Como hace uno para no caer, para mantenerse a régimen y tener una férrea voluntad. Diagnóstico propio: mi carne es débil. Soy débil ante un buen asado, una pasta o simplemente ante un sabroso queso con vino. No creo en dietas milagrosas, ni en productos absurdos que traen la mano de Dios en unas gotas o pastillas, pero sí creo que hay que vivir con la pasión de lo que comemos. Comer bien, lo que sea, es como una conversación interesante; los insípidos en la comida son insípidos en la vida.
Y eso es lo que me pasa cuando emprendo mis correrías por el país, de paradero en paradero, de fonda paisa a puesto de arepas, pasando por las lechonerías o por asaderos llaneros, lo que hay en Colombia son restaurantes y lugares, donde comer a nuestras anchas es la consigna, y donde las dietas no están en la carta.
Pero no crean que en las carreteras solo se ve comida colombiana, he encontrado excelentes churrasquerías argentinas por Cundinamarca, pequeños lugares franceses en Boyacá, salchichas y cerveza alemana artesanal en un pueblo cercano a Bogotá y hasta comida china en un paraje del César. Y tanto en los típicos de nuestra tierra como en los llegados de otros lares, lo que he podido es comer bien, sin tanto estiramiento porque hay un común denominador entre todos: el amor por lo que hacen, los ingredientes bien elegidos y un buen servicio.
Piénsenlo bien, no hay paseo sin parada a comer en el lugar preferido de los frijoles con chicharrón, las arepas o la longaniza. Y súmele siempre, el factor folclórico de los perros y los gatos de carretera, pues ellos siempre disfrutan de manjares y bocados de todos los comensales que les dan su probadita.
Colombia es un país de ferias y fiestas y ya llega agosto con sus puentes nuevamente, anímense a salir, a cambiar de comida, a conocer mercados, cultivos y proyectos que sirvan para nutrirnos. Agosto trae buenos eventos como “Sabor Barranquilla” que nos llenará de son y sabor; obvio en la arenosa, y sería tremendo paseo por carretera; “Alimentarte” en Bogotá es un buena forma de seguir construyendo tejido social en pro de proyectos para el bienestar de las familias de nuestros policías victimas del conflicto, dos fines de semana donde hacer un picnic con los mejores restaurantes de la ciudad, es un placer. Y para los más fanáticos de la gastronomía, agosto cierra con broche de oro con el “Bogota Wine and Food Festival”. No hay excusas, lo que hay son planes y por ende, toco posponer unos diitas más, la dieta.
Como hace uno para no caer, para mantenerse a régimen y tener una férrea voluntad. Diagnóstico propio: mi carne es débil. Soy débil ante un buen asado, una pasta o simplemente ante un sabroso queso con vino. No creo en dietas milagrosas, ni en productos absurdos que traen la mano de Dios en unas gotas o pastillas, pero sí creo que hay que vivir con la pasión de lo que comemos. Comer bien, lo que sea, es como una conversación interesante; los insípidos en la comida son insípidos en la vida.
Y eso es lo que me pasa cuando emprendo mis correrías por el país, de paradero en paradero, de fonda paisa a puesto de arepas, pasando por las lechonerías o por asaderos llaneros, lo que hay en Colombia son restaurantes y lugares, donde comer a nuestras anchas es la consigna, y donde las dietas no están en la carta.
Pero no crean que en las carreteras solo se ve comida colombiana, he encontrado excelentes churrasquerías argentinas por Cundinamarca, pequeños lugares franceses en Boyacá, salchichas y cerveza alemana artesanal en un pueblo cercano a Bogotá y hasta comida china en un paraje del César. Y tanto en los típicos de nuestra tierra como en los llegados de otros lares, lo que he podido es comer bien, sin tanto estiramiento porque hay un común denominador entre todos: el amor por lo que hacen, los ingredientes bien elegidos y un buen servicio.
Piénsenlo bien, no hay paseo sin parada a comer en el lugar preferido de los frijoles con chicharrón, las arepas o la longaniza. Y súmele siempre, el factor folclórico de los perros y los gatos de carretera, pues ellos siempre disfrutan de manjares y bocados de todos los comensales que les dan su probadita.
Colombia es un país de ferias y fiestas y ya llega agosto con sus puentes nuevamente, anímense a salir, a cambiar de comida, a conocer mercados, cultivos y proyectos que sirvan para nutrirnos. Agosto trae buenos eventos como “Sabor Barranquilla” que nos llenará de son y sabor; obvio en la arenosa, y sería tremendo paseo por carretera; “Alimentarte” en Bogotá es un buena forma de seguir construyendo tejido social en pro de proyectos para el bienestar de las familias de nuestros policías victimas del conflicto, dos fines de semana donde hacer un picnic con los mejores restaurantes de la ciudad, es un placer. Y para los más fanáticos de la gastronomía, agosto cierra con broche de oro con el “Bogota Wine and Food Festival”. No hay excusas, lo que hay son planes y por ende, toco posponer unos diitas más, la dieta.