura de mi vida no estoy para comida insípida ni besos sin babas.
Que el huevo sube, que el huevo baja. Que no hay maíz, para luego, “vecina sí hay, pero está carísimo”. Esas son algunas de las frases de moda por estos días en los mercados del país. El verano está golpeando la canasta familiar, sin lugar a dudas, y afecta por igual los costos básicos de cualquier cadena logística. En el sector de la alimentación todos siguen haciendo malabares, desde los productores hasta los comensales, para lograr sobreaguar este primer mes del año.
Resulta sabroso que, con tantas vainas en el aire, parecemos evitar pensar en lo que estamos viviendo en medio de este calor tan macho, que con gracia decimos que nos sentimos en Girardot o la costa. Cambiamos nuestra vestimenta y nos acomodamos, pero estamos desconociendo el problema real de fondo: que el cambio climático nos está golpeando en la cara y, de paso, se cuela por las ventanas. No es cuestión de comprar más ropa y usar cachucha y toneladas de bloqueador, es ver que las producciones están atrasadas, que el campo está arrasado en varias zonas del país, y que muchos departamentos están combatiendo incendios voraces.
Esta semana, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) anunció que varios municipios y ciudades del país han alcanzado temperaturas récord. A eso se suma el llamado urgente a ser responsables en este momento de sequías para frenar y prevenir incendios como los que esta semana azotaron a Nemocón, Santander y Bogotá, entre otras ciudades.
La vaina de decir ‘cachaco en chancla’ no debería ser de risa, pues tiene implicaciones reales en lo que podremos comer en los próximos meses, en la situación de pérdidas de algunos cultivos y en el cambio obligado en la dieta que venimos sintiendo. El tema del “tal cambio climático”, como se refieren algunos líderes mundiales, creo que dejó de ser un “tal” para convertirse en una realidad estrepitosa que hay que asumir, aprender a manejar, y ayudar a mitigar.
Y es que el contraste es muy fuerte. La televisión y las redes se llenan de videos del fuerte invierno de algunos estados de Estados Unidos, que parecían imágenes de la película El día después de mañana. De otro lado, la ola de frío en Europa dejó a más de uno sorprendido por su crudeza, mientras que nosotros, país del trópico con varios pisos térmicos, estamos viviendo un recalentamiento importante, que ya deja escasez de agua de varias zonas y flora y fauna en peligro. Por ende, se hace evidente que el calentamiento global dejó de ser un mal titular para ser una realidad.
Es importante entonces apropiarse de la realidad que estamos viviendo como país, dejar los chistes pendejos regionales para reírse de las olas de calor, y comenzar a tomar acciones propias que, por más pequeñas que parezcan, suman en medio de un fenómeno climatológico como el que estamos viviendo. No podemos olvidar que, por estos días, nuestros recursos naturales son más finitos que nunca. Así que ahorren agua, apoyen a las juntas de acción local, o, por lo menos, reciclen, si es con eso con lo que están comprometidos.
También es momento de hacer algo más, pues como dicen por ahí, hoy por ti, mañana por mí. Así que no sobra estar atentos a ayudar a los animales silvestres que comienzan a aparecer en las ciudades porque los incendios los han sacado de su hábitat. Ellos necesitan agua y que se respete su vida. Seguro en su ciudad hay centros de paso de fauna silvestre si llega a toparse con uno de estos animalitos. Además, no podemos olvidar que mientras todo el cuerpo de Bomberos, Defensa Civil, Policía Nacional, Ejercito y Fuerza Aérea hace su tarea, necesitan una mano amiga, que se traduce en agua, bebidas rehidratantes, comida, apoyo con el comportamiento (así suene como la tía que soy). Cada tragedia debería mejorarnos como humanos, aunque a veces nos quede la duda de si es así.
Hay que seguir con todo en el aire, pensando en el vecino y en quienes nos cuidan y soportan en este capítulo del fenómeno de El Niño que estamos viviendo. Una de esas bolas con las que hacemos nuestros malabares debería ser únicamente para pensar en qué podemos hacer frente al cambio climático, qué acciones rápidas suman y qué cuento nos estamos echando nosotros mismos para seguir haciéndonos los pendejos (un grupo en el que me incluyo muchas veces).
Último hervor: cuando hagan mercado, revisen con atención la mostaza y la salsa soja (o de soya, como también la conocemos) que por fin hay y suficiente. Mírenlas bien, pues no deja de ser particular que, en algunos lugares, no todas las marcas tienen los dichosos sellos. ¿Realidad o ficción? ¿Necedad o comodidad? Por mi parte, seguiré feliz consumiéndolas, pues a esta altura de mi vida no estoy para comida insípida ni besos sin babas.