La creatividad y la generosidad son la base de los nuevos proyectos que he identificado en estos meses de pandemia. Los restaurantes se reinventan, los chefs enseñan y los jóvenes talentos de carreras tradicionales como economía, derecho y hasta medicina han incorporado a sus vidas un nuevo camino por recorrer: la cocina consciente.
De zapping por Instagram, hace un par de meses, comencé a seguir a @lorenzascupcake, una joven talentosa de la cocina que, además de compartir viajes y lugares para comer, hablaba de su experiencia en la cocina no como la invencible Lorenza, sino como una aprendiz más que enseña con naturalidad lo que la hace feliz. Era ya como un vicio buscar qué había, qué proponía, y su contenido me invitaba a compartirles a mis amigas, que creen que yo tengo el don de enseñar recetas fáciles y deliciosas. Así, de alguna manera, sentía que genera vínculos con su familia.
La busqué uniendo los puntos en común que me dejó la cadena de favores que ha surgido en el trabajo diario del confinamiento, y resultó ser hija de alguien que a lo largo de los años me ha enseñado que la creatividad no tiene límites en la moda. He ahí una gran base, pues mamá e hija son artistas, creativas y trabajadoras por la calidad de vida de muchos colombianos.
Lorenza’s Cupcakes empezó hace unos años, siendo un blog de cocina donde los hermanos Martínez compartían sus pasiones, ella la cocina, por la que se apasionó cuando tenía 13 años (hoy tiene 21), y él la fotografía, que encontró cuando cumplió 12 años. Durante seis años llenaron de aventuras e historias ese espacio, que creció y luego migró a Instagram, una plataforma que hizo posible convocar a una comunidad activa, donde la inmediatez del tiempo les permite crear fuertes lazos con sus seguidores: “Construimos una comunidad donde siempre podemos dar y recibir recetas, consejos, sabiduría y trabajo”, afirman. Nuevamente, la fórmula, la receta, era la correcta: la creatividad e innovación de cada uno de esos niños pusieron a Lorenza en el camino correcto de poder encontrar su propia cocina.
Con una base en los libros heredados de sus papás, que fueron algo así como su primer acercamiento a la técnica culinaria, continuó llenándose de conocimientos ancestrales con blogs de gastronomía, y si bien sigue hoy preguntando y aprendiendo, ya logró llegar a su fórmula de “Amor universal, comida para el alma”.
Luego de un par de raticos hablándome de ella, entendí que esta economista tenía más que números en su corazón. Que, como ella misma lo dice, su camino es con la gente, para poder ensayar y volver a tratar, pero nunca sentir la frustración de que fracasaron sin intentarlo. Pueden estar tranquilos al seguirlos, pues su promesa de venta es real: “Nunca compartiré una receta que nunca me haya quedado primero bien, pues me esmero por tener un contenido muy curado, que permita que la gente le pierda el miedo a cocinar”.
Siendo nativa digital, por obvias razones, su siguiente reto no será más pan de masa madre, ni el mejor ponqué de chocolate (húmedo y suave), ni esa galleta crocante de chips de chocolate, sino un libro: ¡su libro! Sí, algo tangible, que quepa en el morral y que “le permita a la gente poder nutrirse de la experiencia de todos estos años con los libros que heredé, y que adoro compartir. Quiero encontrarme con un libro que fuera el libro con el que yo pudiera aprender a cocinar”.
Sus pequeñas grandes obras tienen una sólida base, que desde la química y la economía son fáciles de entender y coordinar: disfrutar de lo sencillo, de lo que nos llena la barriga y el corazón, de lo que se puede llamar la experiencia de la perfección. Y es que esta nueva generación de talentosos cocineros han encontrado quizás una fórmula que, aunque suena compleja, es realmente mágica: “La cocina es una manera de estar presente, es estar en un modo consciente en la actividad. Es un tiempo de compartir en familia, enseñar a los niños matemáticas y afianzar la química básica. Los invito a darse la oportunidad de salirse del estereotipo de que la cocina es difícil, costosa y engorrosa. Es un gran proyecto para cambiar la vida”.
