Somos un país sopero, lleno de caldos, cremas, coladas y sopas. Buenas y espesas para el almuerzo, sabrosas y potentes para compartir o sencillas y sustanciosas para pasar la gripa o el guayabo. Todas esas combinaciones de agua y distintos ingredientes colombianos están arraigadas en nuestras raíces y muy lejos de los odios de la argentina Mafalda, pues ¡almuerzo sin sopa nunca estará completo! Las sopas son la radiografía de nuestras despensas, donde claramente brillan por la sustancia y la presa, como dirían mis amigos, pues una sopa simple es de los peores castigos de la buena mesa.
La sopa es la solución a muchos momentos donde el hambre manda. Con una sopa espesa usted sale de la pereza de cocinar, solucionándolo todo con un solo plato; ¿qué tal una sopa de cebada con espinazo, un sancocho o un puchero? Pero si el tema es el clima, que últimamente no ayuda, un caldito le soluciona el frío; y si de curar enfermedades simples se trata, una sopa suave de verduras y pollo será la solución.
A los más arriesgados una changua al desayuno o un suculento caldo de pescado les devolverá las energías perdidas en la noche y los dejará listos para volver a empezar, les regresará el alma al cuerpo.
Según las regiones del país las sopas tienen ingredientes y preparaciones diferentes gracias a la multiplicidad de productos que marcan la ruta de lo que se echará a la olla. Si usted está de paso por la región cundiboyacense se encuentra sopas que dan calor para esos páramos y climas bajos: papas, cubios, habas con buenos fondos o una mazamorra chiquita son los reyes de la zona. Pero si nos vamos a nuestros mares la sopa de pescado levantamuertos es imperdible. Más liviana, llena de mariscos y de mucho color pues las costas colombianas agregan a sus ollas sabores y productos muy especiales. Sancochos y caldos dejan que los productos regionales costeros sean la base de tremendas comilonas.
Sin embargo, los gloriosos caldos también son maravillosos y no los podemos olvidar. Curan la gripa, el mal de estómago y cualquier otra dolencia con un sencillo fondo que calienta la panza y el corazón. Res, pollo o pescado, algo de papa o plátano y mucho cilantro hacen de esa sencilla preparación una bendición.
Por último, no podía olvidarme de las cremas, mis preferidas cuando puedo ponerles queso, papitas o más crema. Estas deliciosas recetas funcionan hasta para los más dietéticos, pues hay cabida a innovar, cambiar bases y sacar el mayor provecho de verduras y granos para alimentar. Espárragos, champiñones, ahuyama, alcachofas, tomates y hasta lentejas hacen parte de las recetas preferidas a la hora de tomarse una crema.
Lo mío sí son las sopas y ojalá todos los días, pues la vida es más sabrosa cuando está llena de calor y sabor. Ni por dieta ni por pereza, simplemente porque reúnen todo lo que se necesita en un buen bocado. Anímense a meterle sopa a la vida y me darán la razón.
Hoy quiero recomendarles algunos lugares que sopas maravillosas:
La sopa de lentejas y la de berros de Ventura Soup and Salad son realmente de lo maravilloso que existe en Bogotá; la crema de alcachofa de Di Lucca con sus alcaparras fritas es una gran solución para un día de lluvia en que no podemos salir de la oficina y queremos algo nutritivo y sabroso; las infaltables sopas de tomate de Archie’s y Crepes & Waffles, y de este último lugar muero por una sopa Covarachía con trozos de plátano verde. Pero la reina de mi corazón es el mote de queso que en La Bonga del Sinú de cualquier ciudad me hace el día y el mes más dichoso del año, no hay nada que me haga más feliz.
Somos un país sopero, lleno de caldos, cremas, coladas y sopas. Buenas y espesas para el almuerzo, sabrosas y potentes para compartir o sencillas y sustanciosas para pasar la gripa o el guayabo. Todas esas combinaciones de agua y distintos ingredientes colombianos están arraigadas en nuestras raíces y muy lejos de los odios de la argentina Mafalda, pues ¡almuerzo sin sopa nunca estará completo! Las sopas son la radiografía de nuestras despensas, donde claramente brillan por la sustancia y la presa, como dirían mis amigos, pues una sopa simple es de los peores castigos de la buena mesa.
La sopa es la solución a muchos momentos donde el hambre manda. Con una sopa espesa usted sale de la pereza de cocinar, solucionándolo todo con un solo plato; ¿qué tal una sopa de cebada con espinazo, un sancocho o un puchero? Pero si el tema es el clima, que últimamente no ayuda, un caldito le soluciona el frío; y si de curar enfermedades simples se trata, una sopa suave de verduras y pollo será la solución.
A los más arriesgados una changua al desayuno o un suculento caldo de pescado les devolverá las energías perdidas en la noche y los dejará listos para volver a empezar, les regresará el alma al cuerpo.
Según las regiones del país las sopas tienen ingredientes y preparaciones diferentes gracias a la multiplicidad de productos que marcan la ruta de lo que se echará a la olla. Si usted está de paso por la región cundiboyacense se encuentra sopas que dan calor para esos páramos y climas bajos: papas, cubios, habas con buenos fondos o una mazamorra chiquita son los reyes de la zona. Pero si nos vamos a nuestros mares la sopa de pescado levantamuertos es imperdible. Más liviana, llena de mariscos y de mucho color pues las costas colombianas agregan a sus ollas sabores y productos muy especiales. Sancochos y caldos dejan que los productos regionales costeros sean la base de tremendas comilonas.
Sin embargo, los gloriosos caldos también son maravillosos y no los podemos olvidar. Curan la gripa, el mal de estómago y cualquier otra dolencia con un sencillo fondo que calienta la panza y el corazón. Res, pollo o pescado, algo de papa o plátano y mucho cilantro hacen de esa sencilla preparación una bendición.
Por último, no podía olvidarme de las cremas, mis preferidas cuando puedo ponerles queso, papitas o más crema. Estas deliciosas recetas funcionan hasta para los más dietéticos, pues hay cabida a innovar, cambiar bases y sacar el mayor provecho de verduras y granos para alimentar. Espárragos, champiñones, ahuyama, alcachofas, tomates y hasta lentejas hacen parte de las recetas preferidas a la hora de tomarse una crema.
Lo mío sí son las sopas y ojalá todos los días, pues la vida es más sabrosa cuando está llena de calor y sabor. Ni por dieta ni por pereza, simplemente porque reúnen todo lo que se necesita en un buen bocado. Anímense a meterle sopa a la vida y me darán la razón.
Hoy quiero recomendarles algunos lugares que sopas maravillosas:
La sopa de lentejas y la de berros de Ventura Soup and Salad son realmente de lo maravilloso que existe en Bogotá; la crema de alcachofa de Di Lucca con sus alcaparras fritas es una gran solución para un día de lluvia en que no podemos salir de la oficina y queremos algo nutritivo y sabroso; las infaltables sopas de tomate de Archie’s y Crepes & Waffles, y de este último lugar muero por una sopa Covarachía con trozos de plátano verde. Pero la reina de mi corazón es el mote de queso que en La Bonga del Sinú de cualquier ciudad me hace el día y el mes más dichoso del año, no hay nada que me haga más feliz.