Dicen los adagios populares que quien no come verduras es porque no se las prepararon bien cuando era pequeño, porque ya de adulto no sabe si ponerlas de adorno, por simplemente no saber cómo echarlas en la olla o por puro desconocimiento de cómo prepararlas. En cualquiera de esos casos, es claro que se pierden de manjares y dichas para el paladar.
Quizá un detonante del bajo consumo de verduras es un lugar común que tenemos varios en la memoria de nuestra infancia: las cantaletas y regaños que recibimos por no comerlas, sacarles la lengua cuando las servían y armar pataletas para no tener que pasar por ese momento. Mientras que, por el contrario, los premios siempre fueron comida como hamburguesas, pizza, perros y delicias llenas de salsas, pocas verduras y muchísima diversión.
Sé que sueno como una adulta que hizo las paces con el ejercicio, la comida sana y las verduras… y, sí, así fue. Ya de vieja aprendí a comer cualquier verdura que me sirvan: cocidas, salteadas, en sopas, guisos o como vengan. Esto se debe no solo a que me hacen el montaje de los platos más fácil por su colorido, sino porque en realidad son una delicia.
Viendo #Tokyo2020 no podía dejar de pensar lo que sería una mesa de desayuno para todos esos atletas en los Olímpicos. Revisé en páginas internacionales algunas de las dietas de la Villa Olímpica y las solicitudes puntuales de ciertos países. Además, fisgoneando las redes sociales de algunos atletas, descubrí algunos dulces pecados que son más que merecidos ante tanta presión. Esas dietas tienen lo básico: proteínas, carbohidratos, frutas, verduras; platos específicos por naciones y requerimientos médicos para algunos, variedades de sabores y productos. Pero, sobre todo, encontré una multiplicidad de representaciones que confluyen en las mesas de estos hombres y mujeres que dejan hoy en cada salida a prueba, el alma y el corazón de sus países.
No hay necesidad de ser un super héroe, un disciplinado deportista o tener una dieta basada en el consumo de verduras y plantas: basta con ser un colombiano feliz de comer lo que nuestro campo nos brinda. Permitirse probar eso que al parecer es un complejo producto o un mal recuerdo de infancia.
Y es que lo de las verduras realmente es pura mala fama, y deberíamos estar en capacidad de perderles el miedo. En especial ahora, cuando el desconocimiento de cómo prepararlas puede resumirse en desidia de no entrar a internet y poner en un buscador “cómo cocinar repollitas de Bruselas”, o simplemente preguntar en el chat de la familia o de las amigas de la vida.
Colombia es un país rico en la variedad de verduras, frutas y demás productos que nos brinda nuestra tierra. Hemos heredado recetas y preparaciones de las abuelas, las tías y hasta las comadres; mientras que otras las hemos ido adaptando de lo que vemos y aprendemos en videos compartidos a lo largo de las diferentes plataformas de información. Hoy no hay excusa alguna para no probar, pasamos por retos de recetas digitales como el del cubio, compratones regionales para salvar cosechas y ventas infinitas por internet de cosas deshidratadas o en conserva, que vienen a complementar nuestra oferta. Aprovechemos todo esto para quitarnos ese prejuicio infantil, y volver a las verduras unas protagonistas de nuestra alimentación.
@Chefguty
Dicen los adagios populares que quien no come verduras es porque no se las prepararon bien cuando era pequeño, porque ya de adulto no sabe si ponerlas de adorno, por simplemente no saber cómo echarlas en la olla o por puro desconocimiento de cómo prepararlas. En cualquiera de esos casos, es claro que se pierden de manjares y dichas para el paladar.
Quizá un detonante del bajo consumo de verduras es un lugar común que tenemos varios en la memoria de nuestra infancia: las cantaletas y regaños que recibimos por no comerlas, sacarles la lengua cuando las servían y armar pataletas para no tener que pasar por ese momento. Mientras que, por el contrario, los premios siempre fueron comida como hamburguesas, pizza, perros y delicias llenas de salsas, pocas verduras y muchísima diversión.
Sé que sueno como una adulta que hizo las paces con el ejercicio, la comida sana y las verduras… y, sí, así fue. Ya de vieja aprendí a comer cualquier verdura que me sirvan: cocidas, salteadas, en sopas, guisos o como vengan. Esto se debe no solo a que me hacen el montaje de los platos más fácil por su colorido, sino porque en realidad son una delicia.
Viendo #Tokyo2020 no podía dejar de pensar lo que sería una mesa de desayuno para todos esos atletas en los Olímpicos. Revisé en páginas internacionales algunas de las dietas de la Villa Olímpica y las solicitudes puntuales de ciertos países. Además, fisgoneando las redes sociales de algunos atletas, descubrí algunos dulces pecados que son más que merecidos ante tanta presión. Esas dietas tienen lo básico: proteínas, carbohidratos, frutas, verduras; platos específicos por naciones y requerimientos médicos para algunos, variedades de sabores y productos. Pero, sobre todo, encontré una multiplicidad de representaciones que confluyen en las mesas de estos hombres y mujeres que dejan hoy en cada salida a prueba, el alma y el corazón de sus países.
No hay necesidad de ser un super héroe, un disciplinado deportista o tener una dieta basada en el consumo de verduras y plantas: basta con ser un colombiano feliz de comer lo que nuestro campo nos brinda. Permitirse probar eso que al parecer es un complejo producto o un mal recuerdo de infancia.
Y es que lo de las verduras realmente es pura mala fama, y deberíamos estar en capacidad de perderles el miedo. En especial ahora, cuando el desconocimiento de cómo prepararlas puede resumirse en desidia de no entrar a internet y poner en un buscador “cómo cocinar repollitas de Bruselas”, o simplemente preguntar en el chat de la familia o de las amigas de la vida.
Colombia es un país rico en la variedad de verduras, frutas y demás productos que nos brinda nuestra tierra. Hemos heredado recetas y preparaciones de las abuelas, las tías y hasta las comadres; mientras que otras las hemos ido adaptando de lo que vemos y aprendemos en videos compartidos a lo largo de las diferentes plataformas de información. Hoy no hay excusa alguna para no probar, pasamos por retos de recetas digitales como el del cubio, compratones regionales para salvar cosechas y ventas infinitas por internet de cosas deshidratadas o en conserva, que vienen a complementar nuestra oferta. Aprovechemos todo esto para quitarnos ese prejuicio infantil, y volver a las verduras unas protagonistas de nuestra alimentación.
@Chefguty