La creatividad y la generosidad son la base de los nuevos proyectos que he identificado en estos meses de pandemia. Los restaurantes se reinventan, los chefs enseñan y los jóvenes talentos de carreras tradicionales como economía, derecho y hasta medicina han incorporado a sus vidas un nuevo camino por recorrer: la cocina consciente.
De zapping por Instagram, hace un par de meses, comencé a seguir a @lorenzascupcake, una joven talentosa de la cocina que, además de compartir viajes y lugares para comer, hablaba de su experiencia en la cocina no como la invencible Lorenza, sino como una aprendiz más que enseña con naturalidad lo que la hace feliz. Era ya como un vicio buscar qué había, qué proponía, y su contenido me invitaba a compartirles a mis amigas, que creen que yo tengo el don de enseñar recetas fáciles y deliciosas. Así, de alguna manera, sentía que genera vínculos con su familia.
La busqué uniendo los puntos en común que me dejó la cadena de favores que ha surgido en el trabajo diario del confinamiento, y resultó ser hija de alguien que a lo largo de los años me ha enseñado que la creatividad no tiene límites en la moda. He ahí una gran base, pues mamá e hija son artistas, creativas y trabajadoras por la calidad de vida de muchos colombianos.
Lorenza’s Cupcakes empezó hace unos años, siendo un blog de cocina donde los hermanos Martínez compartían sus pasiones, ella la cocina, por la que se apasionó cuando tenía 13 años (hoy tiene 21), y él la fotografía, que encontró cuando cumplió 12 años. Durante seis años llenaron de aventuras e historias ese espacio, que creció y luego migró a Instagram, una plataforma que hizo posible convocar a una comunidad activa, donde la inmediatez del tiempo les permite crear fuertes lazos con sus seguidores: “Construimos una comunidad donde siempre podemos dar y recibir recetas, consejos, sabiduría y trabajo”, afirman. Nuevamente, la fórmula, la receta, era la correcta: la creatividad e innovación de cada uno de esos niños pusieron a Lorenza en el camino correcto de poder encontrar su propia cocina.
Con una base en los libros heredados de sus papás, que fueron algo así como su primer acercamiento a la técnica culinaria, continuó llenándose de conocimientos ancestrales con blogs de gastronomía, y si bien sigue hoy preguntando y aprendiendo, ya logró llegar a su fórmula de “Amor universal, comida para el alma”.
Luego de un par de raticos hablándome de ella, entendí que esta economista tenía más que números en su corazón. Que, como ella misma lo dice, su camino es con la gente, para poder ensayar y volver a tratar, pero nunca sentir la frustración de que fracasaron sin intentarlo. Pueden estar tranquilos al seguirlos, pues su promesa de venta es real: “Nunca compartiré una receta que nunca me haya quedado primero bien, pues me esmero por tener un contenido muy curado, que permita que la gente le pierda el miedo a cocinar”.
Siendo nativa digital, por obvias razones, su siguiente reto no será más pan de masa madre, ni el mejor ponqué de chocolate (húmedo y suave), ni esa galleta crocante de chips de chocolate, sino un libro: ¡su libro! Sí, algo tangible, que quepa en el morral y que “le permita a la gente poder nutrirse de la experiencia de todos estos años con los libros que heredé, y que adoro compartir. Quiero encontrarme con un libro que fuera el libro con el que yo pudiera aprender a cocinar”.
Sus pequeñas grandes obras tienen una sólida base, que desde la química y la economía son fáciles de entender y coordinar: disfrutar de lo sencillo, de lo que nos llena la barriga y el corazón, de lo que se puede llamar la experiencia de la perfección. Y es que esta nueva generación de talentosos cocineros han encontrado quizás una fórmula que, aunque suena compleja, es realmente mágica: “La cocina es una manera de estar presente, es estar en un modo consciente en la actividad. Es un tiempo de compartir en familia, enseñar a los niños matemáticas y afianzar la química básica. Los invito a darse la oportunidad de salirse del estereotipo de que la cocina es difícil, costosa y engorrosa. Es un gran proyecto para cambiar la vida”.